La Montaña Mágica

Barbas, cejas y colas

En mi época, los jóvenes acostumbrábamos a usar el pelo largo y las barbas frondosas y cerradas. Era un acto de rebeldía contra el corte “Humberto”, que nos hacían durante la infancia, y que consistía en rasurar, a la altura de los temporales, dejando una brizna de pelo, en el cenit de la cabeza.

La moda de los pelos y las luengas barbas la impusieron el Che Guevara y lo hippies que asistieron al Festival de música de Woodstock, en Estados Unidos, donde asistieron los peludos: Jimmy Hendrix, Joan Báez, Carlos Santana, Ravi Shankar, y Joe Cocker, entre otros.

Fue una generación que usaba collares, pulseras y chaquiras. Los tatuajes eran cosa de marineros y prisioneros.

En los años noventa, los jóvenes comenzaron a perder el pelo, y se volvieron calvos. La vida se volvió un sólo calvario. Este cambio de look se debió a varias razones: la alopecia genética, sensibilidad a la dihidrotestosterona, o al estrés causado por el trabajo y la vida acelerada.

Si los jóvenes del setenta se caracterizaron por ser una generación peluda, la del millenium, se identificó por ser una generación lampiña, de pies a cabeza.

La generación peluda venía de la antigüedad. Aristóteles y Platón usaron en su juventud, pelos y barbas largas.

En la antigüedad, el pelo largo era símbolo de fuerza y vitalidad. Para descubrir si Sansón era un hombre que poseía fuerza, la bella Dalila le cortó el pelo mientras dormía.

Hasta el siglo pasado, las mujeres cultivaban el vello a la altura las axilas y el pubis. Era una sana influencia del pintor Gustave Courbet, que en el siglo XIX pintó el cuadro ‘El fin del mundo’, hoy colgado en el Museo de Orsay de Paris.

Las colas en el cuerpo humano, las hay de dos maneras. Las ‘colas de caballo’ que se hacían los vikingos durante sus invasiones a Inglaterra; las colas relucientes de los indios americanos, y que significaban belleza y poder; y las colas, culos o traseros, que también han tenido cambios sustanciales a lo largo de la historia.

En relación con estas últimas, hay que decir, que las colas de las mujeres hasta los años setenta eran normales y de medidas proporcionales. Verbigracia, la cola de Angelina Jolie y Sofía Vergara.

Cuando la mafia adquirió un estatus social entre la burguesía y la clase media, comenzaron a desfilar en los centros comerciales, mujeres pasadas por el bisturí, con unos senos y traseros plenipotenciarios.

Las damas que se dejaban pasar por el bisturí o se aplicaban polímeros, imitaban a las afrodescendientes, que no necesitan aparentar con sus afeites, debido a que el dios Changó las dotó muy bien, genéticamente.

Al comenzar el milenio, el concepto de identidad produjo una revolución en el cuerpo. Hombres y mujeres comenzaron a tatuarse, y a colocarse peircing en la nariz, la lengua, los labios, el ombligo, y otras partes insospechadas del cuerpo humano.

Ahora no sólo se escribe en una hoja de papel o sobre la pantalla de un computador. Se escribe sobre el cuerpo humano por cuestiones de identidad, para visibilizar sus ancestros, o por una elección sexual.

En el siglo XXI las cejas y las colas de los ojos están de moda. Las cejas, que son un homenaje a la pintora Frida Khalo. Las colas de los ojos, que nos recuerdan a Cleopatra, la antigua reina de Egipto.