Prisma Internacional

¿Por qué no contamos nada en la escena internacional?

Mientras en Europa se suceden numerosas iniciativas de carácter multinacional para hacer frente a las nuevas y viejas amenazas, como la guerra de Ucrania y la campaña desestabilización de Moscú en Europa, cuyo cenit se ha alcanzado con el reciente ataque con drones contra Polonia, España apenas participa  en las mismas y nuestro Ejecutivo no es ni siquiera invitado a tomar parte en los últimos encuentros celebrados en varias capitales europeas. Buena prueba de ello fue la reciente cumbre de Washington entre Ucrania y Estados Unidos, a la que fueron invitados los presidentes de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia e incluso Finlandia. España ni siquiera fue informada acerca de los resultados de la misma, ya nadie nos consulta; simplemente no contamos nada. 

El presidente norteamericano, Donald Trump, que ha recibido a decenas de líderes mundiales desde que llegó a la presidencia hace siete meses, no se ha dignado ni siquiera a contactar telefónicamente con nuestro presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, y un encuentro entre ambos ni está planeado ni se espera. Apenas contamos en la escena internacional, no somos considerado un interlocutor válido, serio y creíble. ¿Qué es lo que ha pasado para haber llegado a esta irrelevancia?

No cabe duda que la radicalización de España en el asunto de la Franja de Gaza, empujado por nuestro Ejecutivo por sus socios de coalición, Sumar y Podemos, ha contribuido, en gran medida, a que nuestro país se encuentre cada vez más aislado en la escena internacional. La poco afortunada declaración de nuestro presidente, insinuando que si tuviera armas nucleares las utilizaría para detener lo que en el relato de Moncloa llaman el “genocidio de Gaza” (¿?),  generó una sonora protesta en Israel en boca del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, quien acusó a Sánchez de “amenazas genocidas”.

Antisemitismo desbordado, "amenazas genocidas" 

El antisemitismo desbordado en las calles de España, con ataques al equipo ciclista israelí que participa en la Vuelta Ciclista a España y otros hechos lamentables que darían para nota aparte, ha sido fomentado, tolerado, jaleado e incentivado por un Ejecutivo que ha hecho de la causa palestina un asunto prioritario de la forma más radical y sin ningún tacto, mientras minimizaba el atentado terrorista del 7 de octubre de Hamás contra Israel, en que fallecieron 1300 ciudadanos israelíes, 2100 fueron heridos y 251 secuestrados, muchos de los cuales ya han sido asesinados.  

Por mucho que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, pretenda justificar que España participa del consenso europeo con respecto a este espinoso asunto, nada es menos cierto y alejado de la realidad. Países como Alemania, Austria, Países Bajos, Hungría, Polonia y los Estados Unidos no comulgan abiertamente con la radicalización de España y no se sumarán a las medidas que pretende adoptar Sánchez contra Israel. Además, dada la cercanía política y personal, aunque con altibajos, entre Netanyahu y Trump, es más que seguro que la antipatía norteamericana hacia la España de Sánchez irá in crescendo. 

Ya en la última cumbre de la OTAN, celebrada en la La Haya el pasado mes de julio, el presidente Trump aseguró que España era un “problema”, al negarse a aceptar aumentar su gasto en Defensa hasta el 5%, tal como asumieron los otros 31 socios de la Alianza Atlántica en dicha cumbre. España apareció en la misma aislada diplomáticamente, incluso físicamente el presidente Sánchez apareció como a un lado del resto de los líderes de la OTAN en la foto final, evidenciándose la frialdad y soledad de nuestro presidente. Trump, siempre dispuesto a reunirse con cualquier líder internacional, no lo hizo -y lo que es peor: no mostró ningún interés en reunirse- con Sánchez. Creo que solamente dos presidentes de naciones de peso en el bloque occidental no han sido recibidos por Trump: el de España y el de Colombia, Gustavo Petro. Dos izquierdistas desbordados y trasnochados que no pintan nada en el mundo mundial, que diría Felipe González. Tampoco los demás socios de la OTAN, dada la unilateralidad de la posición española con respecto a aumentar el gasto en Defensa, recibieron con gran entusiasmo la salida de tono de Sánchez, poco solidaria y  nada acorde con los nuevos tiempos que se viven en Europa que exigen mayores sacrificios. Hasta la revista The Economist aseguraba en una de sus últimas ediciones que Sánchez, por sus posiciones marginales y radicales, encarna la “soledad de España”.