La gran mentira del paro y del crecimiento: las cifras que nadie quiere explicar
Las anomalías del SEPE, el auge de los fijos discontinuos invisibles y las revelaciones de Calviño sobre el PIB cuestionan la fiabilidad de las estadísticas laborales y económicas en España.
Durante años, las estadísticas laborales han sido presentadas como el gran éxito económico del Gobierno. Las cifras de paro “en mínimos” y un mercado laboral “más sólido que nunca” se repiten como un mantra cada vez que el Ejecutivo rinde cuentas. Sin embargo, la realidad que aflora tras los datos oficiales está lejos de la imagen triunfalista.
El economista José Ramón Riera ha vuelto a encender el debate público al denunciar la “gran mentira del paro” en España: datos imposibles, incoherencias internas y una tasa de cobertura por desempleo que supera el 100% en numerosas provincias, algo estadísticamente inasumible.
Y, mientras crecen las dudas sobre la veracidad de las cifras de empleo, otro dato ha sacudido la credibilidad del sistema estadístico español: las propias confesiones de Nadia Calviño, vicepresidenta y ministra de Economía entre 2018 y 2023, reconociendo en su libro que intervino ante el INE para revisar al alza las cifras de crecimiento del PIB.
La combinación de ambos elementos —paro y PIB— dibuja un escenario inquietante: ¿está España midiendo bien su realidad económica? ¿Qué parte de la estadística oficial responde a hechos, y cuál a decisiones políticas?
Prestaciones superiores al número de parados: la anomalía que destapa el problema
Riera expone un dato que él mismo califica de “escandaloso”: según el SEPE, en provincias como Islas Baleares, Huelva, Jaén, Teruel, Huesca o Gerona, la tasa de cobertura por desempleo supera el 100%. Traducido: hay más personas cobrando prestaciones por desempleo que parados registrados.
Esto, en condiciones normales, es estadísticamente imposible. Los ejemplos más llamativos: Islas Baleares: 137,6%; Huelva: 121,3%, Teruel: 103,7%; Jaén: 110%; Huesca: 114,2%; Gerona: 101,2%.
Son cifras que no pueden explicarse con el argumento habitual del Gobierno: “más protección social”. Porque la protección puede aumentar, sí, pero nunca hasta superar al número total de parados reconocidos.
Cualquier estadístico sabe que cuando un indicador clave se vuelve matemáticamente imposible, lo que falla no es la realidad, sino la forma de medirla.
¿Cómo se llega a una tasa de cobertura del 120%? Las claves del desfase
El problema no está en las prestaciones —que sí se pagan—, sino en los parados que no figuran como parados. Ahí aparece el corazón del debate:
Fijos discontinuos que no cuentan como parados cuando no trabajan
El gran cambio estadístico de los últimos años. Cuando un fijo discontinuo está inactivo, no se registra como parado, aunque no esté trabajando ni tenga ingresos. Esa “ausencia administrativa” reduce artificialmente el paro registrado, pero no impide que esa persona pueda estar cobrando prestación cuando le corresponde. Resultado: las prestaciones suben, pero el paro oficial baja.
Contratos de días, semanas o incluso horas
España ha multiplicado los microcontratos. Una persona que trabaja ocho días al mes no es desempleada a efectos estadísticos; pero su situación real se parece mucho más a la precariedad que al empleo.
Subregistro y abandono de las listas
Muchos desempleados dejan de figurar como tales por desánimo, edad, trámites o dificultades administrativas. Pero siguen sin trabajo.
Subsidios agrarios o de carácter especial
Algunas prestaciones no encajan exactamente con las categorías de paro registrado, creando “agujeros” administrativos entre números que deberían corresponder.
¿Cuántos parados reales tiene España? La brecha entre el dato oficial y el estimado
El Gobierno defiende una tasa de paro del 10,5%. Pero según Riera y análisis independientes de organizaciones como USO, el número real de personas sin trabajo estaría en torno a 3,7–3,8 millones, cerca del 14%.
No es una cifra oficial, pero el razonamiento es claro: si hay más prestaciones que parados, y si millones de trabajadores precarios quedan fuera de la estadística, el paro real no puede ser el que aparece en los boletines.
Las prestaciones crecen más que el empleo
Otro dato que denuncia Riera es que las prestaciones por desempleo crecen un 6,1% anual, por lo que el gasto terminará el año por encima de 2021, cuando los parados oficiales eran casi cuatro millones.
¿Cómo puede aumentar el gasto como si España estuviera en plena crisis laboral… mientras la estadística dice que todo va bien? La respuesta no está en el SEPE, sino en la fotografía que ofrece.
El otro pilar que se tambalea: el PIB y las confesiones de Calviño
Hasta ahora, las sospechas de manipulación giraban en torno al empleo.
Pero el panorama ha cambiado desde que Nadia Calviño, en su libro Dos mil días en el Gobierno, reconoció que intervino para que el INE revisara las cifras del PIB.
Calviño relata que tras la pandemia el INE presentó datos de crecimiento que, en su opinión, “no reflejaban la realidad”. Su ministerio intervino para revisar al alza los cálculos, introduciendo nuevas metodologías y acelerando cambios internos.
Lo relevante no es la revisión, sino quién la impulsó.
El INE es un organismo independiente por mandato de la UE. Los propios estadísticos del Estado criticaron en su momento la intervención, alertando de que la presión política sobre los datos vulnera la independencia estadística, un pilar básico de cualquier democracia avanzada.
Si las cifras del PIB pueden ser objeto de intervención política, ¿por qué no podrían serlo las cifras del paro?
Una economía maquillada: las dos Españas estadísticas
España vive hoy una paradoja:
- La economía crece más que antes de la pandemia.
- El paro está en mínimos históricos.
Y, a la vez:
- se disparan las prestaciones,
- crecen los fijos discontinuos inactivos,
- aumenta la temporalidad encubierta,
- y la tasa de cobertura supera el 100 % en muchas provincias.
Como en un espejo deformante, la estadística ofrece un país que no coincide con lo que viven millones de personas: empleos que duran días, salarios insuficientes, jóvenes atrapados en trabajos intermitentes y sectores enteros que dependen más de subsidios que de contratos estables.
¿Qué puede hacerse? La urgencia de un sistema estadístico creíble
Para recuperar la confianza es imprescindible:
Auditorías independientes del sistema estadístico del empleo
Que revisen cómo se contabilizan los fijos discontinuos, los parados no registrados y las prestaciones agrarias o especiales.
Un acuerdo político para blindar la independencia del INE y del SEPE
Sin interferencias, sin presiones y sin “interpretaciones” oportunas.
Una actualización de los indicadores para reflejar la realidad
No solo cuántos trabajan, sino cómo trabajan:
- duración de contratos,
- ingresos reales,
- intermitencia,
- horas efectivas,
- inactividad no declarada.
Un debate público serio sobre la precariedad estructural
El mercado laboral español no necesita maquillaje: necesita cirugía.
Cuando los números no encajan, la verdad aparece sola
Las denuncias de Riera no son un alegato político: son la constatación de un problema profundo.
Cuando la tasa de cobertura supera el 100 %, cuando las prestaciones crecen más que el empleo y cuando la propia exvicepresidenta reconoce haber intervenido en las cifras del PIB, el relato oficial deja de sostenerse.
España necesita un diagnóstico real, no un discurso.
Porque solo con datos honestos se pueden construir soluciones honestas.