El gran apagón de España: cuatro días sin explicaciones, entre silencios, propaganda y responsabilidades difusas

Centro de control de Red Eléctrica - Red Eléctrica

El 28 de abril, España vivió un colapso eléctrico sin precedentes. A cuatro días del suceso, el Gobierno sigue sin ofrecer explicaciones claras. ¿Qué falló? ¿Quién responde? ¿Por qué nos dijeron que esto no podía pasar?

Un país a oscuras

Lunes 28 de abril, 12:33 del mediodía. En cuestión de segundos, desaparecen 15 gigavatios del sistema eléctrico nacional. Semáforos apagados, trenes detenidos, redes colapsadas. Un apagón masivo paraliza España y deja sin suministro a millones de ciudadanos. También Portugal y parte del sur de Francia sufren las consecuencias.

Durante las siguientes horas, el sistema comienza a recuperarse, pero no es hasta el martes cuando se restablece el suministro en casi todo el país. Aún así, los efectos continúan: interrupciones en el transporte, comercios cerrados, hospitales en alerta, y al menos cinco fallecimientos relacionados con la falta de suministro. La CEOE estima pérdidas millonarias que podrían afectar al PIB de este año.

La pregunta sigue en el aire: ¿cómo pudo suceder algo que el propio Gobierno, Red Eléctrica y expertos afines aseguraban que era imposible?

El Gobierno: sin explicaciones y señalando a los “privados”

Desde el primer momento, el Ejecutivo adoptó un tono ambiguo. Pedro Sánchez compareció para admitir que “no se sabe qué ha ocurrido”, instando a no difundir rumores y apelando a la prudencia. Cuatro días después, no hay una versión oficial clara. Se habla de una investigación técnica y judicial, pero sin fechas ni responsables concretos.

En lugar de asumir responsabilidades, el Gobierno ha apuntado directamente a Red Eléctrica de España (REE) y a las compañías eléctricas privadas como posibles causantes del desastre. Las acusaciones han generado tensión institucional y confusión ciudadana. Mientras REE insiste en que no hubo ciberataque ni sabotaje y que el sistema respondió dentro de lo posible, Moncloa cuestiona su transparencia y cooperación.

En sus declaraciones, Sánchez incluso calificó a REE como “operador privado”, pese a que el Estado posee el 20% de la compañía. Una forma sutil de desmarcarse de cualquier implicación institucional en la crisis.

Red Eléctrica: bajo la lupa

REE, empresa clave del sistema, ha sido blanco de las críticas por el colapso, pero también por su silencio inicial. Su presidenta, Beatriz Corredor, exministra socialista sin perfil técnico, fue nombrada en 2020 por el Gobierno. Durante las primeras horas del apagón, su ausencia fue notoria, lo que despertó preguntas: ¿dónde estaba? ¿quién daba la cara por la empresa encargada de evitar, precisamente, lo que ocurrió?

La compañía ha explicado que lo ocurrido fue una doble desconexión masiva, probablemente de plantas solares, que se propagó en cascada. En cinco segundos, el país quedó a oscuras. El 60% de la electricidad desapareció del sistema. A pesar de ello, Corredor ha descartado dimitir y ha asegurado que el sistema español “es el mejor de Europa”.

Pero no todos comparten esa visión. Se cuestiona la falta de reservas calientes, la dependencia de renovables sin respaldo suficiente, y los posibles errores de planificación o de respuesta en la red de transporte.

¿Qué falló? Hipótesis, críticas y silencios

Mientras el Gobierno y las eléctricas se reparten reproches, los expertos han ofrecido varias explicaciones plausibles. Algunas de ellas:

  • Desconexión masiva de plantas solares en un momento de alta producción y baja demanda.
  • Falta de respaldo convencional (gas, hidráulica) por razones económicas: las eléctricas habrían mantenido centrales paradas para reducir costes.
  • Fallo estructural en la red de transporte por falta de inversión.
  • Aislamiento energético de la Península, con pocas interconexiones europeas.

El investigador Antonio Turiel lo resume con crudeza: “No hubo ciberataque. El apagón es producto de la codicia de las grandes eléctricas. Las tenían apagadas para ahorrar”.

La hipótesis de un sabotaje o hackeo ha sido descartada por REE y el Centro Criptológico Nacional. El propio Gobierno reconoce que no hay indicios técnicos de ataque, aunque mantiene abierta la investigación judicial por si se descubren elementos ocultos.

Las promesas que hoy suenan a broma

En 2021, cuando Austria alertó sobre un posible “gran apagón” en Europa, desde España se negaba tajantemente esa posibilidad. “Es mentira que pueda pasar en este país”, decía Gabriel Rufián. “España tiene reservas de sobra”, afirmaban desde REE. El discurso oficial era que el sistema era robusto, diversificado y preparado.

Hoy, las hemerotecas juegan en contra. En redes sociales, miles de ciudadanos han rescatado esos vídeos, esos artículos, esas declaraciones. Lo que entonces se tachó de bulo, ha sucedido. ¿Exceso de confianza? ¿Propaganda? ¿Negligencia?

El papel de los medios: entre la cobertura útil y la propaganda encubierta

Durante las horas críticas, los medios tradicionales tardaron en reflejar la dimensión del problema. Las radios actuaron con eficacia, pero muchos telediarios minimizaron el alcance del suceso, priorizando la versión gubernamental. Mientras tanto, los ciudadanos compartían información por redes, muchas veces más ágil y precisa que los comunicados oficiales.

También hubo desinformación y bulos, como vídeos antiguos rescatados fuera de contexto. Pero el verdadero problema fue la opacidad informativa institucional. El Ejecutivo se limitó a mensajes genéricos sin datos técnicos, mientras pedía confianza y paciencia.

Muchos ciudadanos no quieren propaganda, sino claridad. La percepción creciente es que nos están tratando como a súbditos, no como a ciudadanos con derecho a saber qué ha pasado con un servicio esencial.

Una sociedad ejemplar y una élite irresponsable

En contraste con la confusión institucional, la respuesta ciudadana fue ejemplar: vecinos ayudando a ancianos, comerciantes ofreciendo alimentos, personas regulando el tráfico sin luz. La solidaridad se impuso al caos. La ciudadanía volvió a demostrar que, cuando el sistema falla, las personas responden.

Pero también quedó clara otra cosa: hay una desconexión creciente entre la clase política, los gestores públicos y la sociedad civil. El apagón no solo fue eléctrico, sino institucional. Sin explicaciones, sin asunción de errores, sin autocrítica.

¿Y ahora qué?

España ha vivido un hecho histórico. Uno que deja al descubierto nuestras debilidades estructurales y la falta de transparencia en la gestión pública. Un suceso que debería llevar a una revisión profunda del modelo energético, de las puertas giratorias, de la gestión de emergencias y del papel de los medios.

En los próximos días, llegarán los informes, los peritajes, las comisiones. Pero lo que no puede volver a ocurrir es que se nos oculte la verdad, que se reparta la culpa sin asumir responsabilidades, que se siga jugando con nuestras vidas como si nada.

Porque la luz ha vuelto. Pero la confianza está en mínimos.