Alarmas se disparan
LA MIRADA DE ULISAS con su conciencia puesta como un radar en todo lugar, que pueda husmear sobre la condición humana para sacar conclusiones sobre la vida y la sociedad, escribió sobre las actitudes de numerosos políticos que conocemos. Los que se hacen los desentendidos sobre el cobro que les hará la Historia. Sabemos que sus páginas no perdonan nada ni a nadie. Lo enuncié en mi artículo “LA VOZ DE ALERTA”. Esta vez en este nuevo artículo que entrega al Diario de Madrid La Mirada de Ulisas, cuyo título se asemeja al anterior: “ALARMAS SE DISPARAN”, se basa en mencionar lo que implica la política para determinados gobernantes que la ejercen como pasión y profesión. Al principio, hablan con la sinceridad que se espera de ellos, pero muy pronto caen en el engaño de los enredos que tras bambalinas teje la política. Empiezan con el amor al poder, que me parece bien porque si no tuviesen esa inclinación no serían buenos líderes, hay que ser amante del mando para poder asumir el rol que demanda la política, pero no por ello se puede desbordar su función ni ejercer una autoridad sin límites sin tomar en cuenta la necesidad de los electores.
Anhelo traer a la memoria una película colombiana dirigida por el cineasta Mario Mitrotti, (qepd): “EL CANDIDATO”, con el personaje de Clímaco Urrutia, un protagonista creado por el actor Jaime Santos (qepd). En una escena se ve al pueblo reunido para atender el discurso de su candidato, Clímaco Urrutia. Lo escuchan atentamente apuntar: “Amigos y amigas queridos por fin les pondré el puente que tanto necesitan”. La respuesta en el filme no se hizo esperar, la gente arremolinada contestó con furia: “pero si no tenemos rio”. Y el aspirante al poder con sus ansías de dominio reviró: “pues, tranquilos y no se preocupen que les construiré un río”. Por supuesto que la cinta cinematográfica pretende caricaturizar esa realidad, pero no se aleja de la condena de esas promesas vanas que se hacen en el momento de la candidatura, cuando todo se vale, pero una vez en el gobierno se hacen al olvido. Se pierden en las mismas palabras que se pronunciaron sin el sentido debido. Supuestamente, en política todo resulta propicio con tal de alcanzar la meta. Las artimañas están a la orden del día para captar incrédulos, que luego desilusionados se arrepentirán de haber votado por el candidato equivocado.
La gran inquietud que preocupa a Ulisas con su mirada a veces ingenua, es: “¿si todo realmente se vale en política? ¿Acaso luego de asumir la presidencia deben o pueden menospreciar las necesidades de la masa votante? Representa al pueblo, compuesto por los más necesitados que buscan voz en sus dirigentes.
La mirada de Ulisas cree que muy pocos políticos se salvan de caer en esa “política” o en la habilidad de hacerse a intereses personales, al buscar y sacar adelante sus propios beneficios, además de intentar a toda costa permanecer el máximo tiempo en la butaca de la soberanía: ese trono que produce tantas mieles, según parece y que le da alimento al ego. Lamentablemente, una vez el escogido se encarama en sus complacencias no quiere bajarse del podio donde ha establecido sus redes, como tentáculos para engancharse a la plaza que ocupa. Se observa, entonces, que los dirigentes hacen alianza con el diablo, si es el caso, para perdurar en el banquillo de la potestad, que los ciudadanos le supieron dar, para luego verse traicionados en las ventajas ofrecidas antes de llegar al trono que les espera a esos políticos mal intencionados. Saben aprovecharse de la oportunidad y luego echar al abandono lo ofrecido.
Se debe mantener fresca la memoria para recordar que los padres de la democracia fueron los griegos, aunque no ejercida en todo el Peloponeso, ya que algunas zonas como Esparta seguían siendo gobernadas por un modelo feudal o dictatorial. Los atenienses establecieron un sistema más participativo que dio lugar a nuestras democracias, que si bien no son ideales son mejores que los regímenes autocráticos o despóticos. En la obra “La República” de Platón plantea la idea de un gobierno liderado por filósofos-reyes con una tendencia más amplia y cargada de sabiduría. En cambio, Aristóteles se basaba en una teoría más realista al conocer las bajezas de la naturaleza humana para ser tenidas en cuenta. Sin embargo, se debe considerar que, si bien la política se hace a sus propios cambios y transformaciones, los hombres deben mantener lineamientos diáfanos en el manejo del poder y no echar en saco roto el hecho de que la posición alcanzada no será permanente y que tiene que ser manejada con la altura anhelada en nuestros políticos: una manera de proceder cimentada en un sentido humanitario bien ideado y justo. Las alarmas se disparan para que el voto del pueblo sea cumplido y la misión de los gobernantes sea noble y digna.