“Versos a medianoche” en el café Varela de Madrid
A lo largo de los años e incluso de los siglos fueron numerosos los cafés literarios que hubo en la villa de Madrid; y el Café Varela de la calle Preciados número 37, fue, en las décadas de los cuarenta y de los cincuenta del pasado siglo, una referencia significativa del mundo literario. En él se celebraban durante las noches de los viernes unas lecturas de poesía que vinieron a llamarse “Versos a medianoche” a las que, en ocasiones, acudían decenas de poetas que se reunían con la intención de leer desde el estrado algunos de sus versos. Cuando a los asistentes les interesaba realmente la lectura era posible llegar hasta el final, pero si lo que se leía no era del agrado de aquel público o si el poeta se alargaba más de lo debido los abucheos y comentarios jocosos condicionaban su intervención. Se cuenta que en una ocasión un conocido rapsoda muy habitual en aquellas veladas se propuso ir desgranando una a una todas las bondades de la poesía con desmedida exageración, pues, entre otras cosas, iba diciendo que nada había en el mundo mejor que los poetas. Pero, en su calurosa intervención cometió el error de preguntar al público si alguno de los presentes sabía de alguien más importante y, sobre todo, más noble que un poeta y le respondieron a voces para decirle: ¡El Duque de Alba, sin ir más lejos, imbécil!
Algunos sábados eran tantos los poetas allí presentes que algunos otros cafés de la zona decidieron habilitar también sus locales con tarimas para imitar lo mismo que allí hacían, con lo que los jóvenes que no tenían la oportunidad de leer en el Varela se fueron acomodando en los otros establecimientos de la zona.
Los recitales del Café Varela nacieron a instancias de un empresario madrileño y poeta tardío llamado Eduardo Alonso, que desde que había descubierto la poesía vivía para ella en cuerpo y alma. Se trataba de un industrial de origen albaceteño que vendía carbones y que se había establecido en Madrid. El poeta y cuentista de origen conquense Meliano Peraile le dedicó este breve epigrama: Cambiaste el carbón por versos. / Para ganarse la gloria / mucho hay que salir perdiendo.
Algunas de las voces poéticas que frecuentaron el Café Varela fueron las de Manolito el Pollero, Manuel Alcántara, Rafael Azcona, Carlos Clarimón, Antonio Medrano, Acacia Uceta, Mingote, Pérez Creus, José Asenjo, Evaristo Acevedo, Gloria Fuerte, José García Nieto o Eliodoro Puche o Puce, como le gustaba firmar y que fue, por cierto, uno de los últimos poetas bohemios que frecuentaron Madrid en el primer tercio del siglo XX.
Manolito el Pollero (Manuel Fernández Sanz) además de asistir y participar en la lectura escribía versos en las servilletas del propio café y una vez escritas las arrojaba al suelo porque sabía que siempre había poetas que las recogían y las guardaban...Pero ademas de los autores que concurrieron y que participaron en la década de 1950, mucho antes que ellos, ya hubo grandes escritores españoles que ya habían sido asiduos en el legendario café, antes de que hubiera nacido el famoso recital. Pues ya lo había sido frecuentado Emilio Carrere, Manuel Machado, Antonio Machado, Miguel de Unamuno. Ricardo Baroja, José María Cosío, Álvaro Linares Rivas o Loreto Prado y su amigo inseparable Enrique Chicote.
La lectura de poesía “Versos a medianoche”, junto a todos los poetas anteriormente citados, solía complementarse con la asistencia de poetas incipientes y algunos jóvenes de provincias que se acercaban a Madrid con la intención de dar a conocer sus obras. La última lectura de “Versos a medianoche” tuvo lugar el 15 de mayo de 1959 ,y un mural del pintor Pedro Gros recogió a algunos de los rostros que fueron habituales. El cuadro al que me refiero hoy está en paradero desconocido.
La puesta en escena para iniciar la lectura “Versos a medianoche” suponía todo un acontecimiento muy cuidado: se apagaba la luz eléctrica y se disponían quinqués sobre algunas de las mesas y uno más en el escenario. El acto había sido presentado y publicitado previamente con algunos dibujos de Mingote, generalmente con rasgos que identificaban a los poetas intervinientes. En la puerta del café solía apostarse una pareja de policía que controlaba la entrada al espectáculo. El coordinador y poeta Eduardo Alonso lo preparaba minuciosamente desde unas horas antes. Ya que su empeño en que todo saliese bien y su nocturna puntualidad aun puede interpretarse en estos versos de Manolito el Pollero: Ahí viene remiso y tardo / fúnebre como un responso, / gris como una calavera, / Eduardo Alonso Herrera.