Diáspora árabe

Memorias compartidas: de Al-Ándalus al Renacimiento Árabe en América Latina

El recuerdo de Al-Ándalus se transforma en un reflejo profundo que nutre la expresión literaria de los autores árabes latinoamericanos, quienes reelaboran esa memoria a través de ecos de convivencia, expulsión y nostalgia. 

Los moriscos del siglo XVII y los inmigrantes árabes en América Latina del siglo XIX comparten más que un origen: una experiencia  de pérdida, reconstrucción y memoria. 

Se trata de una de esas coyunturas temporales en las que el pasado  se resignifica en el presente, permitiendo que los escritores árabes latinoamericanos encuentren una profunda afinidad con la experiencia de los moriscos andalusíes. 

Esta dinámica se manifiesta en múltiples expresiones del  pensamiento que se desarrollan en entornos culturales marcados por la presencia de escritores y poetas. Entre ellos destaca la Liga  Andaluza de Letras Árabes (1933–1953), concebida como un espacio de convergencia para autores árabes establecidos en América Latina. 

Su fundación tuvo lugar en São Paulo, Brasil, y con el tiempo logró  expandirse a otras regiones del continente como México, Argentina y  Chile. 

En este grupo figuran los hermanos Fawzi Maluf, Ilyas Malouf y Chafik  Malouf, junto con otros escritores árabes radicados en América Latina, quienes se identifican como continuadores de la tradición literaria andalusí, algo que se refleja claramente en el nombre que eligieron. 

En sus obras literarias se perciben ecos de Al-Ándalus, no como un  intento de retorno al pasado, sino como una fuente de inspiración para el porvenir de la literatura árabe en América. Es lo que se aprecia en el poema de Chafik Maaluf, un poeta, como ocurre con los demás poetas de Al Usba, que se posiciona como heredero de esa tradición literaria, pero en el exilio, en un nuevo continente. 

En mi pecho canta un laúd antiguo, 
con notas que cruzan el mar y los siglos.  
Oh Al-Ándalus, jardín de sabios y poetas,  
te busco en las calles de Río y en los versos de mi alma. 

Aquí, donde el idioma es nuevo  
y el cielo tiene otro azul,  
mi corazón borda memorias  
como tapices de Córdoba. 

No soy extranjero en esta tierra,  
pero mi alma aún danza con Wallāda,  
y en cada palabra que escribo  
resuena el eco de Ibn Hazm. 

Brasil me dio pan y abrigo,  
pero tú, Al-Ándalus, me diste voz.  
Soy hijo de dos mundos,  
y en mi poesía florecen ambos. 

Que mis versos sean puente,  
entre el cedro del Líbano y el flamenco andaluz,  
entre el café brasileño y el jazmín de Damasco,  
entre el exilio y la eternidad. 

Las menciones a autores andalusíes, presentes en este poema, funcionan como hilos de memoria que conectan la tradición intelectual árabe con una renovada expresión literaria. 

Más allá de las contribuciones ofrecidas por esta asociación literaria y del reconocimiento que alcanzó en el plano cultural y humanista, también emergieron otros autores orientados hacia el análisis  sociopolítico. Estos escritores centraron sus obras en la reflexión  cultural y en la reivindicación identitaria. Entre los más destacados figuran el libanés Estéfano Habib (1888-1946) y el marroquí Mouhamed Chakor (1937-2017), cuyas obras: Los pueblos hispanoamericanos. Su presente y su porvenir (1932), de Habib, y La llave y otros relatos (1992), de Chakor exploran la experiencia compartida entre los árabes en América Latina y los andalusíes. Obras de esta índole contribuyen a la recuperación de la identidad  árabe desde una mirada abierta, alejada de posturas nacionalistas excluyentes, y orientada hacia valores universales y humanistas. La literatura aljamiada en el ámbito andalusí y la literatura árabe en América demuestran que la historia no siempre avanza, a veces gira  sobre sí misma, se repliega, se reinventa, y vuelve a doler con otros nombres.  

Los moriscos vivieron el exilio interno en España y luego fueron expulsados por razones religiosas y culturales, lo que condujo a su asentamiento en regiones del Magreb como Túnez, Marruecos y  Argelia. En estos espacios de acogida, continuaron cultivando su obra escrita en el destierro mediante textos aljamiados, manteniendo la  misma hibridación lingüística distintiva. Entre los nombres que  emergen de esta diáspora intelectual se encuentran: Mohamed  Rabadán e Ibrahim Taybili, quienes encontraron refugio en Túnez; Ibrahim de Bolfad, quien se instaló en Argelia; y Muhamed al-Wasir, quien residió en la ciudad de Fez, en Marruecos. 

Por su parte, la literatura árabe en América Latina se articula a partir de las dinámicas migratorias de comunidades procedentes de Siria, Líbano y Palestina, que se establecieron en el continente americano  como consecuencia de conflictos armados y condiciones socioeconómicas adversas en el Medio Oriente. 

Estéfano Habib, autor de Los pueblos hispano-americanos, plantea que América Latina representa la herencia viva de una Andalucía desaparecida. Afirma: “El estilo colonial, tan íntimo, tan acariciador, tan dulcemente voluptuoso, es la continuación, en América, de  Damasco y Andalucía.” 

Esta perspectiva se refleja en la producción literaria surgida de la diáspora árabe en América Latina, donde la escritura se convierte en vehículo de identidad y expresión de lo inefable. Tal es el caso de la  poesía de Fawzi Maaluf, cuya obra sostiene una continuidad cultural y emocional. En La alcatifa de los vientos, escrita originalmente en árabe y traducida al castellano por Francisco Villaespesa, se preserva 

la memoria cultural árabe a través de imágenes poéticas que evocan  lo ancestral y lo emocional. «¡Ay Granada!» constituye la única obra en la que Maaluf expresa su vínculo profundo con Andalucía,  evocando el dolor y la nostalgia vividos por los árabes tras la caída de Granada en 1492. 

Todo ello evidencia que América Latina se revela no como un mero espacio de acogida, sino como un escenario de una historia que se niega a desaparecer, donde persiste, de manera latente y resistente,  la memoria de los moriscos, cuya herencia cultural se resiste a desaparecer del imaginario colectivo.