Entrevista a Beatriz Escalante
Escritora mexicana, autora de 30 libros. Cuatro de ellos reeditados por Editorial Porrúa: Fábula de la inmortalidad, Cómo ser mujer y no vivir en el infierno, Júrame que te casaste virgen y Miedo de mí. Creadora del Método Escalante: Curso de redacción para escritores y periodistas, Ortografía al día, Ortografía para escritores y periodistas, Verbos, las dudas de todos los días (Editorial Porrúa). Embajadora Universal de la Paz por el Círculo de Embajadores de la Paz de Ginebra-Suiza, París-Francia. Presidente de la Unión Hispanoamericana de Escritores, capítulo México. Académica de Asorbaex, España. Ha recibido numerosos homenajes en universidades de México.Condecorada con un Doctorado Honoris Causa, en Barcelona, por su destacada trayectoria. Es considerada, por la crítica internacional, una de las novelistas más interesantes de América Latina.
¿Cómo describirías tu espíritu creador?
Mi espíritu creador es discontinuo, exigente, intenso y siempre me provoca felicidad, incluso cuando narro temas como la traición, la enfermedad, el abuso sexual o la muerte.
Me gusta escribir dos libros a la vez; uno grave y otro leve. Los libros leves me divierten; con los graves denuncio lo que repudio de este mundo.
Me complace ser escritora por el asombro de crear; de que se me ocurran anécdotas, frases poéticas, desenlaces inesperados incluso para mí. Y conste que varios de los cuentos de mi libro Miedo de mí inician con el desenlace.
En tu proceso creativo, ¿qué papel juega el silencio? ¿Lo consideras un vacío que debe llenarse con palabras o una materia viva que también forma parte del poema o la narración?
La pregunta es interesantísima. El silencio es esencial y fascinante para mí. El silencio es un oasis. Es una elipsis creativa entre un libro y el siguiente. Ahora trabajo en tres novelas. Obviamente están inéditas. Y en una de ellas, el silencio es el modo en que se expresa Fátima, mi personaje víctima de abuso sexual.
Silencio son, también, las elipsis que hay dentro de una obra, porque quien esté leyendo una de mis novelas o uno de mis cuentos —al estar en silencio, con la vista en las palabras— contribuye con su imaginación a completar la historia. Imagino la literatura como esta complicidad.
El silencio es la ocasión de recargarme de la necesidad de escribir.
La soledad suele ser vista como condición de la escritura. ¿Cómo dialogas con ella: como refugio, como amenaza o como un territorio fértil de creación?
Yo escribo en cafés. Me invento entre el ruido de la gente. Amo el olor del café, el sonido de las máquinas preparándolo; la manera en que su aroma se expande y se desvanece, como la existencia. Ese escenario ruidoso en donde estoy sola, y me construyo en palabras, es parte de mi rutina.
También me encanta la soledad de las residencias artísticas; es una soledad acompañada por mis pares internacionales. Esa soledad es, para mí, como un cielo donde habitan cuentistas y novelistas: un lugar de respeto y comprensión, de ajenidad y distancia, pues todos necesitamos el silencio, la soledad… la circunstancia creativa.
Imagino las residencias artísticas como pequeñas patrias literarias, mini países, en donde todos somos migrantes, en donde todos pertenecemos a la singular estirpe de cultivadores de palabras y de historias.
Lo íntimo aparece en la literatura como revelación y también como vulnerabilidad.
En mi caso, lo íntimo no es vulnerabilidad. En mis novelas y cuentos aparece lo íntimo como tema.
A mí me gusta escribir sobre el amor, sobre la ideología que lo sujeta o lo libera, en cada época histórica; sobre sus características y formas de manifestarse a través de los tiempos. Mi novela La escuela del amor es un imaginario, una ficción educativa acerca de uno de los sentimientos más dominantes de los últimos siglos… También está presente el conflictivo amor conyugal. En mi novela Júrame que te casaste virgen, exhibo la pasión y el deseo en páginas del diario de la protagonista. Asimismo, escribí las preocupaciones íntimas de una escritora principiante que sueña con tener éxito… Lo íntimo se encuentra en muchísimos territorios, el sexual es solo el más popular.
Lo íntimo está a lo largo y ancho de mi obra: en los pensamientos de mis personajes, en las escenas y en los argumentos. Es uno de los temas por los que tengo predisposición: la libertad contra la necesidad humana de compañía.
¿Cómo influye la ciudad en tu proceso creativo? ¿Dirías que es un escenario, un personaje o una memoria que atraviesa tu obra?
En mi proceso creativo la ciudad es todo: escenario, personaje, inspiración y memoria. Siempre he vivido en grandes urbes: Ciudad de México, Madrid, París, Lisboa, Roma…
Muchas veces la ciudad es también una metáfora. ¿En qué sentido tu escritura dialoga con la idea de ciudad como espacio simbólico?
Desde que John Dos Passos escribió Manhatan Transfer la ciudad es personaje en la literatura occidental. Y es una pauta inconsciente para quienes creamos literatura. A principios del siglo XX, América Latina narró magistralmente sus ciudades: Ciudad de México, Lima, Bogotá, Buenos Aires y otras en textos de nuestros grandes novelistas.
Creo que, en mi obra, el tema de una novela y el entorno en donde ocurre es una mancuerna irrompible. La escuela del amor sucede en Roma (palindroma de Amor), y la novela en la que actualmente trabajo, se desarrolla en la Ciudad de México: una geografía irracional, errática, sin límites, peligrosa, caótica y desdibujada en donde vive una mujer presa del Alzheimer.
Las ciudades donde he vivido y las que he imaginado me habitan.