La ductilidad de nosotros los españoles
De un tiempo a esta parte los españoles hemos visto pasar por nuestra vida diferentes acontecimientos y decisiones que han puesto a prueba el equilibrio y la serenidad que nuestra democracia merece. Lo preocupante es que son algunos de los representantes que nos hemos dado quienes la ponen a prueba, a menudo de un modo que a muchos de nosotros nos produce vergüenza ajena. ¿Pero es ajena de verdad? O es que además ignoramos cómo es nuestro propio proceder cuando nos colocamos ante la variedad de cuestiones que atraen nuestra atención y nuestro juicio en el tablero de la política y de sus conflictos, cuando votamos, cuando elegimos, cuando apoyamos o vituperamos.
Hay un Centro de Investigaciones Sociológicas que, según reza en su sitio web, cuenta con un “personal técnico” que “elabora los cuestionarios a partir de una cuidada tarea de documentación que incluye la consulta de estudios anteriores realizados por el CIS, y también los realizados por otras instituciones y organismos internacionales dedicados a la realización de encuestas”.
“Al diseñar las preguntas se pone un especial cuidado en que todas ellas puedan ser claras y comprendidas por las personas entrevistadas, independientemente de su nivel de formación o cualquier otra característica. También en que sean objetivas e imparciales y no incorporen en su redacción ningún tipo de sesgo que pueda influir o condicionar a los encuestados en sus respuestas”.
Hasta aquí cito lo que en su propia página el CIS dice. Aunque demos por bueno que sus encuestas de los últimos tiempos sean en su totalidad carentes de sesgo, me pregunto si entre sus finalidades no debería estar el ayudarnos a entendernos a nosotros mismos, quiero decir a mirar personalmente la naturaleza de nuestra propia imparcialidad que, si nos preguntaran, estamos seguros de tener. ¡Faltaría más!
Quizás sea un sueño imposible. ¿Pero podríamos llegar a saber qué clase de ductilidad es la nuestra? Digamos que si con la mano en el pecho (dudo luego existo) nos planteásemos la cuestión sobre qué tipo de ductilidad es la nuestra, es decir la mía, la de cada yo individual, a lo mejor nos abriríamos a ponernos en cuestión y a ser más íntimamente libres.
No me voy a sustituir a la Real Academia Española a la hora de definir el campo de la encuesta que entiendo sería saludable para la vida política nacional. Según la RAE, ductilidad es la cualidad de dúctil y, excluyendo las acepciones de la física, en el ámbito inmaterial del carácter y actitud de las personas ser dúctil puede tener varios significados.
De modo que si queremos investigar qué es lo que predomina entre la mayoría de los españoles, excepción hecha de una -¿minoría?- de inamovibles, sería interesante que nos preguntásemos a nosotros mismos si somos tolerantes, comprensivos, flexibles, abiertos a la duda y a revisarnos ante la propuestas y las encrucijadas de la vida de la nación sin ataduras partisanas; o por el contrario si tendemos más bien a ser transigentes y acomodaticios, dóciles e incluso sumisos a lo que dice la bancada de nuestras preferencias.