María (directora de ¿A mí quién me cuida?): “Nos enseñaron a ser eficaces, pero nadie nos enseñó a sostenernos en medio del dolor”
Con una sala llena y un silencio que solo se rompe para contener el llanto o afirmar con la cabeza, el documental ¿A mí quién me cuida? se presentó este miércoles en Madrid como un grito colectivo contenido durante años. Dirigido por María Montoya Martínez, médica y David Perea como director técnico, el trabajo da voz a quienes sostienen el sistema sanitario desde dentro, a menudo en silencio y con un sufrimiento invisible.
Testimonios íntimos, sinceros, demoledores. Una reflexión sobre los cuidados —los que damos, los que no recibimos, los que no sabemos pedir— y sobre un sistema que ha convertido a muchos profesionales en víctimas de su propia vocación.
Hablamos con su directora tras el estreno.
¿Cómo nace este documental?
Nació desde un lugar muy íntimo, en medio de un agotamiento colectivo que yo también sentía. Empecé a ver cómo muchas personas del entorno médico estábamos mal, pero no sabíamos cómo decirlo. Y pensé que, si tenía acceso al lenguaje audiovisual, debía usarlo para dar voz a todo ese malestar silenciado. No era solo una película, era una necesidad vital.
¿Por qué ¿A mí quién me cuida?? ¿Qué encierra esa pregunta?
Damos respuestas a las necesidades y exigencias de nuestras gerencias y organización, damos la mejor calidad asistencial que el paciente merece, pero cuando esta combinación acaba por tener que negligirte, que olvidarte; a la cabeza viene la pregunta ¿A mi quien me cuida?.
Durante la grabación, ¿hubo algo que te conmoviera especialmente?
Sí. El nivel de dolor contenido. Personas jóvenes, con muchísima vocación, que están agotadas, con sensación de fracaso o culpa por no poder más. Me sorprendió la claridad con la que muchas expresaban ese malestar, pero también el miedo a compartirlo. Hay una especie de pacto tácito para no hablar de esto, para no parecer débiles.
¿Qué dice esto del sistema sanitario actual?
Que está profundamente deshumanizado. Funciona en base a la productividad, a la eficiencia. Lo que importa es cuántos pacientes ves, no cómo los ves. Hay una desconexión total entre el ideal con el que muchos entramos en esta profesión y la realidad con la que nos encontramos. Esa distancia, mantenida en el tiempo, acaba generando sufrimiento.
¿Crees que hay forma de revertir esta situación?
Solo si hay voluntad colectiva de mirarla. No hablo solo de más recursos, que también son necesarios. Hablo de crear espacios seguros para hablar de lo emocional, para compartir. De dejar de patologizar el cansancio y empezar a nombrarlo como lo que es: un síntoma de un modelo roto. Y de formar a las nuevas generaciones no solo en técnica, sino en lenguaje emocional y necesitamos conciencia de la situación y voluntad en el gremio político. Por muy bien que identifiquemos lo que nos pasa si nos siguen tratando igual, acabaremos todos por abandonar la profesión para poder cuidarnos fuera de ella, ya que dentro te dejas tu propia salud.
¿Qué papel juega el lenguaje en todo esto?
Es crucial. Nos enseñan a nombrar órganos, enfermedades, tratamientos. Pero no a nombrar emociones. Muchas veces no sabemos decir “estoy mal” o “esto me duele”. El lenguaje del cuidado también hay que aprenderlo. Y creo que el cine puede ayudar mucho a eso: a encontrar palabras para lo que duele.
¿Qué tipo de público esperas que vea esta obra?
La gente médica se sienta identificada y les permita salir de la soledad y quizás dar un paso a poner límites y exigir dignidad es un objetivo secundario. El principal es decir a la población: esta es la verdad de lo que está pasando con el gremio médico, o se toma conciencia y la sociedad y potenciales beneficiarios del Sistema nacional de salud (cualquier ciudadano del estado español) exigen junto con el gremio médico unas condiciones laborales dignas o el sistema se está vaciando de médicos. Un sistema de salud sin médicos, es un sistema fracasado
¿Cómo fue la acogida en el estreno?
Muy emocionante. Gente que se acercó llorando, dándome las gracias. O diciendo “esto es lo que yo siento, pero nunca supe cómo contarlo”. Sentir que eso ha llegado, que ha tocado, que ha abierto algo… le da sentido a todo el esfuerzo llevado cabo para que el proyecto saliese adelante. Ha sido un camino prácticamente vocacional..
¿Y qué futuro imaginas para ¿A mí quién me cuida??
Me gustaría que se proyecte en hospitales, facultades, congresos. Pero también en casas, con calma. Qué se difunda lo máximo, qué rompa el estereotipo de la persona medica privilegiada, imbatible e incansable. Que este accesible a cualquier persona que utilice el sistema nacional de salud.