Bocatas Madrid denuncia la prohibición del Ayuntamiento de repartir comida en Ópera y alerta de un “castigo a la solidaridad”
Bocatas Madrid acusa al Ayuntamiento de vetar su labor en Ópera tras 30 años de reparto solidario; el Consistorio alega riesgos sanitarios, de orden público y falta de control
La ONG Bocatas Madrid, con casi treinta años de trabajo comunitario en el distrito Centro, ha denunciado públicamente que el Ayuntamiento de Madrid les ha prohibido continuar con su tradicional reparto de comida a personas sin hogar en la plaza de Ópera. El colectivo asegura que esta decisión convierte en “actividad ilegal” un trabajo que llevan realizando de manera continuada cada lunes desde hace más de tres años en uno de los puntos con mayor concentración de sinhogarismo de la ciudad.
La organización difundió un vídeo que se ha viralizado en redes sociales y en el que su portavoz, Jesús ‘Chules’, resume la situación con un mensaje directo: “Alimentar y acompañar a los pobres está prohibido”. Según relatan, su labor consiste en distribuir alimentos recuperados gracias a la Ley de Segunda Oportunidad Alimentaria, productos donados por más de 30 supermercados y comida casera preparada por voluntarios. Pero, sobre todo, consiste, aseguran, en “crear amistad y evitar que la gente se sienta sola”.
El punto de inflexión: inspecciones y acusaciones de ilegalidad
Tras años de actividad sin incidentes destacables, el conflicto estalló tras el verano, cuando agentes de la Policía Municipal e inspectores de Sanidad acudieron a Ópera exigiendo la trazabilidad de los alimentos repartidos. “Era absurdo. Como si la tortilla de patatas de la abuela en San Isidro tuviera trazabilidad”, ironiza el portavoz de la ONG.
Desde entonces, afirman, el Ayuntamiento empezó a “buscar motivos” para frenar su actividad: primero por perturbar el orden público, luego por incumplir horarios de carga y descarga, y finalmente incluso señalando el nivel 4 de alerta antiterrorista como argumento para impedir la entrada de su furgoneta.
La ONG sostiene que el veto responde a presiones de algún vecino o sector hostelero, aunque asegura que la mayoría de personas que pasan por Ópera —turistas, vecinos y comerciantes— muestra apoyo y agradecimiento por su labor.
De 300 personas atendidas a apenas un centenar
Antes de la prohibición, Bocatas atendía en Ópera a unas 300 personas cada lunes, sin altercados relevantes y cuidando la limpieza de la plaza después del reparto. Desde que se les impide operar en ese punto, se ven obligados a repartir de forma dispersa y casi clandestina, recorriendo calles y plazas para localizar a las personas sin hogar. Como resultado, solo alcanzan a entre 80 y 100 beneficiarios, un tercio de lo habitual.
“Cuando vemos a la policía, nos asustamos. Parece que vendiéramos droga en vez de ayudar a quien pasa hambre”, lamenta Jesús, insistiendo en que “prohibir alimentar es aporofobia”.
El Ayuntamiento niega persecución y habla de “riesgos y reiterados incumplimientos”
El Consistorio madrileño rechaza la idea de que exista una persecución y asegura que su intervención responde a motivos sanitarios y de seguridad. Entre los argumentos enumerados por el concejal de Centro, Carlos Segura, y por el área de Políticas Sociales, destacan:
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Falta de trazabilidad y garantías sanitarias en los alimentos.
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Entrada no autorizada de vehículos en horarios restringidos.
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Ocupación no autorizada de vía pública y acumulación de cajas.
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Aglomeraciones que habrían requerido intervención policial.
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Imposibilidad de anonimato para las personas sin hogar, lo que podría considerarse señalamiento.
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Ausencia de control sobre las personas atendidas, lo que dificultaría la intervención de los servicios sociales.
El Ayuntamiento defiende que ya existen recursos municipales suficientes, como la campaña de frío, el Samur Social, los centros de servicios sociales y la Tarjeta Familias.
La ONG rebate: “Los recursos no llegan a todos; nosotros somos la última red de contención”
Bocatas Madrid rechaza la visión municipal y asegura que la red de recursos municipales no cubre toda la demanda real. Según explican, muchas de las personas a las que ayudan no pueden acceder a la Tarjeta Familias por falta de empadronamiento, documentación o estabilidad residencial. Otras, sencillamente, no encuentran plaza en los dispositivos de frío.
En su opinión, la decisión del Ayuntamiento es “injusta” porque castiga a quienes atienden a quienes quedan fuera del sistema. “Si esos recursos funcionaran para todos, no habría 300 personas esperando un bocadillo cada lunes”, denuncian.
¿Un local como solución? ONG y Ayuntamiento chocan
El alcalde, José Luis Martínez-Almeida, reconoce la labor de Bocatas pero insiste en que deben contar con un local desde el que repartir los alimentos, lo que permitiría —según su postura— garantizar el control sanitario y la intervención social.
Sin embargo, la ONG asegura que esa no es una alternativa real. “No hay locales disponibles, ni para nosotros ni para el Ayuntamiento”, afirma Jesús. Además, temen que, si surgieran quejas vecinales, un local también sería cerrado, como ocurrió con la Dispensa Solidaria durante la pandemia. “El problema no es el local: es que a algunos les molesta ver la pobreza”.
Una labor que va mucho más allá del bocadillo
Bocatas Madrid recuerda que su acción no se limita al reparto en la calle. Gestiona proyectos como:
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Cañada Real, con atención a familias vulnerables.
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El Garaje de la Ternura, un espacio de escucha y apoyo emocional.
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Espacio Bocatas, para jóvenes y familias.
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Programas de inserción laboral.
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Una red de recogida y distribución de alimentos que atiende a casi 600 familias al mes.
La ONG defiende que todas estas iniciativas tienen un hilo común: crear comunidad, reducir la soledad y estar donde los servicios oficiales no llegan o lo hacen tarde.