Empresa

Marta Beltrán: “El principal beneficio que hace una empresa es generar empleo”

Marta Beltrán

La directora de ADEFAM explica cómo la Asociación impulsa y protege a las empresas familiares madrileñas, defiende la formación, la sucesión generacional y la cultura del compromiso, y reclama un entorno fiscal justo y estable

Conversamos con Marta Beltrán, directora de la Asociación de la Empresa Familiar de Madrid (ADEFAM), entidad sin ánimo de lucro constituida en junio de 2003 que apoya y defiende a las empresas familiares de la Comunidad de Madrid, contribuyendo a su impulso y fortalecimiento. ADEFAM forma parte de la red de Asociaciones Territoriales de Empresa Familiar vinculadas al Instituto de la Empresa Familiar (IEF) —fundado en 1992—, y está integrada, además, en la red internacional Family Business Network (FBN), con sede en Lausanne (Suiza), que agrupa a 1.700 miembros de 50 países. Hoy, la asociación madrileña reúne a 121 familias empresarias, que juntas suponen casi el 7,5 % del PIB de la Comunidad de Madrid y generan más de 212.000 empleos. En conjunto con las asociaciones territoriales y el IEF, el tejido de la empresa familiar representa el equivalente al 24 % del PIB nacional.

Desde su sede en Madrid, ADEFAM se ha consolidado como interlocutor cualificado ante las instituciones, como promotora de la formación de las nuevas generaciones y como impulsora de una cultura de empresa comprometida con la sociedad, con la estabilidad y con la continuidad familiar como pilares de su identidad.

“ADEFAM nació para apoyar a las empresas familiares en sus procesos de relevo generacional y en su crecimiento”

Marta, ¿cómo llegas a la dirección de ADEFAM y cuál ha sido la evolución de la asociación en estos años?

Mi nombre es Marta Beltrán, licenciada en Derecho, con un máster en Comunicación y Relaciones Internacionales.

A lo largo de mi carrera me he formado en liderazgo y gobierno corporativo, completando el Programa de Dirección (PDD) del IESE y el Programa de Buen Gobierno del Instituto de Consejeros y Administradores (IC-A).

Además, he tenido la oportunidad de cursar el Programa de Defensa Nacional en el CESEDEN.

Siempre me ha gustado mucho la empresa familiar porque vengo de padre y madre de empresa familiar, aunque en mi caso, cuando ellos podían haber sucedido a sus padres, ambas empresas cerraron. Pero ese vínculo me marcó. Antes de llegar aquí, trabajé en Grupo Zena, una empresa de franquicias de restauración, donde dirigía el departamento de comunicación. El vicepresidente de Grupo Zena fue uno de los cinco fundadores de ADEFAM, y fue él quien me llamó para ayudarle a montar la asociación en junio de 2003. Me llamó porque había confianza mutua, y también porque era un proyecto muy bonito que sabía que me gustaría.

ADEFAM nació entonces dentro de una red de asociaciones territoriales, una en cada comunidad autónoma, todas vinculadas al Instituto de la Empresa Familiar (IEF), que se fundó en 1992. Todas trabajamos a imagen y semejanza del Instituto y, en el fondo, nuestro cometido es hacer interlocución con la administración. La palabra lobby a veces está mal vista, pero en realidad se trata de eso: interlocución. Lo que hacemos es apoyar y defender a las empresas familiares para que puedan mantenerse y seguir creciendo, para que no haya esa mortalidad empresarial que antes era tan frecuente.

El Instituto de la Empresa Familiar nació precisamente para dar respuesta a esa problemática. En los años ochenta y noventa, cuando fallecía el fundador o el presidente —generalmente en la primera generación—, muchas empresas se veían obligadas a cerrar porque la legislación no contemplaba un régimen fiscal adecuado. Eran compañías muy solventes, pero sin liquidez suficiente para afrontar los impuestos de sucesión. Esa situación provocaba que muchas empresas tuvieran que vender, cerrar o desaparecer. Y eso, además de la pérdida de tejido empresarial, suponía la pérdida de muchísimo empleo. Empleo local, de las regiones donde esas empresas habían nacido, lo que generaba un impacto directo en la economía local, regional y nacional. De esa necesidad surge el Instituto de la Empresa Familiar, y posteriormente, la red de asociaciones territoriales, entre ellas ADEFAM, que se creó en 2003, cuando ya se habían transferido las competencias a las comunidades autónomas en materia jurídico fiscal y tenía todo el sentido que los empresarios tuvieran interlocución con los Gobiernos de sus respectivas Comunidades Autónomas.

Actualmente, ADEFAM reúne a 121 familias empresarias, que juntas suponen casi el 7,5 % del PIB de la Comunidad de Madrid y generan más de 212.000 empleos. Si sumamos todas las empresas de las Asociaciones Territoriales y el Instituto, hablamos de unas 2.000 empresas que representan el equivalente al 24 % del PIB nacional. Esa cifra nos da una fuerza real de interlocución, y es la que utilizamos para hacer llegar a las instituciones nuestras propuestas, siempre desde la lealtad y el diálogo.

“La formación y el relevo generacional son esenciales para la continuidad”

Una de las claves que siempre destacáis es la formación, especialmente para garantizar el relevo generacional.

Sí. La formación es uno de los pilares de ADEFAM. No formamos a los empresarios en su negocio, porque cada uno ya domina su sector, sino en lo que ocurre cuando se juntan negocio, familia y propiedad. Ahí es donde surgen las verdaderas casuísticas que nos ocupan. No me gusta decir “problemas”, porque no siempre lo son, pero sí situaciones que requieren conocimiento y gestión. Cuanto más se sabe sobre qué hay que hacer para que la empresa funcione y se mantenga, y para que las relaciones empresa familia, familia empresa sean estables y ordenadas, mejor.

Que una empresa familiar funcione bien es esencial para que funcione bien el entorno donde se asienta, para que haya empleo y se genere riqueza.

En ADEFAM organizamos muchos eventos de formación, tanto en Madrid como en colaboración con otras Asociaciones Territoriales. Y prestamos una atención especial a la siguiente generación, lo que antes llamábamos el Fórum de Jóvenes y ahora denominamos Fórum Next Gen. Está compuesto por hijos, nietos o sobrinos de empresarios familiares, es decir, por quienes tendrán un papel fundamental en el futuro de las compañías, ya sea como ejecutivos o como accionistas. Nuestro objetivo es formarles, unirles y despertarles el sentido de pertenencia y de responsabilidad. Que conozcan otras empresas familiares, que vean diferentes modelos, que entiendan lo que significa ser accionista responsable, y que comprendan que detrás de cada empresa hay decenas o cientos de familias que dependen de ella.

También trabajamos en el ámbito educativo. Participamos en Cátedras de Empresa Familiar en universidades de toda España, acercando a los estudiantes universitarios a la realidad de la empresa familiar, y además impulsamos un programa precioso llamado Empresa Familiar en las Aulas, en colaboración con la Comunidad de Madrid. Con ese programa hemos llegado ya a más de 3.400 alumnos de colegios y centros de formación profesional. Vamos a las aulas con empresarios que cuentan su historia personal y profesional, y luego los alumnos visitan sus empresas. Es una experiencia muy enriquecedora, porque los chicos ven de cerca cómo funciona una empresa, lo que hay detrás de cada proyecto y lo que implica ser empresario.

“Queremos que los jóvenes entiendan la responsabilidad que conlleva dirigir o participar en una empresa familiar.”

Has mencionado la sucesión. ¿Cómo ayudáis a las empresas en esa transición?

El relevo generacional es el gran tema de la empresa familiar. Nosotros intentamos sensibilizar tanto al fundador como a la siguiente generación.

Al fundador, para que planifique el traspaso de poderes con tiempo y con serenidad. Y a los hijos o herederos, para que comprendan la responsabilidad que implica recibir ese legado.

Por eso damos formación durante todo el año. Hay programas específicos, como el Programa de Dirección y Gobierno, que realiza el Instituto de Empresa Familiar con el Instituto de Empresa, Ernst & Young y el Banco Santander. Es un programa enfocado a la gobernanza, para que las familias empresarias aprendan la importancia de tener una estructura de gobierno sólida: consejo de administración, consejo de familia, asamblea de familia, protocolos familiares… cada empresa necesita su fórmula, según su tamaño, su historia y su grado de profesionalización.

Lo importante es que empresa y familia compartan estrategia. Si la estrategia de la empresa va por un lado y la de la familia por otro, el proyecto no avanza. Hoy hay más conciencia sobre ello que hace años, pero todavía queda camino. La gobernanza profesionalizada no significa que los familiares no sean profesionales; significa establecer mecanismos que garanticen la continuidad.

Y aunque el relevo sea un reto evidente, quiero insistir en algo positivo: las empresas familiares duran más que las no familiares. A veces se repite que “no pasan de la tercera generación”, pero eso no es cierto. Las no familiares suelen quedarse antes por otros factores: los ciclos económicos, los cambios tecnológicos o la evolución de los sectores.

Vivimos un tiempo de incertidumbre económica, social y política, y las empresas familiares, con todo, siguen mostrando una resiliencia extraordinaria.

“Tres de cada cuatro trabajadores del sector privado están empleados en empresas familiares”

Has insistido mucho en la importancia de sensibilizar a la sociedad sobre el papel de la empresa familiar. ¿Crees que todavía no se conoce lo suficiente?

No, en absoluto. En España sigue faltando conocimiento sobre lo que realmente representa la empresa familiar. Es más, si miramos los datos, el peso es aplastante: más del 90 % de las empresas españolas son familiares. El país del mundo con más porcentaje de empresas familiares es India, y el segundo es España. Es decir, el peso de la empresa familiar aquí es incuestionable.

Lo que sucede es que tendemos a asociar el concepto de “empresa familiar” con una empresa pequeña, casi doméstica, como el taller de coches del barrio o la tienda de la esquina. Y sí, claro, la mayoría de las microempresas lo son —prácticamente todas—, pero también lo son el 89 % de las pequeñas, el 71 % de las medianas y el 59 % de las grandes empresas, incluso algunas que cotizan en Bolsa. Ese dato debería hacernos reflexionar: la empresa familiar está en el corazón de la economía española.

Sin embargo, esto no es del todo visible para el ciudadano medio. No se le da la importancia que merece, no lo transmitimos bien del todo. Y aquí entramos en un aspecto cultural: en los países anglosajones, como Estados Unidos, el emprendedor que se convierte en empresario es una figura admirada. Es alguien que ha tenido la valentía de apostar por una idea, de arriesgar su estabilidad profesional y su dinero por sacar adelante un proyecto. En España, en cambio, se ve de otra manera. Socialmente, todavía existe una cierta desconfianza o recelo hacia quien emprende. Parece que, si no tienes algo estable, o si no trabajas por cuenta ajena, te arriesgas a fracasar. Y si fracasas, te etiquetan como fracasado. Pero fracasar en un negocio no te convierte en fracasado. Todo lo contrario: demuestra que has tenido el coraje de intentarlo.

A mí me parece admirable quien se la juega por sacar adelante una empresa, porque eso genera empleo, oportunidades y riqueza para todos. Hay muchas críticas hacia los grandes empresarios porque “ganan mucho dinero”, pero se olvida que, en la mayoría de los casos, ese beneficio crece en paralelo al empleo que generan. Si esas empresas funcionan bien, es porque hacen bien las cosas; si no, simplemente dejarían de existir. Por eso creo que hay que cambiar la mentalidad. Hay que poner en valor el mérito que tiene crear una empresa, mantenerla, hacerla crecer y sostener puestos de trabajo durante décadas.

También es cierto que uno no puede valorar lo que no conoce. En España tenemos un carácter muy social, muy cercano, pero también más reservado para hablar de ciertos temas, como el dinero o el éxito.

Y los empresarios, por su propia forma de ser, suelen ser muy discretos. No presumen de lo que hacen, y a veces eso juega en su contra, porque la sociedad no percibe el impacto positivo que tienen sus empresas.

Si un ciudadano, al hacer la compra en un supermercado, supiera que detrás hay una familia que lleva 50 años trabajando; o si mirara los productos de una estantería —desde las conservas hasta los uniformes de los empleados— y descubriera que la mayoría proceden de empresas familiares, entendería mejor su importancia.

Esa conciencia social es la que nos gustaría promover. Ese “clic” mental que haga que el ciudadano valore lo que hay detrás de cada empresa y, con ello, que se fortalezca el respeto hacia el emprendimiento.

Otro de los temas centrales que mencionabas es el marco fiscal. ¿Qué piden las empresas familiares a los gobiernos?

Ni los empresarios de forma individual ni las asociaciones como ADEFAM pedimos que el Gobierno elimine los impuestos. Eso sería absurdo. El empresario que tiene beneficios está encantado de contribuir, y ojalá pueda hacerlo mucho, porque significará que factura más, emplea más gente y genera más riqueza. Pero lo que pedimos es que la presión fiscal sea justa, proporcionada y equilibrada, y que no asfixie el crecimiento.

Hay una especie de distorsión social sobre esto. Se habla de los beneficios empresariales como si fueran algo ajeno a la sociedad, cuando en realidad son el motor que la sostiene.

El principal beneficio que produce una empresa no es su ganancia: es el empleo. No hay más ayuda social que la de un salario. Un salario permite a una persona desarrollarse, alimentar a su familia y contribuir al sostenimiento del Estado del bienestar. Por eso lo que pedimos a los gobernantes es que faciliten el crecimiento de las empresas. Cuanto más crezcan, más empleo habrá, y por tanto más recaudación y más bienestar para todos.

“Cuando hablo de generación de riqueza, lo hago con admiración. Porque la riqueza de un empresario repercute en todo su entorno.”

A veces parece que hablar de dinero es algo incómodo. No debería serlo. El dinero que genera una empresa repercute directamente en el conjunto de la sociedad: en su entorno, en el empleo, en la formación, en la inversión. Por eso es importante entender que la prosperidad empresarial no va en contra de nadie, sino a favor de todos.

“Ojalá hubiera más colaboración público-privada”

¿Cómo es la relación de ADEFAM con las instituciones públicas?

Tenemos una relación muy buena, especialmente con la Comunidad de Madrid.

Tanto con la presidenta Isabel Díaz Ayuso como con gobiernos anteriores, porque todos ellos han sido muy conscientes de la importancia de la empresa en general, y de la empresa familiar en particular. Madrid tiene un marco jurídico y fiscal favorable, y aunque siempre hay margen de mejora, la actitud siempre ha sido positiva.

Desde ADEFAM mantenemos un diálogo permanente con la administración autonómica. Nos reunimos con la Consejería de Economía, Hacienda y Empleo, con los responsables parlamentarios y con instituciones empresariales madrileñas. El objetivo es siempre el mismo: promover el conocimiento de la realidad de las empresas familiares para que las reformas que se hagan faciliten la vida de las empresas, que les permitan crecer y tener estabilidad.

De hecho, de esa intensa colaboración ha nacido la Ley de Apoyo a la Empresa Familiar de la Comunidad de Madrid, anunciada por la presidenta Ayuso. Es una iniciativa que celebramos mucho, porque reconoce la importancia de las empresas familiares dentro del tejido económico de la región. Estamos deseando ver cómo se desarrolla y, por supuesto, dispuestos a seguir colaborando en todo lo que sea necesario para mejorarla.

El empresario quiere aportar, y con su conocimiento se pueden hacer muchas cosas.

Hay ejemplos magníficos de colaboración público-privada en distintos ámbitos. Nos gustaría que se extendieran más. La suma de esfuerzos entre instituciones y sector privado no solo genera resultados económicos, también fortalece la confianza en la sociedad.

“Más del 70 % de nuestras empresas están internacionalizadas”

Hablemos de la proyección exterior. ¿Qué papel juega la internacionalización y, en especial, la relación con Hispanoamérica?

Madrid es, probablemente, una de las comunidades con mayor porcentaje de empresas familiarizadas con la internacionalización. En nuestro caso, más del 70 % de las empresas asociadas a ADEFAM están internacionalizadas, lo cual es muchísimo.

A partir de la crisis de 2007–2008, se hizo evidente que no se podía depender solo del mercado nacional. Las empresas comprendieron que, si querían crecer y ser más competitivas, debían abrirse al exterior. Internacionalizarse implica esfuerzo, inversión, aprendizaje… pero también seguridad a largo plazo.

Y para poder internacionalizarse hay que ser competitivo, y para ser competitivo hay que crecer. Por eso siempre insistimos en la necesidad de un entorno jurídico, fiscal y social que favorezca el crecimiento. No pedimos subvenciones ni ayudas financieras. Pedimos un marco claro, predecible y que impulse la actividad económica.

En cuanto a Iberoamérica, es sin duda un aliado natural de España.

Hay una comprensión cultural inmediata, un idioma compartido y una historia común.

España es la puerta de entrada a Europa, e Iberoamérica es una plataforma de expansión hacia mercados que cada vez son más relevantes.

Ese tipo de intercambios son positivos para todos. Si las empresas latinoamericanas crecen aquí y las españolas crecen allí, todos ganamos.

“Iberoamérica es un aliado para España. Todo lo que contribuya a estrechar lazos empresariales entre ambos lados es positivo.”

La única dificultad ha sido, en ocasiones, la inestabilidad política de algunos países del continente, que genera incertidumbre y frena inversiones.

Pero en los últimos años se empieza a ver una cierta inercia positiva: hay más interés, más estabilidad y más empresarios latinoamericanos que llegan a Madrid.

Colombianos, mexicanos, argentinos, peruanos, dominicanos o chilenos… cada vez más.

Todo lo que contribuya al crecimiento mutuo y a la generación de riqueza compartida es bienvenido.

“El absentismo laboral es un problema que nos preocupa mucho”

Uno de los temas que más inquieta a los empresarios en los últimos años es el absentismo laboral. ¿Cómo afecta esto a la empresa familiar?

Muchísimo. Es un problema real y creciente. Hay sectores donde apenas existe, pero otros donde el absentismo se ha descontrolado por completo. Y lo peor es que no sabemos exactamente por qué está ocurriendo.

Desde ADEFAM estamos intentando analizar las causas, y seguramente sea una mezcla de muchas cosas: educación, formación, compromiso. Se ha normalizado socialmente y esto es un problema cultural. Pero la realidad es que el absentismo está ahí, y las empresas lo sufren cada día.

La responsabilidad y el compromiso son valores que debemos inculcar desde jóvenes.

No se trata solo de productividad, sino de conciencia social. Todo lo que hacemos tiene impacto: en nuestros compañeros, en la empresa, en la sociedad. Creo que, socialmente, hemos derivado hacia un mayor individualismo y un menor sentido de responsabilidad colectiva.

Yo soy de otra generación. Cuando empecé a trabajar, ni se me ocurría faltar, ni preguntar por las vacaciones antes de tiempo, ni ponerme de perfil. Había un sentido de compromiso y respeto por el trabajo que hoy parece haberse diluido. Creo que tenemos que esforzarnos en recuperarlo, aunque lleve tiempo. Hay que sembrar de nuevo esa cultura de la responsabilidad, del compromiso y del esfuerzo compartido.

“La empresa familiar tiene un papel clave en la educación y el talento”

¿Cómo aborda ADEFAM el tema del talento?

Hemos puesto en marcha un programa de Talento Next Gen porque vemos que existe un déficit real.

Por un lado, hay desempleo; por otro, empresas que no encuentran perfiles adecuados.

A eso se suma que las universidades necesitan ofrecer prácticas a sus alumnos. Así que decidimos crear un programa que conectara a jóvenes con empresas familiares de toda España, para que pudieran hacer prácticas y adquirir experiencia real.

De momento está orientado a los hijos de nuestros asociados, pero ojalá pudiéramos ampliarlo. Si funciona bien, por qué no abrirlo al público general. Sería una forma magnífica de acercar el talento joven a la empresa familiar, y viceversa.

“En 2026, Madrid será la sede del Congreso Nacional de la Empresa Familiar”

¿Qué p​róximos hitos tiene ADEFAM?

Seguiremos trabajando en todos los frentes: en la formación, en la gobernanza, en la sensibilización, en la educación y en el talento. Pero ahora estamos especialmente ilusionados porque en octubre de 2026 Madrid acogerá el Congreso Nacional de la Empresa Familiar. Es una cita muy importante: suelen asistir entre 600 y 700 empresarios familiares de todo el país, junto con representantes del Gobierno y de la Casa Real. Es un momento de encuentro, de reflexión y de orgullo por el papel que desempeñan estas compañías. Venimos de celebrar la última edición en Burgos, y ya estamos preparando la de Madrid con mucha ilusión. Será una oportunidad para visibilizar la fortaleza de las empresas familiares madrileñas y para seguir impulsando su reconocimiento social e institucional.

¿Cómo imaginas el futuro de la empresa familiar?

Con esperanza. Seguiremos apoyando la Ley de Apoyo a la Empresa Familiar de Madrid, que es un paso clave, no solo en lo jurídico, sino también en lo simbólico. Nos permitirá reforzar el mensaje de que la empresa familiar no es un tipo de empresa más: es una forma de hacer país. Trabajaremos para que crezcan las compañías, para que haya más empleo, más talento, y para que las siguientes generaciones estén preparadas para continuar el legado.

Y seguiremos insistiendo en algo que para mí es esencial: la cultura del compromiso.

Sin compromiso, nada funciona. Ni las empresas, ni las familias, ni la sociedad.

“La empresa familiar no es solo economía: es una forma de entender la responsabilidad, el trabajo y el futuro compartido.”