Férvido y mucho

La enfermedad de Occidente son varias

Para obtener financiación en una investigación, en los países occidentales ha ganado peso privilegiar particularidades relacionadas no solamente con los orígenes sociales de las/os candidatas/os –affirmative action/discriminación positiva- sino también y preferentemente con el género y la identidad étnica. Particularidades potenciadoras, eso dicen, de mayor sensibilidad hacia el objetivo de la investigación o enfoques que, se prejuzga, serían subestimados por el hombre blanco al no tener en cuenta criterios cruciales. Estos criterios, actualmente dominantes, se conocen por EDI, acrónimo de “equidad, diversidad, inclusión”. Hay departamentos universitarios estadounidenses que ofrecen cursos para equilibrar chakras y limpiar energías negativas, estando la docencia reservada oficiosamente a afroamericanos por su especial sensibilidad y capacidad para entender y profundizar en estos temas. Como los marabouts yoruba, sospecho, y chamanes del gremio. En las mismas instituciones, está prohibida la palabra “raza”, verbalmente o por escrito. Sin embargo, exigen amplíen los bancos genéticos a diversas etnias pues actualmente predominan genes de blancos, lo cual dificulta la investigación de enfermedades específicas de otras razas, con perdón.

Allí cerquita, en Canadá –informa Yves Gringas (Pour la Science, octubre 2023) catedrático de historia y filosofía de la ciencia, Universidad de Québec- para financiar una investigación se exigen informaciones personales, confidenciales, que nadie hubiese osado un par de décadas atrás. El sexo ha sido reemplazado por el género, que depende del sentimiento interiorizado por cada cual: sin género, bigénero/multigénero, biespiritual, fluido, queer, mujer, hombre, no binario, transgénero. También se pide la orientación sexual en varias casillas a escoger: queer, asexual, bisexual, gay, heterosexual, lesbiana, pansexual. El problema surge cuando el candidato prefiere no expresar su identidad sexual, por timidez, privacidad o cualquier otra razón. Entonces se le indica que el silencio puede “acarrear diversas consecuencias en relación con la financiación según las exigencias particulares o el criterio del comité de evaluación por los pares”. O sea, mejor poner una x en pansexual (¡lo que deben gastar en Viagra!), no vaya a ser que…

Para justificar las intrusiones en la vida privada de los investigadores, los organismos que administran la financiación afirman sin rubor que “las medidas son esenciales en aras de eliminar los obstáculos históricos y sistémicos aún presentes que impiden a muchos candidatos acceder a la financiación en igualdad de oportunidades (sic)   y participar en los programas de investigación de manera equitativa e inclusiva”. Indudablemente, algunos grupos minoritarios consiguen con ese tipo de medidas que los suyos tengan cada vez más poder social, provocando de consuno un efecto de arrastre (bandwagon effect /subirse al carro)   al controlar potentes centros de decision e imponer criterios de selección completamente arbitrarios que atentan contra el espíritu de neutralidad de la investigación.

Siendo el caso canadiense desmoralizante (por no hablar del estadounidense hasta que llegó el comandante y mandó parar) el caso europeo es demoledor. Casos como el canadiense y el estadounidense empujan a parte de la población occidental a echarse en manos del Islam buscando la autoridad moral, seguridad y firmeza que las sociedades judeo-cristianas –con la excepción de Rusia- parecen incapaces de proveer.

Siguiendo una línea de total entreguismo, la UE financia proyectos de investigación que demuestren impacto social por su contribución a la inclusión y cohesión de grupos religiosamente diferenciados. Ocurre que los investigadores vinculados al estudio del Corán europeo -menudo oxímoron- son, generalmente, militantes del diálogo consensual islámico-cristiano y la fluidez bidireccional interreligiosa. Insidiosa forma de ejercer proselitismo soft. Para conseguir nuevos creyentes, no siempre conviene servirse del terrorismo, la presión del número o la coacción física en barrios conquistados . Esta estrategia, descaradamente orientada, favorece los currículos de investigadores militantes, que responden a directrices institucionales, y los favorece con preferencia a espíritus verdaderamente críticos e innovadores.

En el mundo académico europeo, si se desea maximizar la probabilidad de obtener financiación para investigación en ciencias humanas y sociales lo mejor es dirigirse a la UE, pletórica de recursos y enferma de ideología biempensante. La demanda, sobra decir, hay que redactarla en términos conformes a la retórica de inclusión (sexual, religiosa, medioambientalista, etc.), empaparse de la neolengua institucional dominante entre los eurócratas, convencer que la investigación mejorará la condición de vida de los europeos aunque sea perforando pozos en Sahel, aceptar las exigencias de diseminación de resultados –participación en eventos consensuales, conferencias de adoctrinamiento en colegios, etc.- y echarle morro al asunto. Sin ir más lejos, en 2021 el Consejo de Europa –horresco referens- auspició la campaña, financiada por la UE, La alegría en hiyab. Viene a cuento recordar que la prohibición del velo/hiyab en varios institutos de Parla (2023) llevó a las alumnas musulmanas a manifestarse contra la prohibición, arguyendo que –iban rudamente aleccionadas- era medida racista e islamófoba. De lo que se deduce que jóvenes musulmanas (e infinidad de cristianas que se convierten por la presión del entorno en el que se sienten minoritarias) educadas en democracia siguen siendo fundamentalistas y normalizan, voluntariamente o no, el sometimiento a imposiciones como si estuviéramos con los talibanes en el poder. Que estamos.

Tengo para mí, y no soy el único, que la ciencia (sociológica o de cualquier tipo) no debe ser consensuada y dócil a las exigencias normativas sino -mediante la crítica radical, sin miedo a las conclusiones- suscitar la convicción por la robustez probatoria aun sabiendo que nunca puede ser total. De lo contrario, se generan efectos de selección adversa ya que los investigadores verdaderamente innovadores, originales y responsables, desertan los pasillos del poder europeísta, donde ya sólo transitan arrogantemente los triunfitos oportunistas, militantes sectarios y jóvenes burócratas con aretes en las orejas sin merecerlos (sólo los merecen quienes hayan doblado en velero el Cabo de Hornos).

El consenso es incompatible con la auténtica investigación, que exige controversia de manera civilizada, sin confrontación personal, pero controversia al fin y al cabo. El progreso científico se forja con el debate y la confrontación de ideas. Lo otro es claramente una estrategia para fomentar el revisionismo histórico que ensaya hacer de los europeos una umma (comunidad/nación islámica) que poco a poco va tomando conciencia de sí misma. Quiere decirse, somos naciones islámicas que se ignoran. Algo así como la fraudulenta nation-building de independentistas catalanes, gallegos y vascos.

Con esos mimbres, los activistas musulmanes (mayoritariamente europeos) y sus asociaciones ganan terreno en las instituciones comunitarias superponiendo a sus campañas el lenguaje inclusivo, en una lógica de legitimación recíproca. Las palabras clave son: inclusión, tolerancia, diversidad, igualdad, resiliencia, empoderamiento, cohesión, diálogo, participación, apertura, accesibilidad, transparencia, impacto, progreso, justicia social… (uf, qué fatiga, lo dejo ahí). Y no pasa nada si se viola el espíritu científico adhiriendo a proyectos de islamización del conocimiento al avalar saberes compatibles con la ley impuesta por las leyes antiguas y tradiciones en consonancia con la Sharía. Aunque, ciertamente, no haya mucha diferencia con la ideología del PNV Dios y la ley viejaJaungoikoa eta lege zaharra. Por ello, probablemente, Aitor Esteban afirmó recientemente que pronto habrá un presidente del PNV que se llame Hassan. O García, apostilló, para Esteban es lo mismo. Lo verdaderamente interesante vendrá cuando se llame M’Opongo y presida Junts que diría el siempre brillante Félix de Azúa con inteligencia y sentido del humor inigualables.

Soy bastante escéptico respecto a nuestra capacidad de resistencia. La demografía nos ha tumbado. Me lo soltó el otro día, en Paris, una joven africana embarazada: Os ganaremos por el vientre. En Europa ya han ganado ¿Verdad, Aitor? Sólo Rusia les va ganando a ellos.