Un ángel mojado en sangre
César González Ruano publicó en 1931 una biografía de Carlos Baudelaire, así se le llamaba entonces. Tuvo un resonante éxito que cambió su vida para siempre, en el banquete que se le dio por ello en el Círculo de Bellas Artes hizo apostasía de la izquierda y se instauró para siempre en un mundo baudeleriano. Este mundo incluía una pretendida pertenencia a la aristocracia, una vida canalla y la proclamación de un antimodernismo del que Baudelaire fue epítome tras la Revolución francesa. César proclamó a Carlos como ‘un ángel mojado de sangre’, también dijo que ‘las moscas son ángeles mojadas en tierra negra, ángeles rebeldes que se acuerdan del cielo atávico y caótico cuando cabecean y gruñen en los cristales de las ventanas’. Aquel aliento poético estaba influenciado por la lectura de ‘Las Flores del Mal’ y, sin duda, por este poema:
La fuente de sangre
A veces siento que mi sangre fluye a raudales,
Igual que una fuente con sollozos musicales.
Oigo claramente cómo fluye su murmullo largo,
Pero me palpo en vano para encontrar el tajo.
A través de la ciudad, como en un campo cercado,
Se escapa, los adoquines en islotes transformando,
Para saciar la sed de todas las criaturas,
Y teñir de rojo en todas partes a la natura.
He suplicado a menudo a los capciosos vinos
Adormecer por un día el terror que me socava;
¡El vino vuelve el ojo más claro y la oreja agudiza!
He buscado en el amor sueños olvidadizos;
Pero el amor es para mí como una cama de alfileres
¡Hecha para dar de beber a esas crueles mujeres!
(versión de Pedro Alcarria Viera)
En 1948, González Ruano estaba viviendo en Sitges y publicó una segunda edición de su ‘Baudelaire’. Es la que tengo en mis manos primorosamente editada en Barcelona por José Janés en su colección ‘Manantial que no cesa’ e impresa en Gráficas Ampurias. Pocas veces coinciden en un libro tal calidad de diseño, impresión y contenido.