Candela

De aquellos polvos

Como no es un mal ejercicio el mirar para atrás tratando de entender dónde estamos y el por qué, pongamos el cronovisor en funcionamiento y volvamos al mes de diciembre del año 2011.

Es la fecha en que accedió a la Presidencia de Gobierno un señor gallego peculiar, de belfo saliente y vago —el hombre, no el belfo—, muy vago; «don vagancio» le llamaban. Y no solo honraba el apodo sino que, como además era bastante «fronterizo» —a pesar de la oposición a Registrador de la Propiedad que treinta años atrás había sacado y le otorgaba una especie de aura que presuponía sapiencia y talento—, pues al final no estaba a casi nada ni tampoco se enteraba de lo restante.. que seguía siendo lo mismo: nada. Es decir, el hombre era fiel representante de un nihilismo militante y, para mí, la verdad, con una mezcla de tontunez y boverio a partes casi iguales. Bueno, en realidad algo sí que hacía: leer el Marca y dejar pasar las cosas. Fíjense que ante los problemas importantes de gobierno su receta era la de no hacer nada —así le fue… y nos fue—; y remataba esa peregrina y acomodaticia idea con que, ese no hacer, ya en sí mismo, era hacer– ¡y se quedaba tan pancho el tío después de semejante majadería!

El problema de los que mandan, además de ellos mismos, es la corte de aduladores y pelotas que les rodean. Porque de este personaje —de cuyo nombre no quiero ni acordarme—, le salían los carantoñeros y zalameros de turno a ensalzar su chispa e ironía galaica. ¡Que en mala hora, por cierto!

Bueno, lo de chispa y con otra acepción, tal vez, porque lo cierto es que agarraba cada melopea de «padre y muy señor mío». Y era cuando se ponía a filosofar y entonces la cosa ya era para cachondeo general, vergüenza torera y aguantar memes toda la semana.

Para justificar y hacer como que hacía, tenía en su equipo a dos señoras «mandamases» —muy enfrentadas entre sí— y, como también tenían carreras y habían aprobado oposiciones de alto nivel, pues pasaban por ser lo más de lo más en listura e inteligencia. A una, pequeña, «regordía», con cara de hogaza pan, le decían «bolita de azufre» —porque lo de «la veneno» ya tenía dueña—, por cómo se las gastaba con los suyos y porque tenía más capas que un galápago. Y fue ésta quien, en una especie de listeza inversa, es decir, torpeza directa, concedió licencias y cadenas de televisión a todo el entramado zurdo, woke, ecoverderón y nacionalista. Sí, esos mismos que hoy reciben subvenciones a troche y moche del régimen sanchista a cambio, por una parte, de un periodismo escrito y televisivo de absoluta complacencia y tratar con terciopelo y guante de seda  al de «Paiporta» y de otra, machacar inmisericorde a la oposición pepera. ¡En el pecado llevan la penitencia por haber callado cuando los suyos lo hicieron, ¿no creen?!

Consecuencia, que como haber aprobado una oposición lo único que demuestra es que se tiene voluntad, constancia y memoria, pero no inteligencia, suspicacia, talento ni picardía…, pues resultó que esa gente —tan estudiosa y brillante opositora—, que mandaba en todo un país, las asignaturas de «dirigir y gobernar» debieron dejarlas para septiembre y de tal  circunstancia se aprovecharon los contrarios políticos.

A ese Presidente del gobierno, gracioso para algunos y pretendidamente juicioso —sus reflexiones sobre quién elige al alcalde y las loas al vino son de aurora boreal—, después de confirmar unos presupuestos generales, sus socios y amigos se la jugaron y le dieron una patada en el tafanario.

Resultado, que el hoy expresidente —largo de tamaño pero corto de maneras y cabeza— anda por ahí vagando, vegetando en su nebuloso mundo como de frailón secularizado y soltando gracietas en algún acto para nostálgicos; y sus expresidentas…, parecido, por ahí, en la nada más absoluta, resentidas como monas y aún sin saber por dónde les vino el castañazo.

Pues muy sencillo, se lo voy a decir yo que, aunque cazurro, algo de ojo tengo: de las artimañas taimadas del PSOE y del intrigante Aitor, el del «trator»

Esgrimiendo un supuesto y necesario saneamiento de la clase política, un enaltecimiento de la ética, alardeando de la batalla contra la corrupción y llamando —así, a la cara— indecente, al presidente, se presentaron —con todo un entramado de extremistas y gentes de pelajes variopintos y radicalizados— a redimirnos de los terribles males que por lo visto  nos aquejaban.

Pero como el tiempo pone las cosas en su sitio, hoy, la tozuda realidad nos muestra que quienes se vistieron de ovejas no eran otra cosa que dragones sin escrúpulos dispuestos a lo que fuera y situando como primer elemento de su vademecum particular la mentira y el poder. Sus dos únicas realidades. Bueno, más los negocios y el enriquecimiento propio, naturalmente.

Lo de la vestimenta y disfraz quedó patente y pronto se vió que llegaban con un macuto de mentiras. Y, cual pandemia que hubiera inoculado a los socialistas —aún cuando sería infinita la casuística—, vamos a centrarnos en un puntual y curioso tema: el de sus titulaciones académicas. ¡Es hasta chocante!

Pues van a ver como muchos cargos socialistas alardean de una titulación académica de la que carecen pero que, por lo visto, ansían con desespero —Freud ahí tendría mucho que decir—, al punto que no han tenido inconveniente en falsear sus currículum acreditando licenciaturas, másters, doctorados y hasta rectorías.

La primera —démosle paso, por ser señora y uno caballero—, ahí tenemos a doña Begoña y el lío en que anda metida por querer alardear de catedrática cuando ni siquiera es licenciada. Y no será porque no hubiera podido pagarse una carrera. Uno, malvadamente se pregunta ¿qué haría mientras..?

¿Y qué decir de su esposo?, el hombre enamorado, Pedro Sánchez. Hay datos más que contrastados de que su tesis doctoral es un plagio absoluto y que, además, nunca fue profesor ni de Vonselma ni de la Rey Juan Carlos. Según directivos de ambas «nunca participó en actividad docente alguna». Pues con esa rotundidad se zanja una pretendida docencia en esas instituciones. Pero es que, además, su supuesto master nunca lo fue, porque en realidad se trató un curso en Liderazgo Público, de 80 horas. ¡Pues ya ven…!

Pero claro, si esta es la moral y honradez que adorna al número uno y señora, nada puede extrañar que, siguiendo pasos tan turbios y huérfanos de honestidad, sus compañeros de partido imiten semejantes ardides y se inventen títulos académicos que «ni por el foro» —como dice mi amigo  Juncal— obtuvieron.

Veamos algunos ejemplos de paradigmas socialistas en seguidismo falaz y patrañero.

José Manuel Franco, que fue secretario general de los socialistas madrileños y presidente del Consejo Superior de Deportes. Puso en su currículum y lo mantuvo durante 8 años, que era licenciado en Matemáticas. ¡Mentira!

Mamen Sánchez, alcaldesa de Jerez de la Frontera y diputada nacional durante 15 años. Hoy reconoce que no realizó estudios ni se licenció en Turismo, Gestión y Administración Pública por la universidad de Granada, como decía su curriculum, por la sencilla razón de que dicho centro ni siquiera ofertaba esa titulación. ¡Además, miente mal!

¿Recuerdan a un tal Luis Roldán —con gayumbos blancos y ladronazo donde los hubiera—? Pues hizo constar que era ingeniero cuando realmente no había terminado ni el bachillerato.

Y citando a uno, ya viejo, pero de edad ambigua, inconcreta y casi indeterminable —parecido a Errejón—, Patxi López, —«Patxi nada»— que hizo constar un flamante título de ingeniero, cuando no pasó del primer curso. Nunca la lehendakaritza llegó a menos, salvo en deshonor e indignidad.

Más descarado fue Bernat Soria, quien declaró ser decano de la Facultad de Medicina e investigador en Singapur. ¡Y ni estaba, ni se le esperaba por allí, ni nadie lo conoció en tales oficios!

¿Y el gran Pepiño?, alias José Blanco —muñidor de sombras, líos, entretelas y gasolineras— que dijo ser abogado cuando no aprobó ni el derecho romano de primero. ¡Ojo a éste, habría que estudiarlo despacio, hay más cera de la que arde!

Graciosillo es uno muy actual y polémico donde lo haya, el pucelano Oscar Puente, que decía tener un máster otorgado por una fundación socialista. Pero lo grande es que lo obtuvo, incluso, antes de haber acabado la licenciatura. ¡Un fenómeno y un adelantado!

Ximo Puig, de infausto recuerdo por Valencia y pagos limítrofes, dijo, también falsamente, ser licenciado en Periodismo. ¡Pues lo mismo, trola!

Y como debió crear escuela en la región, ahora ha aparecido la delegada del Gobierno y líder de los socialistas valencianos, Pilar Bernabé, con la misma cantinela. De alegar dos licenciaturas superiores en Filología y Comunicación, ha pasado a «tener estudios». ¡Otra que tal baila..!

Y ya para terminar y no aburrirlos con tanto socialista chueco, uno que, además, fue «honorable» —al decir del cargo— José Montilla, ministro de Industria y presidente de la Generalitat, quien dijo ser licenciado y experto economista. ¡Pues nada de lo primero y, menos de lo segundo, salvo que se refiriera a su exclusiva economía doméstica!

Ya ven, amigos, socialismo como axioma de falacia. El paraíso de la trola, mentira y fango. Ahora, lo curioso del asunto es que son ellos, precisamente  ellos, quienes tienen la jeta dura, durísima, de imputar esos calificativos a los demás.

¿Cómo era aquello de la paja en el ojo…, o era el polvo…, o  el lodo..?

¡Bueno, como quieran, es lo mismo!