Cumbres fallidas, esperanzas desvanecidas
La paz entre Ucrania y Rusia, pese al optimismo de Trump, parece un objetivo cada vez más lejano, mientras la guerra se recrudece en los frentes y Rusia parece tener la iniciativa en los campos de batalla.
Tanto las cumbres de Alaska como la de Washington han sido un fracaso en términos políticos y diplomáticos y no han aportado nada a la solución de un conflicto que ya dura tres años., mientras la anunciada cumbre Zelenski-Putin se retrasa sine die. Lógico: Putin solamente quiere ganar tiempo para apuntalar sus victorias y avances en los campos de batalla. Cuanto más territorio, mejor; así negociará en una posición más fuerte en unas futuras negociaciones con Ucrania e impondrá sus objetivos territoriales.
El presidente ruso, Vladimir Putin, es un experto en el arte de marear la perdiz, es decir, ganar tiempo engañando a todo el mundo mientras él sigue su guerra sin parpadear y mostrar a Trump que supuestamente tiene voluntad de paz. Este verano su ofensiva contra Ucrania, además, ha sido muy exitosa y no pensaba detenerla con un alto el fuego solicitado por el presidente Trump y sus aliados europeos. Ha conseguido conquistar otros quinientos kilómetros a los ucranianos y tomar algunas localidades de Ucrania, al tiempo que mantiene a otras en el punto de mira y reina cierto ambiente de resignación y derrota en el bando ucraniano. Cuanto más tiempo dure la guerra, la moral ucraniana será más baja, piensa Putin.
Los ucranianos, mientras tanto, y en vista del fracaso de las iniciativas del presidente norteamericano en las dos cumbres celebradas, han pasado en las últimas semanas de una posición defensiva a la ofensiva, reconquistando las poblaciones de Zelenyi Gad, Mijailivka y Volodimirivka. El invierno está a la vuelta de la esquina y la ofensiva rusa se detendrá con la llegada del invierno o disminuirá en intensidad, creen en Kiev.
La situación no ha cambiado en nada, pues Putin sigue manteniendo las mismas posiciones que desde el comienzo de la guerra, en el sentido de finlandizar a Ucrania y evitar a toda costa su acercamiento -y mucho menos su integración- a la UE y la OTAN-, para dejarla como una entidad política amorfa, desconectada de Occidente y también de Europa y con una soberanía limitada, tal como ocurría durante los tiempos soviéticos con todos los vecinos de Rusia.
Luego está la cuestión territorial, en donde tampoco ha habido cambios por parte de Moscú y cuyas ambiciones constituyen una línea roja intransitable para Ucrania. Las exigencias territoriales de Putin son de sobra conocidas y pasan por la anexión -que ya fue ratificada por el Legislativo ruso oficialmente en septiembre de 2022- de cuatro regiones ucranianas: Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón. Dichas provincias ucranianas fueron anexionadas por Putin tras la celebración de referendos considerados ilegítimos por la comunidad internacional y nunca aceptados como legales por Kiev.
Una salida a la coreana
El problema radica en que Trump le ha “copiado” literalmente la narrativa a Putin y quedará muy poco margen para una previsible negociación entre Ucrania y Rusia. Evidentemente, el presidente norteamericano ha podido comprobar que el conflicto, tal como aseguraba durante su campaña electoral, no se resolverá en “veinticuatro horas”, y que el presidente Putin, al que no humilló en Alaska de la forma en la que lo hizo con Zelenski en el despacho oval el pasado mes de febrero, constituye ahora el principal obstáculo para lograr la paz.
Putin no puede terminar esta guerra sin una gran victoria, como ha pretendido desde el principio, porque la misma constituye la fuente de legitimidad de su propio régimen. Un mal acuerdo con Ucrania, incluso aún cediendo territorios a este país, podría verse como una derrota ante los suyos y los resultados serían impredecibles. Putin no suele arriesgar en sus juegos estratégicos y se muestra como un jugador de póquer consumado pero muy conservador. Apostar a mayores resultados, como pretende Trump, es un tren aparcado en vía muerta con Putin en el poder. En suma, ya no se trataría de buscar un acuerdo de paz definitivo, sino de una paz a la coreana en forma de armisticio entre las partes y esperar en un futuro a una resolución del conflicto vía negociaciones directas. ¿Acaso no llevan las dos Corea en paz desde 1953 y desde esa fecha no han vuelto a sonar las armas en las península coreana?
Incluso técnicamente las dos Coreas siguen en guerra, puesto que Corea del Sur se negó a firmar el armisticio, pero dicho acuerdo permitió esta frágil paz y que las dos grandes potencias, la URSS y Estados Unidos, que cada una apoyaba a una de las dos Coreas, llegaran a mayores en plena Guerra Fría. A la espera de la cumbre Putin-Zelenski, que el autócrata del Kremlin pretendía celebrar en Moscú con el riesgo que supondría para la vida del presidente ucraniano -no olvidemos que en la primera tanda negociadora entre rusos y ucranianos en Turquía los negociadores ucranianos fueron envenenados-, las esperanzas se van desvaneciendo con el paso del tiempo y el optimismo de Trump va decayendo, pese a sus bravatas amenazando a Rusia. ¿Cuánto tiempo durará esta guerra? El tiempo nos dará la respuesta, pero el horizonte más realista es que tendremos otro largo invierno por delante seguramente en guerra. Atentos.