Tiempo de pensar

Cuando creer cuesta la vida: la persecución y discriminación de los católicos en el mundo

Más de 1.3 mil millones de personas en el mundo se reconocen como católicas, conforman junto a otros fieles cristianos 2.3 mil millones de la población mundial .Pero lo que significa vivir la fe varía radicalmente según el lugar. En algunos países, los católicos disfrutan de plena libertad; en otros, su fe es motivo de prisión, exilio o muerte. Bajo regímenes totalitarios , ser católico o cristiano es un acto de valentía. En Corea del Norte, poseer una Biblia puede conducir a campos de trabajo o incluso a la ejecución. En China, la Iglesia está dividida entre comunidades oficiales, controladas por el Estado, y comunidades “subterráneas”, fieles al Papa, que sufren vigilancia y detenciones.En Nigeria, los ataques de Boko Haram y otros grupos armados han dejado más de 52.000 cristianos asesinados desde 2009. Muchas aldeas católicas han sido arrasadas y sus templos destruidos. En Burkina Faso y el Congo  los cristianos han sido masacrados y decapitados, produciendo también emigración masiva. Además de los ataques en Somalia, Pakistan, Afganistán,Siria e Irak. El Papa Leon XIV ha condenado estos actos pidiendo en sus rezos que cesen estos ataques que han aumentado dramáticamente.

En Nicaragua, el gobierno  ha convertido a la Iglesia en un objetivo político, encarcelando a obispos, prohibiendo procesiones y clausurando sedes religiosas. Estos ejemplos muestran cómo, en regímenes autoritarios o en contextos de violencia extrema, la fe católica se vive bajo amenaza directa.

En algunas democracias se vive la libertad con tensiones.En contraste, en los países donde existe el estado de derecho y la separación de poderes, la libertad religiosa está protegida por la ley. En estas sociedades, un católico puede practicar su fe sin miedo al Estado. Sin embargo, eso no significa que no existan tensiones. En Francia, se registran cada año cientos de actos de vandalismo contra iglesias y símbolos católicos. En Alemania y Austria, aunque la Iglesia tiene reconocimiento oficial, también se han multiplicado ataques contra templos. En América, las protestas sociales en países como Chile y Argentina han derivado en incendios y ataques contra iglesias.El caso de España es un ejemplo interesante. La Constitución protege la libertad religiosa y los católicos practican su fe con normalidad. No existe persecución institucional ni violencia sistemática. Lo que se observa son incidentes puntuales, como profanaciones de templos, pintadas ofensivas o debates políticos sobre la presencia de símbolos religiosos en espacios públicos.Estos fenómenos forman parte de las tensiones culturales propias de una sociedad plural. Hablar de ellos  implica reconocer que incluso en democracias plenas pueden darse episodios de hostilidad social, distintos en naturaleza y gravedad a la persecución sufrida en regímenes autoritarios. Un contraste que interpela.El panorama global presenta así dos caras: En algunos lugares, la fe católica es un riesgo mortal.En otros, como en Europa y América, existe libertad plena, aunque acompañada a veces de críticas sociales o ataques aislados. La diferencia es profunda. Y precisamente por esa diferencia, los países democráticos tienen una responsabilidad moral: valorar y proteger la libertad religiosa dentro de sus fronteras, y al mismo tiempo alzar la voz en defensa de quienes la viven bajo amenaza en otros continentes.Ser católico no significa lo mismo en todo el mundo. Para algunos, es una tradición vivida en paz; para otros, un acto que puede costar la vida. Este contraste invita a quienes gozan de libertad a no darla por sentada y a recordar a quienes, en otras latitudes, siguen pagando un precio muy alto por ser cristianos.