Crick
Se ha publicado este mismo mes, noviembre de 2025, un libro largamente esperado: una biografía intelectual de Francis Crick, considerado por muchos la mente más brillante del siglo XX. Bajo el título «Crick: A Mind in Motion – from DNA to the Brain», el profesor Mathew Cobb ha logrado esta reseñable hazaña. En 2006, Matt Ridley, ya escribió una buena biografía, extraordinaria en su concisión, cuya lectura dejaba abierta la puerta a la que aquí se glosa.
Hijo y nieto de zapateros, nació en un pequeño pueblo inglés en 1916, falleciendo a los 88 años en San Diego. Estudió Física en el University College de Londres pero la II Guerra Mundial truncó su incipiente carrera científica y tuvo que dedicarse a investigar sobre minas magnéticas y acústicas por encargo de la Marina Real Británica. Al acabar la guerra, como muchos otros físicos de la época, se pasó a la biología tras leer el famoso libro «¿Qué es la vida?» de Erwin Schrödinger. Le comentó a su padre que quería responder a esa pregunta del físico vienés que había obtenido el Nobel en 1933; sorprendentemente lo consiguió en apenas cinco años.
En 1953 firmó con James Watson el ‘paper’ más famoso de la historia de la ciencia. El artículo de Nature apenas tenía dos páginas, pero describía con precisión la estructura tridimensional del ADN que está presente en todos los seres vivos conocidos, por lo que obtuvieron el Nobel en 1962. Aquel acontecimiento le proporcionó algunos honores que rechazó, como el nombramiento de Sir, para concentrarse en su trabajo y ser leal a sus ideales, la realeza y la religión le producían un profundo rechazo. Se negó a dirigir un centro de investigación porque pretendían incluir una iglesia en el complejo que llevaba el nombre de Churchill; le escribió al mandatario una carta de renuncia por tal motivo.
Sus hallazgos científicos continuaron sorprendiendo al mundo. El siguiente fue el llamado Dogma Central de la Biología Molecular. Aunque frecuentemente se simplifica como “ADN hace ARN hace proteína”, el Dogma Central formulado por Crick entre 1956 y 1958 fue en realidad mucho más sofisticado. Crick identificó cuatro tipos de transferencia de información que ya habían sido observados experimentalmente: replicación del ADN (ADN→ADN), transcripción (ADN→ARN), traducción (ARN→proteína) y replicación de ARN en virus (ARN→ARN). Su principio fundamental afirmaba que “una vez que la información ha entrado en una proteína, no puede salir nuevamente» Crick fue el líder intelectual en el descifrado del código genético, una de las empresas científicas más ambiciosas de su época. En 1955, predijo teóricamente la existencia de moléculas “adaptadoras” (posteriormente identificadas como ARN de transferencia) que conectarían los 20 aminoácidos diferentes con el código de tres bases del ADN.
A nivel personal vivió la vorágine de los años 60, consumió LSD y entró en polémicas de las cuales pronto se arrepentiría. Tomó una decisión drástica y se fue a vivir a Estados Unidos con toda su familia e inició una nueva aventura intelectual. En 1977 se trasladó al Instituto Salk para dedicarse a la neurociencia. Durante los últimos 27 años de su vida, enfocó su considerable intelecto en uno de los misterios más profundos: el origen biológico de la conciencia. Con su colega Christof Koch, publicó una serie de artículos (1990-2004) que exploraban los correlatos neurales de la conciencia, particularmente enfocándose en cómo el cerebro genera la conciencia visual en cuestión de cientos de milisegundos. Su libro “The Astonishing Hypothesis” (1994) propuso que la conciencia es completamente explicable por la actividad de células nerviosas, representando un desafío fundamental a las explicaciones tradicionalmente religiosas o filosóficas de la mente. Los que trabajaron con él, mano a mano, reconocieron unánimemente que era la persona más inteligente que habían conocido.
UAG.