La barca de Pedro
Su sólida formación personal y religiosa se trasluce en un hálito de seguridad y humanidad cristológica, de bondad y emotividad que se manifiesta en sus gestos y sonrisas
El 25 de abril escribí y publiqué un artículo sobre el fallecimiento del Papa Francisco, otro tanto hice el 2 de mayo sobre la preparación del Cónclave para la elección del nuevo Papa que se celebró el 7 de mayo, y concluyó con la elección de León XIV. Por lo tanto era obligado cerrar esta trilogía, con quien ahora le corresponde gobernar la Barca de Pedro…
El anecdotario, las opiniones y las valoraciones sobre su persona, ha desatado toda una tormenta de pareceres a tan solo once días de la votación y su nombramiento. Es por eso que prefiero transmitir a mis lectores una impresión personal de tan magno acontecimiento para católicos y no católicos. Posiblemente esté equivocado, pero desde Pablo VI no había detectado tanta expectación en el mundo y en los medios de comunicación, ante la sucesión del sillón de Pedro: un mundo en guerra, una Iglesia zarandeada por el humo de Satán, graves problemas de los movimientos migratorios, abusos sexuales etc. etc.
Pero quienes pensaban y se inclinaban por la elección del Sumo Pontífice, progresista o conservador, se habrán llevado un fiasco importante. Los planes de Dios no son los de los hombres. y es al Espíritu Santo a quien corresponde inspirar a los 133 Cardenales y solo la libertad de cada uno de ellos les permite obedecer o no sus mociones. Por la alegría que respiraban en los días siguientes parece que el acierto ha sido generalizado y que la barca de la Iglesia ha caído en buenas manos.
El segundo aspecto que me gustaría resaltar es su formación académica y espiritual: matemático, cursó estudios de Filosofía en la Universidad de Villanova (Pensilvania). Se diplomó en Teología, y estudió derecho canónico después de haber hecho sus votos solemnes en la Orden de San Agustín el 29 de agosto de 1981.Fué ordenado Obispo el 12 de diciembre de 2014, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe en la catedral de su diócesis de Chiclayo. Toda esa sólida formación personal y religiosa se trasluce en un hálito de seguridad y humanidad cristológica, de bondad y emotividad que se manifiesta en sus gestos y sonrisas.
“Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor. Ayúdenos también ustedes y ayúdense a construir puentes con el diálogo... Soy hijo de San Agustín, agustiniano, que dijo: Con ustedes soy cristiano y para ustedes obispo” En este sentido todos podemos caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado” Me ha parecido muy relevante esta llamada directa que ha hecho a la necesidad de caminar juntos y unidos, sin divisiones a la patria que Dios nos ha preparado…”, confirmando que la paz en el mundo y la unidad de la Iglesia, serán dos de sus objetivos principales.
Finalmente, su espíritu evangelizador en este mundo tan hedonista se manifiesta en esta palabras que pronunció durante la homilía de su primera misa ante el Colegio Cardenalicio: “Hoy también son muchos los contextos en los que la fe cristiana se retiene un absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes, contextos en los que se prefieren otras seguridades distintas a la que ella propone, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder o el placer.
Hablamos de ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza y desprecia, o, a lo sumo, se le soporta y compadece. Y, sin embargo, precisamente por esto, son lugares en los que la misión es más urgente, porque la falta de fe lleva a menudo consigo dramas como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia.”