Jesús Feliciano Castro Lago: "La escritura puede ser un exorcismo de aquello que no se es capaz de expresar"
Jesús Feliciano Castro Lago debuta en la novela con La flecha invertida, una historia epistolar de memoria, dolor y resistencia. En esta entrevista, el autor gaditano habla sobre el poder sanador de la escritura, los desafíos de dar voz a las historias silenciadas y la influencia de su trayectoria en el relato breve en la construcción de su primera novela
La flecha invertida, la primera novela de Jesús Feliciano Castro Lago (Cádiz, 1972), irrumpe en el panorama literario con una propuesta valiente y profundamente humana. Tras una trayectoria destacada en el relato breve, Castro Lago se adentra en la novela con una historia que combina la intensidad emocional con una estructura epistolar poco convencional. A través de las cartas de Johanne, la protagonista, el autor teje un relato de memoria, dolor y resistencia, explorando temas tan complejos como las agresiones en el ámbito familiar y la búsqueda de la propia voz.
En esta entrevista para El Diario de Madrid, hablamos con Jesús Feliciano Castro Lago sobre los desafíos de dar vida a una historia tan profunda, el proceso de creación de La flecha invertida y cómo su experiencia como profesor de Lengua y Literatura enriquece su mirada literaria. Descubrimos, además, cómo la escritura puede convertirse en un ejercicio de catarsis y sanación, no solo para sus personajes, sino también para sus lectores.
Jesús, La flecha invertida es tu primera novela después de una destacada trayectoria en el relato breve. ¿Qué te motivó a dar el salto al formato largo y cómo ha sido esa transición?
La transición al formato largo no ha sido tanto un salto como una cuestión de necesidad narrativa. Siempre elijo entre el relato o la novela según la naturaleza de la idea que quiero desarrollar. Algunas historias encajan mejor en un relato porque se sostienen en pocas páginas, mientras que otras, por su complejidad, el número de personajes o la necesidad de mayor desarrollo, exigen el formato de novela. La flecha invertida no es la primera que escribo pero, por circunstancias editoriales, es la primera que publico. Por otro lado, el trabajo con el relato breve me ha servido para construir cada carta como si fuera un relato independiente. Cada una cuenta una historia, pero siempre deja algo sin decir, no por intriga o suspense, sino porque el destinatario no necesita saber más de lo que se le cuenta en su carta.
La novela utiliza una estructura epistolar para narrar la historia de Johanne. ¿Qué te llevó a elegir este formato y cómo influye en la conexión emocional con el lector?
A pesar de vivir en 2025, nunca he dejado de escribir cartas, por lo que la estructura epistolar me resulta un formato natural y cercano. Ya había trabajado con ella en algunos relatos y me siento cómodo en este estilo. Puede parecer anacrónico en la era del correo electrónico, pero creo que, al terminar la novela, el lector entenderá por qué era la mejor opción para contar la historia de Johanne. Además, las cartas generan una conexión muy íntima con el lector, ya que, al dirigirse directamente a un destinatario, crean la sensación de estar dentro de la propia historia. No hay nada más directo que hablar —o, en este caso, escribir— en segunda persona.
La flecha invertida aborda temas tan delicados como las agresiones en el ámbito familiar. ¿Cómo afrontaste el reto de tratar un tema tan complejo y sensible desde la ficción?
El proceso de recopilación de material fue duro emocionalmente porque la protagonista es amiga, y hasta que ella decidió contarme su historia, yo desconocía lo sucedido. Escuchar su testimonio, leer sus correos y mensajes donde narraba, a veces con crudeza, escenas tremendamente duras, hacía que me identificara con su dolor y sintiera el peso de la responsabilidad al trasladarlo a la ficción. Durante todo el proceso de escritura y corrección, su historia me ha acompañado como algo propio, y mi mayor reto ha sido tratarla con el respeto, la verdad y la sensibilidad que merecía. Algo que tenía claro desde el principio es que no me centraría en lo escabroso. Creo que los silencios y las insinuaciones consiguen que la historia gane. No obstante, es una novela, y en ella hay ficción. Si de algo me puedo sentir orgulloso es de que cuando Johanne leyó el manuscrito dijera: «Muchas cosas que has escrito no sucedieron, pero podían haber sucedido».
La protagonista, Johanne, utiliza las cartas como un ajuste de cuentas con su pasado. ¿Crees que la escritura, tanto en la novela como en la vida real, puede ser una forma de catarsis y sanación?
No tengo ninguna duda. La escritura, tanto en la novela como en la vida real, puede ser una forma de catarsis y sanación. De hecho, muchos psicólogos recomiendan escribir como una manera de tomar distancia de lo vivido, permitiendo que, al leerlo, uno pueda verlo desde fuera. A veces, esto ayuda a relativizar los hechos y comprender que no eran tan graves como parecían; en otras, actúa como un exorcismo de aquello que no se es capaz de expresar mediante la palabra hablada. Es, en cierto modo, un ensayo del discurso que nunca se dijo. Para Johanne, contar lo sucedido ha sido terapéutico; para mí, también, aunque de una manera distinta.
A lo largo de tu carrera literaria has demostrado una gran versatilidad narrativa. ¿Qué aportaciones o aprendizajes de tus relatos breves llevaste a la novela y cuáles dejaste atrás?
De todo lo que se escribe se aprende y se mejora, y esta novela no es una excepción. Si bien cada formato tiene sus propias exigencias, en La flecha invertida he profundizado más en el desarrollo del personaje femenino, algo que ya había explorado en Cobardes (2021) y en una novela inédita titulada Reyes de Ítaca, donde los personajes femeninos tienen un papel especialmente relevante. Sin duda, esas experiencias previas me han ayudado a abordar esta historia con una mirada más compleja y enriquecida.
Como profesor de Lengua y Literatura e impartidor de talleres de escritura creativa, ¿cómo influyen tus experiencias docentes en tu proceso creativo y en la construcción de tus personajes?
La docencia me ha dado una mirada más analítica sobre la literatura y la narración, lo que influye en mi propio proceso creativo. Explicar cómo funciona un texto me obliga a desmontarlo y, al corregir textos ajenos y justificar mis correcciones, aprendo a detectar fallos que luego evito en los míos.
En La flecha invertida hablas de memoria, dolor y resistencia. ¿Qué esperas que los lectores se lleven consigo tras sumergirse en la historia de Johanne?
Por un lado, espero que los lectores disfruten de la lectura; por otro, me gustaría que la historia les remueva algo por dentro. Creo que toda obra debe generar una respuesta emocional, no necesariamente desde lo negativo. También las historias que inspiran a mejorar tienen un impacto positivo. La flecha invertida es una novela de memoria y dolor, pero también de amor: hacia la familia, la amistad y la pareja.
La novela parece también un homenaje a las voces silenciadas. ¿En qué medida sientes que La flecha invertida contribuye a dar visibilidad a esas historias que a menudo permanecen en la sombra?
Todavía existe un gran tabú a la hora de hablar sobre las agresiones. Se sigue pensando que los problemas dentro de la familia deben resolverse en el ámbito privado, cuando, en realidad, si se trata de un delito, debe abordarse legalmente. Y eso es algo que muchas personas aún no comprenden. Las víctimas son víctimas, y los agresores deben responder ante la ley. Los casos recientes que han salido a la luz en Francia han abierto un nuevo camino en este sentido.
Cuando Johanne me confió que había vivido una situación de #MeToo (así me lo dijo), supe que su historia no podía quedar en silencio. No sabía si nacería como un poema, como un relato, o una novela, o si se quedaría solo como una escena dentro de otra historia, pero tenía claro que debía escribirla.
Además de la carga emocional, la novela destaca por su precisión en el lenguaje. ¿Cómo trabajas la prosa para lograr ese equilibrio entre la intensidad narrativa y la contención estilística?
Quizás peque de maniático del lenguaje, pero creo que cada párrafo, e incluso cada frase, debe trabajarse como si me fuera la vida en ello. Dedico más tiempo a la revisión, la reescritura y la corrección que a la propia redacción. Busco, ante todo, la claridad, pero también intento hacerlo de manera original, encontrando una forma efectiva de transmitir emoción sin caer en el sentimentalismo.
Para finalizar, ¿qué nuevos proyectos literarios tienes en mente? ¿Seguirás explorando la novela o regresarás al relato breve en tus próximas obras?
Además de seguir escribiendo relatos, algo que no creo que deje nunca, tengo en proceso editorial Reyes de Ítaca, una novela que también aborda el tema femenino, aunque de una manera muy distinta a La flecha invertida. Cuando tengo una idea, intento darle siempre una forma diferente a lo que ya he escrito, tanto en su esencia como en su estructura.