Disquisiciones

La alegría de diciembre

En diciembre reina el entusiasmo cuando se entra definitivamente en modo navidad, aunque "los hombres no somos sino briznas de hierba en las manos de Dios" como dijo Bossuet.

La fecha de velitas corresponde en el mundo cristiano a la fiesta de la Inmaculada Concepción, preámbulo de un periodo que se inicia entre luces de esperanza, aires de reconciliación y renovación de propósitos de vida. Es la apertura formal de reuniones sucesivas hasta la celebración del nacimiento de Jesús, con los desplazamientos del universo familiar a destinos para festejar con energía otra anualidad. 

La época tiene un gran significado por el encuentro y hospitalidad de unos y otros, días en que se festeja el encuentro con el abrazo amigo o se rememoran las fechas con personas grabadas siempre en el corazón. 

Un periodo donde para algunos resulta cierto tono de nostalgia porque flotan las circunstancias adversas, afloran sentimientos de ausencia, o donde las expresiones de solidaridad se extienden para aliviar el olor a tempestad y disimular un derrumbe de ilusiones. 

Los villancicos son entonados sin pena aunque no se cante bien. Es usual enviar o recibir mensajes especiales en llamadas que llegan y van, mientras que los adornos en fachadas, espacios públicos con tejidos de luces y figuras, junto a los regalos en el árbol navideño constituyen la magia  que suma sonrisas de un excepcional estado de felicidad y bienestar. 

Para otros, es la mejor alternativa para compartir verdaderos momentos de familia donde se viven las hermosas inquietudes que proporcionan los hijos, en quienes no es cierto que necesiten nueve meses para poder mostrarse sino de toda una vida para formarse, que en la imperfección humana cuando ya está hecho, no sirve sino para morir. Señala el académico Hernán Alejandro Olano García en el prólogo de la segunda edición de <<Memorias del amor en otoño>> que <<respiramos, pero no vivimos, sin saber en qué momento, la longevidad permanezca o se desvanezca como el fuego de una cerilla hasta dejarnos en un profundo y eterno sueño>>  

La época de diciembre es especial por la concurrencia familiar que hace parte de significativas vivencias, como la de aquella abuelita que de joven aprendió la receta española del particular manjar de buñuelos que va transmitiendo de generación en generación, una masa de harina con huevos y el toque particular de una esencia que es el verdadero secreto de su elaboración culinaria. Un ejercicio paciente sobre tela especial y blanca en una mesa grande de madera donde revuelve el amasijo hasta dejarlo a punto. Luego reposado, toma y deja freír en una paila de cobre esas porciones que son mezcla de cariño con el amor infinito que solo tienen las madres. Los pedazos de esa amalgama amorfa quedan listos cuando toman el color central de girasoles dorados, que con la cocción precisa son cubiertas de almíbar, para convertir el bocado en la apetitosa vianda de memoria familiar… 

Con mis disquisiciones un especial saludo en esta navidad.