Treinta años después de los acuerdos de Dayton para Bosnia y Herzegovina: un balance
En noviembre de 1995, tras la larga carnicería bosnia, los presidentes de Serbia, Bosnia y Herzegovina y Croacia, Slobodan Milosevic, Alija Izetbegovic y Franjo Tuidman, respectivamente, firmaron los Acuerdos de Dayton para poner fin a la guerra civil en este país balcánico. El mismo, rubricado bajo presión política y militar de la administración norteamericana conducida por el presidente Bill Clinton, se trataba de un tratado de paz que ponía fin a la guerra en Bosnia y Herzegovina en 1995.
Después de una cruenta guerra entre bosnios (musulmanes), serbios y croatas, el Acuerdo fijaba la división del país en dos entidades autónomas: la Federación de Bosnia-Herzegovina y República Srpska -49% del territorio total-. Los Acuerdos también incluyen mecanismos para la implementación de la paz, como la desmilitarización, la celebración de elecciones, el retorno de refugiados y la supervisión internacional del cumplimiento de lo firmado.
Sobre el terreno, a pesar de que seguían prevaleciendo la desconfianza y las suspicacias entre los distintos bandos, las armas dieron paso a un frágil proceso de reconstrucción de las instituciones y de regreso y retorno de los refugiados expulsados en las diversas campañas de limpieza étnica llevadas a cabo por todos los bandos. Más de 100.000 bosnios -el 4% del censo del país-, aproximadamente, perdieron la vida en esta guerra y miles fueron desplazados por el conflicto.
El espinoso regreso de los refugiados
Tras la guerra, el regreso de los refugiados fue un proceso lento y complejo, marcado por dificultades como la falta de seguridad, la discriminación, la xenofobia y la destrucción de propiedades. Pese a todos, un millón de bosnios regresó a sus casas y antiguas ciudades entre 1995 y 2001, aunque hay que reseñar que la grave situación social y económica y la falta de expectativas ha provocado un auténtico éxodo en este siglo, habiendo pasado la población en Bosnia de 4,5 millones en 1991 a los actuales 3,1, según el último censo efectuado en el país. Parar esa sangría migratoria es uno de los principales desafíos que enfrenta este país.
En lo que respecta a la convivencia multiétnica, hay que reseñar que los bosnios y los croatas fueron integrados en la Federación de Bosnia y Herzegovina, que a su vez está divida en diez cantones, y siguen prevaleciendo las diferencias y la divisiones en clave nacionalista. Ambas etnias, con sus respectivas milicias, estuvieron en guerra durante el conflicto, en lo que se conoció como “la guerra croata-bosnia”(1992-1994), y si al final de la contienda forjaron una alianza y dieron por finalizado el enfrentamiento fue más bajo presión de los Estados Unidos -que auspiciaron los Acuerdos de Washington que dieron paso al cese de hostilidad entre ambos bandos- que por conveniencia de los mismos en poner fin a sus disputas territoriales.
Los croatas de Herzegovina, agrupados en el Consejo de Defensa Croata (HVO), formaron una suerte de entidad autónoma que anhelaba unirse a Croacia y perpetraron algunas matanzas terribles en algunas localidades pobladas mayoritariamente por bosnios (musulmanes). Al final de la guerra, en el verano 1995, ambos ejércitos participaron en varias acciones militares contra los serbios al calor de la Operación Tormenta lanzada por Zagreb y que liberó numerosos territorios ocupados, sellando la derrota total de las milicias serbocroatas y poniendo en apuros a los serbios de Bosnia.
Fue precisamente esta ofensiva militar la que sentó las bases para abrir las negociaciones de Dayton que pusieron fin a la guerra. Los líderes de los tres países fueron presionados por la comunidad internacional, pero muy especialmente por el presidente norteamericano Bill Clinton, para que pusieran fin a la guerra bajo la amenaza de una intervención de la OTAN.
Los Acuerdos de Dayton tampoco rebajaron la tensión política en Bosnia y Herzegovina, ya que la República Srpska -creada por los criminales de guerra serbios Radovan Karadzic y Ratko Mladic- sigue apostando por la secesión de la misma y la futura integración en Serbia, algo a lo que se opone la comunidad internacional liderada por la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos. El líder de los serbios de Bosnia, Milorad Dodik, amenaza periódicamente con romper las reglas del juego y plantea la cuestión de la secesión de la entidad política serbia. Estas amenazas, que provocarían un terremoto en los Balcanes, son una espada de Damocles que pende sobre Bosnia desde 1995.
Además, en las tres comunidades los partidos nacionalistas respectivos de las mismas lideraron el voto popular en las últimas elecciones generales celebradas en el país en el año 2022, lo cual revela que las heridas no se han cerrado del todo y que el nuevo Estado bosnio está prendido por frágiles alfileres. Quizá, si algún día se consuma finalmente el proceso de integración de los Balcanes en la UE, el proceso iniciado con los Acuerdos de Dayton logre consolidar definitivamente el Estado bosnio, alejar el fantasma de la partición del país y sentar las bases para una paz duradera y sólida.