Madrileños por Madrid

“Nunca un trabajador ha querido un registro horario”…

…me explicaba hace unos días una buena amiga, activa sindicalista ya jubilada y buena conocedora de los entresijos del mercado laboral, al comentar la noticia de que el Ministerio de Trabajo pretende hacer obligatorio en breve un registro horario digital con acceso remoto para la inspección en tiempo real, que para la mayoría de la gente ha pasado casi inadvertida. 

Los medios de comunicación apenas lo han analizado, salvo los especializados, y se han limitado a “comprar” los argumentos de la Administración, según los cuales se trata de una medida ventajosa para los trabajadores porque en España se hacen muchas horas extra que no se pagan. Lo que no se ha dicho es que también es un paso más para ampliar los ámbitos de control del “Gran Hermano” de la Administración, que hasta ahora estaban más o menos circunscritos a Hacienda. 

La premisa de que un registro horario digital en línea es positivo para los empleados al menos merece una reflexión. A veces se olvida que el registro horario de la jornada laboral no fue un invento de la Administración Pública, que en España no lo hizo obligatorio hasta 2019. Tampoco de los trabajadores, que con bastante frecuencia ganan los pleitos sobre impagos de horas extra porque los tribunales fallan a su favor si no hay una prueba fiable de los horarios realizados. 

El registro horario es -obviamente- un invento de las grandes Compañías, que siempre han querido registrar la jornada porque sus trabajadores no dejan de ser números de una contabilidad compleja. Nada que ver con las pequeñas empresas y autónomos, donde empleado y empleador se conocen y se ponen mutuamente rostro, lo que favorece unas relaciones laborales basadas en la confianza mutua… Yo cierro hoy el negocio un poco más tarde porque tú tienes que recoger a tu hija y mañana tú coges un avión y sales un poco antes…

Para el trabajador, el registro de jornada siempre ha parecido más un problema que una solución. Si el horario es rígido, la posibilidad de incumplirlo no sólo depende del currante, sino de una multitud de imprevistos como retrasos en el transporte público, averías en casa, y tantos otros… El trabajador está sometido a muchas vicisitudes en su jornada laboral que no puede controlar. Y eso nos hace pensar que a quien más puede interesar el registro de jornada no es al empleado, sino al empleador, salvo que este último sea un “canalla” que pretenda explotarle, algo que, si bien desgraciadamente no resulta ajeno a la realidad laboral, no debería ser considerado como lo habitual por la Administración. 

De hecho, las primeras empresas en implantar sistemas de control horario fueron las grandes fábricas de la Revolución Industrial, donde la producción se basaba en una relación laboral claramente desventajosa para los empleados.

En un contexto de cercanía, el registro horario debería ser innecesario -al menos en un mundo ideal- porque todos saben perfectamente cuando empiezan a trabajar y cuando terminan; y ambas partes saben si cumplen o incumplen lo acordado en el contrato. Lamentablemente no estamos en un mundo ideal y el registro horario es necesario como medio de prueba.

Recuerdo que, cuando empecé a trabajar con poco más de veinte años, no había en mi oficina control de horario -luego pusieron un torniquete-, pero alguien de Recursos Humanos con aspecto siniestro se paseaba por la oficina a hora indeterminada para pillar a quienes no estaban en su puesto de trabajo y dejaba un Post-it amarillo solicitando que se pasase a firmar por el departamento en cuanto lo viera.  El incauto que recibía varios post-it ya sabemos dónde acababa… 

Empleadas de una Compañía Norteamericana fichando la entrada en el trabajo en 1943. Fuente: Library of Congress — FSA/OWI Collection

La historia del fichaje: del reloj al “Gran Hermano” digital

El primer reloj de fichaje se inventó en 1888 por el joyero neoyorquino Willard LeGrand Bundy, poseedor también de la patente de la primera máquina registradora eléctrica.  Era un sistema mecánico que permitía al obrero estampar la hora exacta de entrada y salida en una tarjeta o un rollo de papel. Tras medio siglo largo, surgieron sistemas de fichaje electrónicos, mediante tarjetas, primero perforadas y luego inteligentes -con chip o banda magnética-, que permitían acortar las aglomeraciones de trabajadores junto a los relojes que se producían a las horas de entrada y salida.

Patente N°. 393.205 del Reloj de fichaje de Willard LeGrand Bundy, 1888

Tanto las fichas como las tarjetas tenían un problema: el sistema no podía evitar que alguien fichara por sus compañeros, y así surgieron las claves de acceso y torniquetes accesorios. La llegada de la biometría abrió nuevas posibilidades, al identificar al trabajador por reconocimiento facial o dactilar,  chocando con los derechos de protección de datos de carácter personal. 

La actual tecnología informática y las aplicaciones móviles (apps) permiten hoy sistemas mucho más sofisticados, como llevar en el móvil el control horario, generar ficheros y almacenarlos. La geolocalización añade control sobre la ubicación del trabajador en tiempo real. Todos estos sistemas han empezado a ser utilizados por empresas, especialmente aquellas en las que el puesto de trabajo no siempre tiene la misma ubicación. La legislación actual los permite, siempre que el trabajador consienta en ello y se cumpla con la protección de datos. 

Durante todo este tiempo, desde el siglo XIX al XXI, la Administración no se preocupó por dar ni ofrecer seguridad jurídica al sistema.  Y no estaba mal, porque buena parte de los Convenios colectivos habían regulado antes los registros horarios especializados desde la negociación colectiva. Hay que esperar hasta el año 2019 para que un Real Decreto en España estableciera la obligatoriedad del registro de jornada para todos los sectores, dando todavía múltiples opciones a empresas y trabajadores (papel, pdf, aplicación móvil, sistema instalado en ordenadores, etc.) Nada  que no demandara la complejidad de escenarios de las relaciones laborales. 

Pero, entonces, ¿por qué ahora mismo, sin haber contemplado todavía los efectos de la última legislación, se quiere dar un paso más y convertir el registro digital en el único medio de control horario, hacerlo obligatorio para todos y -lo que es más preocupante- introducir a la Administración en la ecuación? 

Los trabajadores tenemos que saber que, con la nueva regulación, nuestros datos sobre dónde estamos trabajando, cuándo hacemos una pausa o si nos hemos tomado un día de vacaciones, van a ser accesibles -y a tiempo real- tanto para nuestro empleador como para la Administración, con el riesgo añadido de posibles filtraciones por hackers que cada día son más agresivos con las administraciones públicas y en el robo de datos personales.

Y yo me pregunto… siendo la jornada laboral la mayor parte de mi tiempo de vida…  ¿por qué tanta gente tiene que saber si me fumo un cigarrillo o no fumo nunca, si me tomo un café o dos, cuándo voy al baño, si tengo una urgencia, si estoy teletrabajando en casa o con un cliente en otra ciudad…?  

¿Por qué tanta gente puede tener acceso en tiempo real a mis datos y mediante geolocalización saber dónde estoy en cada momento, si estoy realizando trabajo efectivo o pensando en arrancar el ordenador? ¿Y quién me garantiza que la inspección destruye esos datos después?  Cuanta más gente tenga acceso a nuestros datos… más riesgo. 

En la novela de Orwell, lo peor del Gran Hermano no era tener una pantalla enfrente en la pared de la oficina, sino que ésta no pudiera apagarse y no hubiera forma de saber si alguien te estaba observando o no en ese momento.  Aunque no seamos conscientes, la idea de que la Administración pueda entrar en cualquier momento por la ventana del sistema de registro horario digital se parece mucho a esa teleobservación del Gran Hermano.

Analizando la historia pasada y su evolución… comprenderán mis dudas sobre el nuevo registro horario digital. ¿Protegerá verdaderamente al trabajador o convertirá nuestra jornada laboral en un reality permanente en el que seamos los trabajadores los protagonistas?   El siguiente paso puede ser un registro horario tan preciso que avisará a la Administración cuando te levantes a por un café… o cuando emprendas una heroica expedición al cuarto de baño tras una mala noche. Imagina al empresario, al funcionario inspector o al compañero representante legal recibiendo en tiempo real un aviso: “El trabajador X ha iniciado una pausa biológica. Probabilidad estadística: juerga festiva el día anterior 10 %, mala alimentación 30%, próstata 60 %.”

Mi vida laboral tiene ya fecha de caducidad, pero las nuevas generaciones tendrán que enfrentarse a un mundo muy diferente y no mejor.  No me extraña que -cada vez más- los jóvenes cambien a menudo de trabajo por decisión propia, se aventuren a emprender aunque en España los costes no sean proporcionales a los beneficios, o busquen empleos en el extranjero.