Las dos pasiones de Saint-Exupéry
La intensa vida de uno de los más carismáticos escritores del siglo XX comenzó en el seno de una distinguida familia francesa afincada en las cercanías de Lyon. Aventurero incansable, periodista, y sobre todo aviador, no se planteaba un destino de escritor, pese a los tempranos éxitos obtenidos con sus primeras novelas. Lejos estaba de imaginar que su obra “El Principito”, llegaría a ser el libro traducido al mayor número de idiomas después de los textos sagrados.
Los primeros años
Nacido apenas iniciado el siglo XX, el 29 de junio de 1900, y bautizado como Antoine Jean Baptista Marie Roger, mostró desde pequeño una marcada vocación por el vuelo, imaginando en todos sus juegos que estaba piloteando un aeroplano. Huérfano de padre a la edad de cuatro años, creció con sus hermanos junto a su madre, quien enseñaba a sus hijos música y pintura, y les entretenía leyéndoles cuentos de Andersen.
A los 9 años Antoine ingresó como internado en un colegio de Le Mans, y durante las vacaciones seguía alojándose en el castillo familiar, próximo al campo de aviación en donde constructores de Lyon ensayaban sus aeroplanos. Los motores y las aeronaves que ocupaban los hangares fascinaban al niño, quien logró, a la edad de 12 años, que uno de esos aviadores le diese su bautismo de vuelo, lo que le inspiró un “poema aeronáutico”, signo de su doble vocación.
Su estancia como estudiante en París le permitió conocer, a Gastón Gallimard y a André Gide, quien años más tarde prologaría su novela “Vuelo nocturno”,
Los muchos vuelos del piloto escritor
En abril de 1921, en el marco del servicio militar, Saint Exupéry se incorporó al Segundo Regimiento Militar de Estrasburgo, y para evitar cumplir con los dos años de la carrera militar necesarios para lograr la licencia de piloto, optó por hacer los cursos que le permitieran obtener una licencia civil, a pesar de su alto costo, que fue solventado con un préstamo solicitado por su madre.
Una vez cumplido el sueño que le animaba desde niño, volaría por el norte de África, cruzaría el Atlántico, y sería de los primeros pilotos en surcar el cielo nocturno solo guiados por las estrellas.
Su carrera literaria se fue desarrollando en forma paralela a la aeronáutica guardando entre ambas una gran relación. Desde su primera novela “Correo del Sur”, publicada en 1929, las memorias del piloto están presentes. Instancias de vuelo, muchas de las cuales significaron accidentes, sirvieron de inspiración para historias reales que eran trasmutadas en textos poéticos y sugerentes. Ejemplos de ello son su novela “Tierra de hombres” (1939), y libros testimoniales como “Piloto de guerra” (1942). Incluso la parte inicial de “El Principito” (1943) refiere una obligada permanencia en el desierto para reparar una avería en el motor de la avioneta.
En una mañana de julio de 1944, ya en las postrimerías de la guerra, Saint-Exupéry partió como piloto en una misión de reconocimiento que no nos pudo contar. Escribir y volar fueron dos pasiones que le acompañaron toda su vida, ligadas en forma tan indisoluble que llegó a decir que para él eran ·”la misma cosa”, tal vez porque escribir también es una forma de emprender el vuelo.