Conmemorando el centenario del nacimiento de Truman Capote
El escritor norteamericano Truman Capote nació el 30 de septiembre de 1924 en Nueva Orleans, por lo que se celebra ahora el centenario de su nacimiento. Si habéis paseado por alguna librería últimamente, seguro que habéis visto las preciosas ediciones especiales que ha sacado Anagrama para celebrar esta fecha. Su obra es extensa, pero hoy nos vamos a centrar en el libro que le catapultó a la fama y dicen que también a la muerte: “A sangre fría”.
Controvertido como pocos a Capote se le atribuyen muchos adjetivos y casi ninguno es bonito. Personalmente me enamoré de él cuando con apenas dieciséis años su “A sangre fría” cayó en mis manos y ya entonces me aterrorizó el salvaje asesinato de la familia Clutter. Este suceso, a pesar de haber pasado a la historia gracias a la pluma de Capote, no es, ni de lejos, el asesinato más terrible de estas características ocurrido en Estados Unidos, valgan como ejemplo los de Charles Manson entre muchos otros. Este verano, después de una serie de lecturas decepcionantes como “La Ferocidad” de Lagioia -que directamente abandoné- volví a leer este libro. Con ojos adultos y el bombardeo actual de las series y documentales de true crime (de todos ellos os recomiendo el de Crímenes de Carles Porta), la lectura fue muy distinta. Placentera, por supuesto, pero este libro de culto tiene una historia mucho más interesante en el cómo fue escrito que en la historia de los asesinos Perry Smith y Richard Hickock que el 15 de noviembre de 1959 asesinaron a cuatro miembros de una familia en el pueblo de Holcomb, Kansas. Una vez que Capote supo de estos hechos por los diarios de la época viajó hasta allí con su amiga Harper Lee (célebre autora de “Matar a un ruiseñor”) y consiguió entrevistar a miembros de la familia, vecinos y hasta a los propios asesinos con los que llegó a tener una relación bastante estrecha. El escritor era un personaje que generaba controversia allá donde iba y tampoco esta vez fue la excepción. Se encontró fuertes críticas por esas entrevistas en prisión e incluso el propio Hickock le acusó de plagio al estar él mismo escribiendo sus memorias antes que el escritor (incluso hay teorías conspiranoicas que defienden que partes del libro forman parte de ellas).
Capote pasó una temporada de tres años intermitentes escribiendo A sangre fría en la Costa Brava de nuestro país. Sobre esto trata Leila Guerriero en “La dificultad del fantasma”, la autora trata de reconstruir el recorrido del escritor que vino a nuestro país huyendo del ajetreo social que le suponía Nueva York cuando necesitaba concentración para escribir. La autora argentina lo hace con mucha objetividad y recogiendo testimonios muy interesantes. Lo cierto es que en la zona no queda nadie vivo que le recuerde y parece que algunos mitos que se le atribuyen, como que compraba en una determinada pastelería, han resultado ser más ficción que otra cosa. Una vez que abandonó nuestro país, a Capote le faltaba la ejecución de ambos asesinos para poder publicar su obra. Especialmente interesante fue su reacción cuando a los condenados se les acabaron las apelaciones y la fecha de su pena de muerte era cada vez mas inminente, Leila lo escribe así: “En un lapso de nueve días: euforia por la muerte, crucemos dedos y ojalá suceda, querido Perry quizás esta vez tampoco te maten; si no los matan me voy a volver loco.”. Finalmente fue en abril de 1965 cuando los asesinos fueron ejecutados (sus lápidas fueron pagados por el propio Truman Capote) y, según los testimonios de la época, el escritor respiró aliviado pudiendo publicar el libro que le elevó al olimpo de los autores norteamericanos más respetados en enero de 1966 (y previamente por entregas en el New Yorker). El libro permaneció mas de 35 semanas en la lista de libros más vendidos del New York Times, y para celebrar este éxito organizó su muy famosa gala en blanco y negro que también le consagró como miembro de la élite neoyorquina. Por fin había conseguido el estatus social y económico que tanto había ansiado a lo largo de su vida.
No obstante, este libro fue su mayor éxito pero también supuso la caída en desgracia de Truman Capote escenificada con su novela posterior “Plegarias atendidas” con la que dinamitó completamente su carrera y, posiblemente, su vida. Fue en el año 1976 con la publicación del segundo capítulo de dicha novela en la revista Esquire, llamado “La Cote Basque, 1965”, en el que con nombres muy mal disimulados aireó sin compasión todas las intimidades de sus amigas ricas de Nueva York: Lee Radziwill (hermana de Jackie Kennedy), Pamela Churchill, Babe Paley y Gloria Guinness, todas ellas reconocieron las historias íntimas que le habían contado al escritor y la alta sociedad que tanto idolatraba le cerró las puertas estrepitosamente. Aquí Leila recoge un testimonio en su libro muy interesante: “La Cote Basque fue una autoinmolación que no dejó a nadie indemne […]. Tuvo una muerte triste y solitaria. En cierto modo, él la planeó”. Sobre estos hechos os recomiendo también la segunda temporada de la serie Feud en HBO. Finalmente el considerado pionero de la novela de no ficción falleció en agosto de 1984.
Habiendo leído varias obras de Truman Capote y también acerca de su vida y de cómo escribía me ha surgido la eterna pregunta: ¿podemos separar al autor de su obra?. Hasta ahora siempre había pensado que sí, el ejemplo más evidente es el del cineasta Woody Allen, pero en la literatura tenemos muchos otros. El más reciente es el de la premio Nobel Alice Munro que ocultó los abusos por parte de su marido a su hija, la también premiada Doris Lessing que abandonó a sus dos hijos o Pablo Neruda que abandonó a su hija Malva que sufría hidrocefalia y a la que dedicó unas palabras más que crueles. Mi opinión es que si deberíamos separar autor y obra en la mayoría de las ocasiones, sobre todo porque tenemos autores antiguos de cuya vida personal jamás vamos a saber nada, estaríamos entonces siendo injustos con los contemporáneos.
Sea cual sea vuestra opinión os recomiendo mucho leer la obra de Truman Capote y también sobre su vida porque son fascinantes, el libro de Leila Guerriero me parece imprescindible. Nos vemos en la próxima columna y gracias por leerme.