El Movimiento Germinalista Madrileño
Participaron escritores como Alejandro Sawa y su hermano Miguel, Rafael Delorme Salto (que firmaba en ocasiones con el seudónimo “Juan de la Encina”), Joaquín Dicenta, Eduardo Zamacois, Ernesto Bark, Pedro Barrantes (periodista y escritor. Autor de versos como estos: Soy el terrible Muñoz / el asesino feroz / que nunca se encuentra inerme / y soy capaz de comerme / cadáveres con arroz. Por lo visto le leyó estos versos a Pío Baroja y creyendo que era valenciano le respondió que los versos que le acababa de leer no encerraban nada de particular, ya que en realidad era eso lo que contenía una paella. Pero Pedro Barrantes en realidad había nacido en León), Felipe Sassone (escritor peruano afincado en Madrid que firmaba sus crónicas taurinas con el seudónimo “El Nene”), Emilio Carrere, Luis París (literato y empresario teatral), Antonio Paso, Felix Limendoux (fue quien acuñó el termino “sicalíptico” para el argot teatral. Esta voz fue recogida en 1917 por el Diccionario de la Lengua Española), Antonio Palomero ( firmaba en ocasiones con el seudónimo “Gil Parrado”. Fue director en Madrid del diario “La Noche”), Juan Jurado de la Parra (fue íntimo amigo de Zorrilla y de Benavente. Fundó con Dicenta la revista “Germinal”) y algunos otros que también compartieron la bohemia crítica madrileña y el activismo político, pero que, sobre todo, compartieron el amor y la dedicación a la literatura. Fue este un grupo de autores madrileños o, que procedentes de otros lugares, recalaron en la villa de Madrid para participar plenamente en su intensa actividad cultural. Era aquel el tiempo del Madrid galdosiano, en el que vagaban y participaban escritores que frecuentaron las Tabernas y los antiguos cafés: el Café del Gato Negro, el Fornos, el de la Montaña o el Pombo colmaban la Villa de un ambiente lleno de sugerencias e incluso de provocaciones propias de personajes involucrados en la consecución de determinados cambios sociales. Eran los tiempos de aquel Madrid que todavía estaba iluminado durante las noches con lámparas de gas que daban a los rostros humanos un color mortecino y misterioso. Era el Madrid de los primeros tranvías.
La novela que Pérez de Ayala tituló “ Troteras y danzaderas” recoge el ambiente de ese tiempo y el de esos escritores que vivían inmersos en un mundo literario que eran incapaces de abandonar. Eran personajes “antiburgueses”, que vivían colmados de sueños y de ingenios que utilizaban para ir sobreviviendo a duras penas. Eran literatos de aspecto descuidado que se representaban a través de lo que se llamó la bohemia trágica, que era la que cerraba o clausuraba el siglo XIX y habría otro siglo que comenzaba igual o casi igual... Pero casi todos tenían un compromiso con la realidad que se vivía y denunciaban en sus abundantes obras todo lo que sucedía a sus alrededores. La Puerta del Sol y su aledaños eran los espacios de la noche, de los bohemios y también de las prostitutas y de los chulos que solían acompañarlas. Era un Madrid pobre e incluso hambriento.
Al Movimiento Germinalista se vincularon muchos escritores que esgrimieron la primera defensa de los valores del socialismo, el republicanismo, el anticlericalismo e incluso el anarquismo. Con sus obras participaron en la culminación de un grupo al que denominaron Grupo Germinal y del que nació una revista, el 30 de abril de 1897, que llevaba ese mismo nombre y en la que Joaquín Dicenta se erigió en cabecilla. Aquel Grupo Germinal aspiró a transformar la sociedad organizando conferencias, lecturas de poesía y otros muchos actos culturales. Pero en el fondo a casi todos aquellos escritores les abordaba un mundo de fantasías y un apasionado interés por la literatura que llegaba de la vieja Europa. Difundieron sus pensamientos a través de periódicos y revistas de ideas libertarias y se inspiraron para hacerlo en la obra de Émile Zola y de otros autores. Este grupo surgió como un movimiento que reflejaba los problemas sociales que latían en un Madrid en el que la atmósfera que se respiraba era una atmósfera de rebeldía. Y desde la pregunta ¿A donde vamos? Pretendieron hacer germinar un mundo remozado y lleno de esperanza. Pretendían, en el fondo, hacer un mundo nuevo a través del pensamiento. Un mundo en el que reinase la concordia y la solidaridad. Se sabe que en una de aquellas reuniones se aprobó un manifiesto contra la monarquía, en el que Sawa firmó con el seudónimo “Un bohemio” para dar temperatura y dramatismo al texto. La mayoría de los autores del grupo divulgaban sus ideas ofreciendo discursos en los cafés de Madrid. Sawa murió en 1909 en su destartalado domicilio de la calle Conde Duque. Su vida fue humilde e incluso pobre y su velatorio estuvo lleno de anécdotas destacadas. Se decía que Ernesto Bark ante el resto de amigos pegó su oreja sobre el pecho del difunto para asegurarse de que estaba muerto realmente y de que no se trataba de un estado de catalepsia. Muchos otros autores como Valle-Inclán y Pío Baroja recogieron en sus obras algunas de las cosas que en aquel entorno sucedían. Y Valle-Incán comentó a los amigos cercanos que había llorado la muerte de su amigo Sawa y que a la vez había llorado por él mismo y por todos los poetas pobres que había conocido a lo largo de la vida, que eran muchos. Y lo retrató al inspirarse en él para dar fuerza al personaje de “Luces de bohemia” Max Estrella, que también, como Sawa, era pobre, ciego y estaba desposado con una francesa. Rubén Darío lo ensalzó pero no acudió a su entierro. Auque le llamó hombre brillante y desorbitado.
Todos los que bosquejaron el final trágico de Sawa y de aquella intensa vida de la bohemia cooperaron para que pudiera ser publicada en 1910 su obra “Iluminaciones en la sombra”. Baroja, que había sido insultado en varias ocasiones por este autor, se refirió a Sawa indirectamente en su obra “El árbol de la ciencia” y se dijo que, a pesar de todo, había ido a despedirse cuando le aseguraron que estaba agonizando.
Joaquín Dicenta organizó tertulias literarias en su propio domicilio de la calle Mendizábal número 37. Los contertulios leían textos, poemas y debatían sobre lo que escribían otros autores.
El Grupo Germinal o grupo “Gente Nueva” no se redujo a ser un grupo literario. Pues se había comprometido con la realidad social y con la libertad de expresión. Con el teatro, la poesía, la política y la vida. De todo lo que allí sucedió surgió la que después se llamó Generación del 98 que señaló un nuevo camino literario para el siglo XX.