José Tapias: “Madrid es hoy el gran punto de encuentro para familias, empresas e inversores nacionales y extranjeros"
El fundador y ceo de Club Raheem analiza el papel de Madrid como motor económico, la fuerza del networking de alto valor y la unión creciente entre empresarios españoles e hispanoamericanos.
En la última planta luminosa de un edificio señorial del barrio de Salamanca, donde Goya se cruza con Velázquez, se despliega un lugar que no se parece a ningún otro. No es un despacho, ni un lounge privado, ni un espacio de negocios al uso. Es, como lo define su fundador, un ecosistema donde las sinergias nacen de manera natural entre personas que comparten algo más que intereses económicos: comparten una forma de entender el esfuerzo, la prosperidad y la libertad. Se trata del club privado de negocios de moda en Madrid.
Club Raheem cumple siete años convertido en un referente para empresarios, directivos, inversores, fundadores de compañías familiares y actores clave del tejido económico que buscan crecer en un entorno de confianza. Un hub donde se cruzan trayectorias de cuatro continentes, donde se sellan acuerdos, se forjan alianzas y se construyen vínculos que trascienden lo transaccional.
Con José Tapias hablamos de Madrid, de emprendimiento, de la soledad del empresario, de la demonización del éxito, de Latinoamérica, de la necesidad de comunidad, de la economía colaborativa y de por qué, a pesar de todo, siempre hay razones para creer en la fuerza creadora de quienes emprenden.
José, mucha gente oye hablar de Club Raheem como un lugar influyente, pero pocos conocen su naturaleza real. ¿Qué es en esencia?
Club Raheem es un club privado boutique situado en el ático en la esquina de Goya con Velázquez, pero no es solo un espacio físico. Es, ante todo, un ecosistema donde nacen y se reproducen sinergias entre buena gente que se dedica a los negocios. Aquí los negocios no son el fin. Son la consecuencia natural de relaciones profesionales que derivan en confianza, afinidad y amistad. Esa es nuestra esencia.
No queríamos crear un sitio donde la gente viniera a hacer networking como obligación o rutina. Sino un lugar donde las personas se encontraran, se escucharan, se reconocieran entre semejantes. Y cuando eso ocurre, los acuerdos, los proyectos y las oportunidades se dan solos.
¿Cómo se traduce esa filosofía en propuestas concretas para los socios?
En tres pilares muy definidos.
El primero es conectar por afinidad profesional y sectorial. No sumamos contactos, sumamos coincidencias. Si eres del mundo financiero, industrial, tecnológico, sanitario, inmobiliario o de cualquier otro ámbito, te conectamos con quien comparte tu lenguaje, tus desafíos y tus ambiciones. La clave es que haya sentido, compatibilidad y visión.
El segundo tiene que ver con algo muy propio de Madrid: su condición de capital económica y financiera. Muchas empresas, directivos y emprendedores de España o de otros países no tienen sede en el barrio de Salamanca. Aquí encuentran despachos, asistente de dirección, servicio de cafetería y un entorno donde operar y domiciliar empresas sin asumir los costes estructurales que supone instalarse en la Milla de Oro.
Y el tercer pilar es el ambiente que favorece los encuentros espontáneos. Organizamos alrededor de sesenta eventos al año —culturales, sociales, formativos, gastronómicos, intelectuales— y en ellos las personas conectan sin forzar nada. Las relaciones auténticas no se imponen, se propician.
Un rasgo distintivo del club es su conexión con Latinoamérica. ¿Por qué se convirtió en un eje estratégico desde el inicio?
Porque vimos algo que estaba ocurriendo antes de que fuera evidente: la dirección del flujo empresarial y familiar entre Latinoamérica y el mundo había cambiado. Durante décadas, quienes buscaban estabilidad, diversificación o seguridad jurídica miraban hacia Miami. Pero la situación sociopolítica de muchos países hizo que esa dirección se invirtiera hacia España, y específicamente hacia Madrid.
Y aquí, en el barrio de Salamanca, encontramos una comunidad enorme: venezolanos, mexicanos, argentinos, chilenos, ecuatorianos, bolivianos… Gente con cultura empresarial, con valores familiares fuertes, con voluntad de prosperar, con historias de esfuerzo. Decidimos convertirnos en una embajada de acogida, un puente humano y económico.
Les ayudamos en lo esencial: vivienda, colegios, proveedores, despachos, abogados, orientación, acompañamiento. Queríamos que se sintieran tratados como nos gustaría que nos trataran si estuviéramos a diez mil kilómetros de casa. Por eso un porcentaje muy importante de nuestra masa social proviene de esa tierra a la que siempre llamamos —sin retórica— bendita.
¿Qué convierte a Madrid en ese polo de atracción global que describe?
Madrid vive una luna de miel económica y social. Aporta una contribución determinante al PIB español, genera empleo, tiene estabilidad institucional, libertad económica, seguridad jurídica, fiscalidad razonable y un estilo de vida acogedor que combina tradición y modernidad. Además, tiene algo que no se cuantifica pero se siente: confianza.
Eso la convierte en un imán para emprendedores e inversores que buscan crecer sin tener que justificarlo. Por eso, desde Club Raheem decidimos convertirnos en un vector de desarrollo de negocio global en dos direcciones: atraer inversión extranjera, talento y familias hacia Madrid e internacionalizar empresas españolas hacia Latinoamérica.
Y siete años después podemos decir que ese objetivo se ha cumplido.
En un contexto donde se habla de demonización del empresario, ¿qué lugar ocupa un espacio como este?
Un lugar necesario. Existe una parte de la opinión pública que ha instalado una narrativa injusta: la del empresario como sospechoso, privilegiado o ventajista. Pero hay una verdad incontestable: el banco que financia el Estado del bienestar no es el banco central, son las empresas.
Los empresarios generan empleo, riqueza, innovación, cotizaciones sociales, impuestos, dinamismo económico, movilidad social. Y, sin embargo, con frecuencia viven en soledad: toman decisiones difíciles, cargan con la responsabilidad, afrontan riesgos que otros no ven.
En Club Raheem el empresario se siente protegido, comprendido y acompañado. Puede compartir experiencias, dudas, estrategias y aprendizajes. Esa generosidad de conocimiento multiplica resultados, amplía perspectivas y genera crecimiento sostenible. Eso fortalece no solo a las empresas, sino al conjunto de la sociedad.
¿Surgen realmente operaciones y proyectos dentro del club?
No hablamos de teoría, hablamos de hechos. Aquí se han cerrado operaciones de M&A, compraventa de empresas, fusiones, alianzas estratégicas, rondas de inversión, internacionalizaciones y adquisiciones relevantes.
Un ejemplo público es la venta de Servipak, la empresa logística más importante de Madrid, con treinta años de vida, adquirida por más de cuatro millones de euros por un holding venezolano. Todo se gestó aquí: desde los primeros contactos hasta las negociaciones más duras y la firma en notaría.
Y como esa, muchas otras operaciones que han generado empleo, riqueza e impulso económico.
Más allá de los acuerdos, hay algo que mencionas con frecuencia: el sentido de pertenencia. ¿Por qué es tan determinante?
Porque todo ser humano necesita sentirse parte de algo. El empresario también. Y cuando un socio necesita un proveedor, servicio o aliado, primero lo busca dentro del colectivo. Eso retroalimenta la economía interna del club y hace que todos crezcan.
Aquí nadie tiene que explicar por qué trabaja tanto, por qué arriesga, por qué quiere expandirse, por qué no se conforma. Aquí se habla el mismo idioma. Y eso genera cohesión, tranquilidad y fuerza emocional.
Madrid ya tenía clubes tradicionales. ¿Cómo se diferenció Raheem para abrirse espacio?
Introdujimos algo que no existía: el enfoque puramente financiero, boutique y orientado al negocio. En otros clubes, importantes por cierto, muy enfocados a los eventos y la gastronomía, por tamaño y dimensión el socio es un número dentro de la masa social. Aquí cada persona tiene nombre, apellido, trayectoria y afinidad profesional. Nos encargamos de conectarla con quien realmente le aporta. Esa fue la clave para ocupar un lugar propio en un mercado muy consolidado.
Uno de los hitos recientes fue la llegada de Albert Rivera. ¿Qué supuso para el club?
Su incorporación en mayo de 2024 potenció algo decisivo: visibilidad institucional y proyección pública. Cedí la presidencia en su nombre porque su perfil reforzaba el posicionamiento del club en términos de relaciones institucionales, y de comunicación, con su aportación en forma de trayectoria, experiencia y conocimiento. El resultado se traduce en: más notoriedad, más socios, más actividad, y mas impacto, ya que cuento con su ayuda en la dirección del club y en la concepción de futuras acciones corporativas y estratégicas.
El club celebra siete años con una remodelación integral. ¿Qué representa esta nueva etapa?
Representa evolución. Representa madurez. Hemos modernizado y digitalizado nuestros procesos e instalaciones en nuestra sede de Goya 18 para estar a la altura de lo que Madrid exige hoy. No es solo estética. Es visión.
Si tuvieras que transmitir un mensaje a quienes emprenden…
Que comprendan que juntos somos más fuertes. La economía colaborativa multiplica resultados. El empresario tradicional, el que se atrincheraba en su feudo aislado, pertenece al pasado. El que comparte, crece y recoge superior cosecha.
Y si tuvieras que resumir en una frase qué representa Club Raheem…
Que es un lugar donde las oportunidades para el crecimiento personal y profesional se encuentran, mientras disfrutamos el camino.