Naturaleza y nostalgia en la poesía de Mahfud Massís y Meira Delma
En la poesía de Mahfud Massís y Meira Delmar, dos poetas latinoamericanos de origen árabe, la naturaleza adquiere un valor simbólico y emocional. Elementos como los jardines, los mares, los ríos o los vientos dejan de ser simples paisajes para convertirse en mediadores de la nostalgia, el desarraigo, la ausencia y el deseo de pertenencia. En su obra, la naturaleza se convierte en reflejo del alma y en un medio de conexión con la memoria y las raíces perdidas.
En la obra de Mahfud Massís, la naturaleza se asocia con la melancolía del exilio y de la nostalgia del origen palestino-chileno. Según María olga Samamé, la naturaleza en su poesía deja de representar serenidad para transformarse en un testigo de pérdida y dolor de separación: mares ríos y tierras se convierten en un espejo del exilio anterior del poeta.
En la poesía de Massís, el mar simboliza la distancia y la pérdida. Actúa como espacio de mediación entre el destierro y la patria recordada. Constituye una frontera entre la vida y la muerte, entre el exilio y el retorno imposible a la tierra de los ancestros. En sus versos el mar se convierte en un vehículo de sentimientos de nostalgia mediando entre la realidad del exilio y el recuerdo espiritual de una patria evocada únicamente a través de la palabra, dice:
“Dejad que caiga esta pierna en el mar,
el mar profundo”
En la misma línea simbólica el río prolonga el sentimiento de búsqueda y retorno. En la poesía massisiana, su fluir constante refleja el esfuerzo del exiliado para volver al origen, aunque este regreso conduzca únicamente al final. En este contexto el yo lírico afirma:
“Como el salmón que torna
a la grava de la muerte,
remonto el río, calvo, seco, desdentado,
roto ya el oro de las ensoñaciones ,
desdichado, veloz, cabezabajo”.
El río no conduce al hogar sino a la muerte. Así, se convierte en un vehículo de sentimientos y nostalgia mediando entre la esperanza del regreso y la certeza de la separación.
En resumen «las aguas del devenir massisiano tienen tonalidades oscuras, teneblosas e, incluso, devoradas; se trata de un fluir acuoso, sombrío, terráqueo y cósmico»
En su poesía antisolar, Massís invierte el valor simbólico de la luz: el sol, deja de iluminar y anuncia la decadencia del tiempo, la pérdida de la divinidad y la añoranza por una luz antigua y perdida. El “oro antiguo” permanece como testigo de lo que perdura, mientras el sol, símbolo de la vida y retorno, cae ante la muerte, dice:
“Se agusanó el sol, viejo Heráclito.
¡Nada permanece!
¡Se agusanó la vida!
Sólo refulge el oro
antiguo de los mariscales.
El oro idiota.
Belcebú, aquí está mi alma.
¡Entrégame el metal pálido!”
En la obra poética de Massís, la tierra, otro elemento de la naturaleza adquiere un valor simbólico central. Refleja la memoria y la perdida actúa como mediadora de la añoranza del yo poético, conectando los recuerdos del pasado con el presente. Oscura y húmeda conserva la huella de lo perdido, absorbe la memoria y revela el vacío del desarraigo, dice:
“Atrás : la tierra, su macho de furores,
la tierra como una esponja negra,
y un collar de sombras y pedradas en los ojos”
En su obra poética, Meira Delmar también utiliza elementos de la naturaleza. Estos reflejan una nostalgia luminosa, no trágica, por la infancia y las raíces libanesas. Influida por la espiritualidad sufí y el lirismo romántico, cada elemento natural media entre el presente sensorial y la tierra ausente de sus orígenes, convirtiéndose en manifestación divina y memoria viva. El paisaje es espiritual, refleja la perfección divina y permite expresar emociones y percibir el paso del tiempo.
En sus versos, el jardín, las flores y especialmente el jazmín se asocian con los seres queridos, en particular con la figura materna, evocando con añoranza la presencia ausente y el recuerdo del hogar, dice:
“Y se me va llenando
de nostalgia la vida,
como un vaso colmado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre”
El olor pertinente del jazmín «recrea los momentos compartidos con los que ya se han ido. La huella del perfume que hierre aunque ya no exista flor, condensa las emociones de gozo y sufrimiento de toda relación amorosa del pasado pero que aun persiste en la memoria», dice:
“Vuelvo a tenerte
y pienso en el perfume
que de nuevo me hiere
aunque el jazmín no exista”
Otro elemento natural que encarna el recuerdo de los antepasados y la memoria de la tierra de origen es el cedro del Líbano. Este símbolo transmite la nostalgia del origen y el orgullo de la herencia árabe, dice:
“Son los cedros del Libano
hija mía.
Mil anos hace, acaso
mil más que medran
a las plantas de Dios.
Guarda su imagen
en la frente y la sangre.
Nunca olvides
que miraste de cerca
la Belleza”
Por último, el agua, se convierte en una imagen metafórica del paso fugaz del tiempo vital y de la imposibilidad de guardar el instante, que pasa como el agua que se escapa entre los dedos, dice:
“A veces, cuando menos
se espera nos asalta
la memoria imprecisa
de un perfume, una hora,
un breve encuentro acaso,
que vuelve en un abrir
y cerrar del aire, apenas,
para huir enseguida
como agua entre los dedos”
Tanto Mahfud Massís como Meira Delmar, aunque desde experiencias distintas, comparten una misma raíz espiritual: la búsqueda de la identidad mediante la palabra poética. Ambos convierten su poesía en una amalgama de los sentimientos de nostalgia y pérdida de sus raíces, resultado de la experiencia del exilio - vivido o heredado, en el caso de la poeta Colombiana-. A través de imágenes metafóricas, donde la naturaleza -con sus mares, flores y ríos- se convierte en mediadora entre el presente y el pasado, su poesía se convierte en puente entre culturas y un espacio de resistencia frente al olvido.