Generación WhatsApp
“La edad es algo que no importa, a menos que usted sea un queso”… dicen que dijo Luis Buñuel, que bien podía haber añadido “o un vino”, pues ambos mejoran con la edad… aunque no todos los quesos, ni todos los vinos.
La frase, genial como su artífice, tiene un tufillo surrealista, ya que la edad nunca ha dejado de importar en las sociedades humanas: antaño porque los años sumaban respeto, y hogaño porque suman edadismo, una forma de discriminación tan real como el sexismo.
En esta sociedad del siglo XXI, que quizás algún día se nombre como “El siglo de internet” o “de la nube”, las nuevas tecnologías han revolucionado nuestro mundo de una manera que no somos capaces de analizar, porque las transformaciones se suceden día a día, hora a hora, minuto a minuto. Vivimos en un contexto de permanente innovación y obsolescencia… de tecnologías, aparatos y personas.
Y en ese contexto de cambio, hablar de la “generación WhatsApp” parece simple, pero no lo es, porque incluso la manera de utilizar las redes sociales está cambiando cada día. Lo primero que nos viene a la cabeza es identificarla con la juventud que ha nacido y vivido en un mundo tecnológico. Según estadísticas el 97% de los jóvenes entre 14 y 24 años la tienen instalada en sus móviles, frente al 87% de los mayores de 64 años que, aun siendo un porcentaje menor, no es nada desdeñable.
Mi tesis es precisamente la contraria: son los mayores los que mejor utilizan el WhatsApp, porque lo emplean para comunicarse con gente a la que conocen, algo que los jóvenes están perdiendo. La verdadera “generación WhatsApp” somos las personas que aprendimos a conversar frente a frente.
Los menores de treinta años prefieren otras redes más útiles como plataformas de lanzamiento personal. Los jóvenes dominan Instagram, TikTok o YouTube, que constituyen su vitrina para mostrarse al mundo. Datos de un estudio realizado por IAB Spain en 2024 confirman esta tendencia: la mayoría de los internautas entre 18 y 24 años (94 %) y entre 35 y 44 años (91 %) hacen un uso de las redes sociales orientado a seguir tendencias, influencers o crear contenido. En definitiva, no las utilizan para comunicarse, sino para sumar likes.
Si analizamos las distintas plataformas digitales, hay que hacer una primera distinción importante entre las que pueden generar beneficios a sus usuarios o son utilizadas por los profesionales del marketing para promocionar productos y servicios -Instagram, Linkedin, Facebook, Youtube o Tick Tok-; y las que podríamos denominar de mensajería electrónica -WhatsApp, WeChat, Messenger o Telegram-, en las que en principio no hay anuncios, aunque no son pocas las empresas que las usan para comunicarse directamente con sus clientes. Por ejemplo, quienes alquilan viviendas turísticas o las agencias de viajes… Incluso bastantes oficinas generan grupos de WhatsApp con sus empleados.
Nunca en la historia de la humanidad hubo tantas generaciones (Alfa, Centennials, Milennials, X, Boomers, Silenciosos) conviviendo en un mismo mundo y al mismo tiempo. Tampoco nunca ha habido una apariencia tan grande de pluralidad en los medios de información y comunicación, que contrasta con la concentración real de sus contenidos.
Las plataformas digitales son propiedad de unas pocas empresas y personas, aunque tanto unas como otras se domicilien en varios países por cuestiones de impuestos o estrategia global. Mark Zuckerberg une bajo el mismo dominio -Meta- las tres redes más exitosas: Facebook, Instagram y WhatsApp, con entre 2.000 y 3.000 millones de usuarios activos en todo el mundo. Grandes fondos de inversión poseen Microsoft, que a su vez es propietaria de Linkedin, que casi alcanza los 1.000 millones de usuarios individuales y tiene además 58 millones de empresas activas; el magnate Zhang Yiming es dueño de Tick Tock, con cerca de 2.000 millones de usuarios; Pável Dúrov de Telegram, que supera los 1.000 millones; y Elon Musk de X (antes Twitter), con más de 500 millones.
Aunque la extensión de este artículo no da para analizar los distintos usos y usuarios de las plataformas digitales, ni sus niveles de seguridad, que podrían ser materia de varias tesis doctorales, sí me gustaría hacer una breve incursión en las preferencias por generaciones
La llamada generación Z o centennials, son los nacidos entre 1997 y 2012, que están creciendo a la vez que evoluciona su entorno digital. Los analistas coinciden en su preferencia por contenidos efímeros y por Instagram, la red con mayor presencia de los influencers. Aunque también Tick Tok o Youtube.
Los Milennials (entre 1981 y 1996), si bien no en todos los casos han nacido con la digitalización, se han adaptado muy rápidamente a ella y siguen tendencias. Por ello también tienen cierta predilección por Instagram, donde conectan con marcas y personas populares. Pero esta generación es lógicamente la que mejor usa Linkedin, como red especializada en las conexiones profesionales y laborales; y X, perfectamente descrito por el bloggero Chris Pirillo como ”el mejor sitio para decirle al mundo lo que estás pensando antes de que hayas tenido la oportunidad de pensarlo”.
La generación X (entre 1965 y 1980) y los Baby Boomers (entre 1947 y 1966), al haber experimentado internet con años de aprendizaje no digital a sus espaldas, usan preferentemente las redes sociales para conectar con amigos, familiares o personas, recuperar recuerdos o por mera diversión, por lo que sus plataformas más populares son WhatsApp y Facebook, que además sirve para recordar los cumpleaños, y para los más paranoicos Telegram porque dicen que WhatsApp les está escuchando.
Más problemas de conexión digital tiene la generación silenciosa (los nacidos entre 1926 y 1946), aunque están surgiendo plataformas y móviles diseñados para compensar sus dificultades.
Para terminar con los más jóvenes, no sabemos cuál será el futuro digital de la generación Alfa (nacidos entre 2010 y 2025), que tienen ante sí un universo de posibilidades y -por supuesto- también problemas que afrontar. Pronto verán desarrollarse computadoras cuánticas y, si las redes evolucionan como hasta ahora, al usarlas podremos estar a un tiempo acompañados y solos, informados y desinformados… vivos y muertos como el gato de Schrödinger.