Un cuento de hadas

Vamos a contar un cuento. Uno más ¿qué importa entre el océano infinito de ellos que el gobierno pretende hacernos tragar a diario?

Esto erase que se era, un país sin ganadería, sin agricultura, sin industria, pero con una presunta hada madrina, una ministra de trabajo aparentemente generosísima y dadivosísima con el dinero ajeno, con ese que todos los ciudadanos pagan con sus impuestos, y no para revertirlo en ellos -ni en una mínima cuantía - sino para apoyar y ayudar a ser más desobedientes, rebeldes, y aparente y malamente independientes, a cuantos jóvenes comprendidos entre los 18 y los 21 años hubiera o hubiese en dicho lugar de falsedades, ensoñaciones, alucinaciones, buenismo y cacareado e ineficiente progresismo, y llevarles a su redil, es decir, a sus cada vez más escasas papeletas de Sumar, en las urnas electorales. 

Dice que lo que ella quiere es repartir dinero a todo el mundo. Pero no lo hará por amor a las gentes, sino para comprar al pueblo entero y obtener unos votos que de otro modo ni por error lograría, tal y como ya se vio en Galicia, su tierra.

Es que allí entienden muchísimo de meigas, y les dio el palpito inmediatamente de que a veces, las supuestas hadas madrinas no son tales, y que ocultan bajo su cucurucho de estrellas y su falsa y teñida melena rubia, una enorme fea nariz y unos pelos negros de bruja, bastante estropajosos.

Pero los jóvenes, debe pensar la “mercadera”, no de Venecia, sino de Ferrol como el general Franco, mientras a su alrededor revolotean los murciélagos, son dúctiles, maleables, sin personalidad, medio bobos e interesados, y que por consiguiente es posible evitar que se inclinen a la derecha, negándose a la ruina de su futuro, que es lo que la izquierda les va a dar a cambio de unos euros en el presente.  

La disfrazada de linda, pero incontinente, inconsecuente y desfasada bruja con aires de hada benefactora, poco o nada ha pensado para repartir tal cuantía, en los pensionistas, unas personas que entregaron su vida laboral, a veces con menoscabo de la familiar y de la de divertimento, al trabajo y a pagar religiosamente lo que entregaron a lo largo de esos años para cumplir su compromiso con la sociedad y asegurar su futuro llegada la hora.

Ciudadanos que al arribar a la jubilación dependen para vivir de su pensión ahora incierta, porque la Seguridad Social según el instituto Juan de Mariana, se encuentra “atrapada "en un círculo vicioso de deuda y con un patrimonio en caída libre". “Su actual nivel de gasto queda apuntalado a base de emitir más y más deuda”.

O sea, no hay dinero doña Bruja, solo deuda, a ver si se entera de que, a pesar de sus mítines y aquelarres venenosos, no hay euros que repartir, a no ser que hasta reclame para su marmita los huesos de los ciudadanos para hacerse botones.

¡Y encima de tales actuaciones la recompensamos con un sueldazo!, es que, si los tontos volaran, los paganinis alcanzaríamos la estratosfera.

¿Por qué, dado el mal funcionamiento de sus hechizos, tal como dicen las encuestas, que les dan una pérdida notable de diputados, no se compra un sonotone y deja de hacer oídos sordos al descontento, al malestar y a que más del cincuenta por cien de dichos pensionistas no cubren con su pensión la cuantía del salario mínimo interprofesional?

Lo único que sabe hacer es demagogia y bebedizos destinados a quedarse en el sillón mucho tiempo, porque en el fondo suspira por el oro y los oropeles, hopalandas y muselinas que la cubren, y por el Falcón de sus viajes, y el coche oficial, y el enorme piso en el que vive sin pagar un céntimo.

Es la genuina representación de los okupas a quienes protege con tanto ahínco.

¿Por qué, puesta a invertir, y para seguir con el cuento de nuestro bienestar y seguridad, no se compra una baliza de las “obligatorias”, de las homologadas por la DGT, y se la coloca en la escoba para evitar ser arrollada y adelantada por la Derecha política?...

Ah, perdón, es que, por más sortilegios, pócimas, y controversias que intente encender, tampoco las balizas “sacacuartos” señalizan ni salvan, ni avisan, ni alumbran.