El aceite de oliva impulsa la inflación en España cuatro veces más que en el resto de Europa
El aceite de oliva, uno de los productos más emblemáticos de la dieta mediterránea, se ha convertido también en uno de los principales impulsores de la inflación en España. Así lo revela un informe del Banco de España, que cifra en un 0,8 puntos porcentuales la contribución de este producto a la inflación acumulada entre finales de 2019 y el último trimestre de 2024. En comparación, la media en la Unión Europea ha sido de solo 0,2 puntos.
Un alimento esencial con peso triple en la cesta española
El estudio, titulado "Evolución y perspectivas de los precios de los alimentos", pone de manifiesto que el aceite de oliva ha subido un 139% en España en ese periodo, frente al 102% en el conjunto de la UE. La explicación no solo radica en el incremento del precio, sino también en su peso específico en la cesta de consumo de los hogares: en España representa el 0,6% del gasto medio, tres veces más que el 0,2% de media europea.
Esta dependencia cultural y alimentaria del aceite de oliva ha hecho que su encarecimiento tenga un impacto directo y proporcionalmente mayor en el coste de vida de los consumidores españoles.
La alimentación, por delante de otros componentes de la inflación
Según los autores del estudio, la subida de los precios de los alimentos ha sido, en el caso de España, superior al de todos los demás componentes del índice de precios al consumo (IPC), incluidas partidas como el transporte o los bienes de consumo duradero. En el conjunto de la eurozona, solo la energía ha superado el impacto alimentario.
Esto refleja una presión específica en la economía doméstica española, donde la alimentación representa una proporción especialmente relevante del gasto mensual en los hogares con rentas medias y bajas.
Materias primas, energía y clima: los factores ocultos
El informe también advierte que el encarecimiento de los alimentos tiene raíces estructurales globales. Entre los principales factores se encuentran el aumento del coste de las materias primas agrícolas, los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático y la aplicación de restricciones comerciales por parte de países exportadores.
La energía, en particular, desempeña un papel decisivo: no solo es necesaria en las labores de producción primaria, sino que está presente en todo el ciclo agroalimentario, desde la refrigeración y el transporte hasta la fabricación de fertilizantes y maquinaria. De hecho, los precios del gas natural en Europa han subido un 174% en los últimos años, frente a un 1,5% en Estados Unidos, lo que explica por qué la presión inflacionaria es mucho mayor en el continente europeo.
Una inflación alimentaria con raíces estructurales
El estudio del Banco de España subraya que los alimentos han sufrido un traspaso de costes más fuerte en Europa que en otras regiones como Estados Unidos, debido a una mayor exposición a factores internacionales y una menor capacidad de contención de costes energéticos.
Este escenario afecta con especial intensidad a productos como el aceite de oliva, cuyo precio depende de factores internos (producción nacional, demanda local) y externos (exportaciones, sequías, costes logísticos). La combinación de todos ellos ha situado a este alimento en el centro del debate económico y social en España.
Un reto para la estabilidad económica
El impacto del aceite de oliva en la inflación española no es un hecho anecdótico. Es un síntoma de cómo determinados productos básicos, profundamente arraigados en la cultura y el consumo nacional, pueden desencadenar efectos macroeconómicos relevantes. Ante ello, los expertos advierten de la necesidad de políticas públicas que favorezcan la estabilidad de la cadena alimentaria, la eficiencia energética y la adaptación al cambio climático como condiciones esenciales para garantizar una inflación controlada y un acceso equitativo a bienes de primera necesidad.