El triunfo de la astucia a través del veneno

Reseña de Envenenadoras. Edición revisada y aumentada, de Marisol Donis. Al revés editores. Barcelona, 2025.

Desde el banquillo de los acusados, enmarcada por el velo de crespón negro de su tocado, la mirada oblicua de Rachel Galtié, turbia y áspera como la de una virgen de Bouguereau, traspasa la bruma granulosa de su tiempo, congelado en la fotografía tomada durante una de las jornadas de su juicio. Parece que sus ojos quisieran, más allá de ese mes de octubre de 1904, alcanzar de nuevo el presente y seducir a otro incauto infeliz. Esta inquietante imagen suya es la que le ha sobrevivido. Ella es una de las ingeniosas y peligrosas mujeres de fascinante personalidad que aparecen en la galería de retratos que Marisol Donis, farmacéutica, criminóloga y escritora, al rescatarlas del olvido y recuperar sus vidas, ha construido en su libro.

Envenenadoras de Marisol Donis

Se trata de una nueva edición revisada y aumentada, que vuelve a publicarse veinte años después de ver la luz por primera vez y que consta de dos partes claramente diferenciadas. Por un lado, de un vademécum total sobre los venenos y sus efectos en el organismo, que se ha convertido en una obra de referencia imprescindible para criminólogos y profesionales de la medicina y la farmacia. Por otro, en un compendio de los crímenes en los que se usaron y que fueron protagonizados mayoritariamente por mujeres en Europa y Estados Unidos, desde el siglo XIX en adelante. Al mismo tiempo, asistimos al desarrollo de los avances científicos y tecnológicos que, llegado el momento, frenarán esta forma de matar. También a la evolución de las leyes penales que va a desplegarse en paralelo y a la progresiva especialización médica. Una de las aportaciones más interesantes de este libro es el documento de una autopsia realizada en 1844. Está firmada, entre otros, por el futuro marqués de San Gregorio, Tomás de Corral y Oña, médico de la Real Casa durante los reinados de Isabel II y Alfonso XII. En este sentido, resulta muy interesante el estudio que se hace de la figura del médico de familia en esa época y su relación con el hecho paradójico de que muchos crímenes no fuesen descubiertos.

Pero la autora no solo recorre la historia de las ponzoñas y de quiénes y cómo las han usado. A través de la biografía de cada uno de los crímenes de estas asesinas, nos habla esencialmente de la naturaleza humana, en concreto de la femenina, y de las motivaciones que pueden desembocar en la decisión de matar. Por eso, su trabajo nace con el objetivo de resolver una serie de cuestiones: ¿envenenan más las mujeres o los hombres? ¿Por qué se mata? ¿Se envenena por los mismos motivos en España y en otros países? 

Para poder escribir con solvencia acerca de todo esto, Marisol ha llevado a cabo un excelente trabajo de investigación y una importante labor de análisis y de comparación. Las conclusiones a las que llega implican conocer en profundidad las peculiaridades de la sociedad de cada época y el papel que en ella ha representado o se ha esperado que represente la mujer. El manejo de los venenos fue durante mucho tiempo prerrogativa de los profesionales hasta que, a partir del siglo XVIII, su uso se democratiza. Es entonces cuando envenenar deja de ser un oficio y pasa a la esfera de lo doméstico, al espacio donde la mujer ha sido relegada y desde donde, haciendo de la necesidad virtud, y utilizando las escasas opciones que tiene a mano, ella se impone para ejercer su imperio. Si bien, como sucede con el resto de delitos, el asesinato por envenenamiento no es privativo de uno u otro sexo, sí es cierto que las características que lo definen y las circunstancias en que se desarrolla conecta con ciertos rasgos psicológicos femeninos. La mujer es más reflexiva, más sagaz, más paciente que el hombre que es mucho más visceral y menos astuto.

Como bien se lamentaba doña Manuela de Fora, por boca de Carmen Maura, en la adaptación cinematográfica de la novela de Blasco Ibáñez, Arroz y tartana, ser mujer en este mundo nuestro ha sido y sigue siendo muy difícil. En muchas ocasiones, sobrevivir ha sido cuestión de instinto: de saber aguantar y callar, de disimular y observar. De saber aprovechar las oportunidades para defenderse y atacar para escapar. También de sororidad, incluso intergeneracional, sustentada en la transmisión oral de ese conocimiento secreto y heterodoxo que se quedó fuera de los libros, en el extrarradio de los convencionalismos y de la tradición erudita y académica. A lo largo de los siglos, ese bagaje ha sabido serpentear por los márgenes de la legalidad y la moralidad para permanecer y materializarse, más allá del tiempo, en el apoyo mutuo entre mujeres. A veces, matar ha sido la única —y la peor— forma de huir de una realidad injusta o la de lograr la riqueza de un nuevo estatus social necesario para poder optar así a la libertad y a la independencia.