Reflexiones Australes

Las derechas conquistan Sudamérica

El resultado del último fin de semana en Bolivia, da cuenta de que ese país será pronto gobernado por la derecha. Tras casi 20 años de gobiernos de izquierda, el pueblo boliviano se hartó de la corrupción y la ineficacia, primero de Evo Morales y luego de Luis Arce. La tendencia es imparable: Argentina, Paraguay, Ecuador, Bolivia y Chile ya son, o lo serán pronto, gobernados por presidentes de derecha. Luego vendrá Colombia, que anticipa la caída del ex terrorista Gustavo Petro. El asesinato del candidato Miguel Uribe Turbay, catapultó el futuro de la izquierda en Colombia. Quien irá quedando aislado será Brasil, con su eterno Lula Da Silva, socio de los decadentes progresistas de la región. Gobiernos afines, sin duda dinamizarán el cono sur de América, en espera de la caída del tirano Maduro, que ahora enfrenta la cacería de Trump al cartel narco controlado desde Caracas. Los paralelos con Europa no pueden obviarse: Italia, Alemania, Francia, Austria, Polonia, Portugal y España van transitando a distintos ritmos hacia una Europa menos socialista y más comprometida con los deberes que con los derechos. En Europa y América, un Estado sobredimensionado ha mermado la competitividad de sus economías y exacerbado las demandas ciudadanas por jornadas laborales más cortas, menos sacrificio y más subsidios. A lo anterior debemos agregar los nefastos efectos de la inmigración ilegal, crecientemente rechazada por los ciudadanos en Europa y en América. Lo que suceda en la Argentina de Milei, será determinante para comprobar que es posible ajustar las economías a la realidad y que el gasto fiscal debe tener correlación con la capacidad de crecimiento de cada economía. Los damnificados de este giro a la derecha, serán todos aquellos parásitos que por décadas han usufructuado del Estado, de los organismos internacionales y de los que trabajan duro cada día. El giro de izquierdas a derechas, ha sido más rápido de lo esperado hace poco tiempo. Veremos cómo van asimilando su derrota los académicos, los periodistas y los funcionarios  internacionales, grandes defensores del mal llamado “progresismo”, que ha pasado a perder relevancia y credibilidad.