Dies irae

El marmotazo

Aviso: no me dolerán prendas en utilizar un recurso muy de la izquierda. Y lo utilizaré. Se trata del sufijo “azo”, como aumentativo despectivo. Todo un clásico. Ya sabemos que hay una acepción admirativa de ese sufijo (¡qué golazo!) otras negativas (¡qué peñazo!) pero las más impactantes, porque se apartan de su normalidad para crear un sujeto nuevo, son las despectivas. 

Este gusto de la izquierda por el aumentativo despectivo viene de lejos. El “pucherazo” era el fraude electoral practicado por caciques y terratenientes, siempre de derechas y siempre contra el mundo del progreso, claro está (aunque de las  municipales de 1931 nunca se habló)

Y ya en ese año, 1931, recién estrenada la república, se fundó una revista anticlerical, “Fray Lazo”. Cabecera ambigua, dando como nombre propio lo que se conoció siempre como “El frailazo”. Beatriz Hernando Pertierra, gran columnista de El diario de Madrid y  experta documentalista de la época, podrá encontrar sin dificultad portadas alusivas, pero yo (que conozco de su existencia por mi padre, que nos habló de él ya en los años 50) adivino a un cura gordo, grasiento y maloliente, de aspecto zafio y comportamiento repulsivo: el frailazo.

Los buenos recursos nunca pasan de moda y ya en nuestra época la izquierda se regodea en el despectivo. A veces, incluso, a sus expensas.  Quién ha podido olvidar “El tamayazo”, nombre con el que el PSOE definió la vulgar traición de dos de sus diputados (Tamayo y Sáez), por dinero, para dejar en pelotas a Rafael Simancas, que ya se veía presidente de la Comunidad de Madrid.

O cuando Rajoy presentó su reforma laboral mediante decreto ley (cosa rara entonces y cotidiana ahora)  que hizo estallar a los sindicatos en un grito de cólera:  nacía ¡El decretazo! 

En fin, que esto es solo el principio y explicación de por qué voy a usar un recurso izquierdoso, consciente de que lo es y de su capacidad estigmatizadora. Voy a hablaros de ¡EL MARMOTAZO!

Como el día de la marmota está más exprimido que una chufa horchatera y la simpática Phil ya no tiene un pase, traeré a escena mis demonios particulares, mis obsesiones, mis locuras, referidas a una serie histórica que deja a la marmota en pañales: ¡las fechas del cambio de la hora! Se acerca, si, el cambio de octubre y ayer me fue dado escuchar en la tele una noticia maravillosa. Un estudio científico, riguroso y recientísimo establece que, por culpa del cambio de la hora, del tejemaneje de manecillas (da lo mismo si es para adelante o para atrás, como la yenka) se han producido 300.000 ictus y 2.000.000 de obesos en España.

¡Ya era hora de que alguien lo dijese! En  50 años, desde la agonía de Franco, cuando abandonamos su maravilloso horario, cada año se han producido 6.000 ictus y se han creado 40.000 obesos por culpa de la ignorancia del gobierno de España, la estulticia de la Unión Europea y la bazofia inducida por el terrible IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía) para mí peor que la STASI, que cada año nos recordaba, con su insufrible soberbia, las 175 pesetas de ahorro que su pútrida influencia generaba. 

Como veis, “el marmotazo” es préstamo de la izquierda, pero solo de la palabra porque los malos hechos van para todos quienes han gobernado desde 1975. Todos toditos.

En este cincuenta aniversario de la muerte de Franco, que Sánchez quiso conmemorar con más actos que días tiene el calendario, pero que se quedó en nada porque la gente pasa ya de semejante cutre/comodín, hay, no obstante, que recordar. Claro que hay que recordar. Desde que  desapareció Franco se quitó su horario: fijo todo el año, una hora menos que Greenwich, genuino invento español, deseado en el mundo. Y vagamos perdidos, guiados por la mano cadavérica del IDAE, entre ictus, insomnes y obesos. Reivindiquemos, en el 50 aniversario de su muerte, “La hora de Franco”, la mejor herencia que nos robaron allá a finales del pasado siglo. Porque para memoria, la mía…qué cojones…