Deserción… escolar
Se está ante una masiva huida, un incontrolable abandono, una radical desbandada, una dolorosa –individual, social y cultural-- defección… o deserción escolar en Colombia.
--Estamos viviendo una gran crisis y es que casi la mitad de los estudiantes están abandonando el sistema educativo. En Colombia, las mayores tasas de deserción escolar se dan en los tránsitos de noveno a décimo y a once –lo afirma J. Ruiz, directora del Observatorio de Realidades Educativas (ORE), de la Universidad Icesi.
Y añade: “el fenómeno resulta devastador”.
Si bien las cifras no están consolidadas para el 2024, las ya añejas del 2023 explicitan que la deserción –como una sorda explosión social a la cual el país poco presta atención-- fue del 3.7 por ciento: tan solo ese año unos 335. 364 menores abandonaron las instituciones escolares (privadas y oficiales).
¿Las causas múltiples, que resuenan como un poderoso gong de cobre por toda la geografía nacional?
- Problemas económicos y familiares
- Lejanía de los establecimientos educativos
- Dificultades académicas
- Falta de formación para el trabajo
- Creencia que ya se habría estudiado lo suficiente.
Pero estas causas tenderían a multiplicarse. Así:
- 1 de cada 5 estudiantes afirman haberse sentido discriminados
- El 16 % dice que la escolaridad “no sirve para nada”
- El 33 por ciento manifestó problemas de autoestima, al afirmar que no tiene mucho de qué enorgullecerse.
Por otra parte, “la maternidad o paternidad adolescente es una de las causas más fuertes de abandono, especialmente en mujeres”.
En las zonas rurales del país de un millón cien mil kilómetros cuadrados, la problemática se agudiza.
¿Y qué decir de la llamada o “llamarada” de la <<repitencia>> o “cuota inicial” de la deserción, como lo afirma el investigador y periodista Francisco Cajiao?
--Un niño que repite año, inmediatamente tiene la tendencia a retirarse.
Ello, en la medida en que “repetir el año sin apoyo refuerza la frustración, afecta la autoestima y debilita el vínculo con la escuela.
Y se añade, en una visión holística crítica y desesperanzadora, “sólo 4 de cada 10 estudiantes que se gradúan del colegio lo hacen a tiempo”.
¿Y el sin—sentido de la existencia?
Un país que, perplejo y horrorizado, experimenta más de 10 mil crímenes al año; un país de violencia proteiforme en ciudades y campos; un país de valores colectivos en disolución (más que el crisis), cuyas grávidas campanas al vuelo resuenan por la corrupción, el saqueo del Estado, las organizaciones ilegales y mejor criminales del narcotráfico y la explotación ilícita de las riquezas naturales –como el oro--; el país de la desigualdad y las injusticias económicas y sociales –más que el país de la felicidad; y el nivel asfixiante del trabajo informal, las polarizaciones infranqueables de todo tipo (ideológicas, religiosas, políticas, étnicas…); país de la inequidad y falta de oportunidades, el egoísmo y la insolaridad…
Ese golpeteo de cobres o metales que ensordecen (y envilecen), cuestionaría el sentido positivo de la existencia en Colombia (así mismo en Venezuela, Nicaragua y otros países del Continente americano).
Quizás por las causas pormenorizadas de la deserción escolar arriba enunciadas, se encuentren razones valederas de la misma y de este fenómeno “devastador”.
Pero el mismo sentido de ser y estar en esta accidentada geografía (o geopolítica) colombiana, será abisal, y estaría en entre—dicho. Como si pasáramos un borrador o corrector por las frases anteriores y la crisis que se vive a nivel de la juventud: una llamarada que nos quema y enceniza.