La mirada de Ulisas

Arde el mundo. ¡Lamentablemente ya no es una metáfora!

LA MIRADA DE ULISAS no le da crédito a lo que sus ojos observan ya casi como habitual y doloroso: arde el mundo en todo sentido ante su vista en turbación. Lo que ve a diario en los noticieros a nivel mundial es de lamentar. Todo está en fuego, desde los campos, inclusive los de batallas, hasta los corazones de las personas dotadas de buen corazón Se les vuelve intolerable tanto desastre: terrenos devastados por las llamas bajo la imposibilidad de los bomberos de controlar innumerables y virulentos incendios. Ante su nublada vista, los habitantes de las regiones afectadas pierden sus hogares. De un momento a otro, quedan sin nada: con una mano adelante y otra atrás, si no es la muerte la que les arrebata el aliento por asfixia o por quemaduras extremas.  La tristeza invade rostros y la mente de la mirada de Ulisas se pregunta ¿qué hemos hecho para agenciar semejantes tragedias que ya no tienen nacionalidad. Se vislumbran por doquier. Sin pasaportes ni permisos especiales las gigantescas llamaradas traspasan fronteras y arrasan con vastos terrenos al dejar cosechas en humo y los bosques en desiertos. Es un espectáculo dantesco que nos proporciona la naturaleza con su propio consumo y cataclismo. Todo permanece en cenizas o en un nuevo foco de incendios a la menor brisa. Los vientos huracanados llevan la semilla del fuego a otros lugares. Kilómetros y kilómetros de terreno se ven destruidos. Los paisajes son apocalípticos. Ya no tienen nombre, pueden ser españoles, portugueses, griegos, gringos o en el territorio del Amazonas, por sólo nombrar algunas localizaciones, cuando con propiedad se puede decir que son cuantiosos países de numerosos orígenes los involucrados en tantas llamaradas. Las naciones se van sumando a las calamidades.  La aridez carcome terrenos pero también a almas en desvelo. Lágrimas salpican tanta tragedia y se convierten, sin advertir de la noche a la mañana, en pavorosas inundaciones. Se registra que el clima está tan loco como los espíritus de tantos pobladores del planeta, que ya no saben que más hacerle al hábitat para seguir volviéndolo insoportable e invivible.  Muy triste le parece a la mirada de Ulises que los gobiernos no hagan nada o tan poco para detener múltiples catástrofes que día a día se muestran implacables. La mirada de Ulisas que tanto le rehúye al uso del adjetivo, en este artículo se le vuelven compañeros de expresión para manifestar su descontento y su tristeza, sobre todo ante el cuestionamiento que le hace a los regímenes políticos sobre los manejos o las pésimas medidas que toman sobre el tema. No resulta simplemente un asunto individual, concierne al mundo en general. Desde cualquier punto cardinal se deben tomar en cuenta las medidas para tratar de impedir estos dramas. Los estragos repercuten en los polos hasta en los océanos, donde la vida marítima se ve perjudicada y en vasto desequilibrio igual que las selvas. Son los pulmones del mundo, y por lo tanto vitales para nuestra existencia. Los corales mueren igual que los peces. La flora y la fauna del mundo se merman y los grados de temperatura alucinan. Muchas especies en vía de extinción nos relatan la tragedia. Todo parece estar patas arriba. Una imagen que le cabe al mundo en la actualidad.

La mirada de Ulisas no pretende jamás ser pesimista, al contrario, la sonrisa la habita y quisiera poder hablar sólo de cosas hermosas y positivas, pero ante sus párpados que se mantienen bien abiertos para hacerse a una idea real de lo que está padeciendo su entorno, no puede ocultar la verdad. Saltan a la vista las escenas de horror: carros flotando a la deriva en medio de lo que parecen ríos que invaden ciudades y pueblos cuando se trata de la cabalgada del agua sin cauce y con desbordadas corrientes. Y si no son ruinas y más ruinas mezcladas con escombros las que dejan las deflagraciones a su paso.

A veces la mirada de Ulisas despierta con ganas de hablar de las maravillas del mundo, ¡que no son pocas!, pero ante tanta hecatombe su conciencia no debe dormir en paz y sus escritos tampoco pueden estar ausentes de la verdad impuesta por su rostro en lágrimas. Esa mirada de Ulisas, que bien conocen los lectores, se une al llanto colectivo de personas sensibles y preocupadas que se cuestionan sobre el porvenir de la Humanidad y lo que como adultos y responsables de nuestros actos les estamos dejando a nuestras futuras generaciones. Una mirada se impone sobre contenidos tan serios que no pueden esperar decisiones de un mañana. La mirada de Ulisas hace un llamado urgente e indispensable para que se tomen cartas en estas desgracias que competen a tantos gobiernos y sus dirigentes.

¡Y qué decir de las guerras con sus fuegos y sus muertes! Motivo suficiente para añadirle más preocupación a este mundo que ya no da más del maltrato infringidos a su gente y al hábitat que es nuestra morada, la única que tenemos, así soñemos con conquistar nuevas plazas en el universo. Por ahora, ¡y no sabemos hasta cuándo!, solamente contamos con nuestro planeta Tierra, donde debemos anclar nuestras raíces y exigir que las respetemos como se lo merecen, sin tanto atropello que las tornan rebeldes. Nos cobran su calvario con una voz en reclamos que no entendemos bien por estar sordos y mudos ante su queja.