La mirada del centinela

Skyline

El ser humano aspira a lo más alto, anhela subir por encima del cielo, residir entre nubes, poblar la estratosfera con un perro robótico al que pasear por la azotea de un rascacielos. La verticalidad de los hogares, la infinitud de una mirada cada vez más lánguida, el vértigo de creernos a la altura de Dios. 

Se construyen edificios espigados, secuoyas de acero y hormigón en una selva que se recorta contra la luz del día y dibuja el skyline de las grandes metrópolis. La ansiedad nos empuja hacia arriba, distanciarnos de la tierra es un ejercicio de modernidad. La arquitectura de las grandes ciudades agrede la naturaleza original del individuo de estar en contacto con el suelo. No nacimos para vivir en las alturas, la cima de la civilización no es la última planta de la torre más alta. Desafiamos la gravedad, queremos levitar, habitar un estado de confort a más de mil pies de altura. 

Sin duda, es un espectáculo contemplar la silueta urbana de algunas poblaciones, la línea del horizonte que trazan los edificios que se elevan por encima de la humildad del ladrillo, rascacielos que a todos miran con la altivez propia de esas vastas construcciones, erigidas para dar testimonio de la superación urbanística, del reto de ir más allá de lo necesario, porque no hay necesidad de vivir a más de quinientos metros del suelo. 

Pisar tierra firme, dejar huella en el pavimento, hollar el suelo y vivir en él, esa es la primigenia voluntad del homo sapiens. Tomando como ejemplo la península ibérica, la silueta urbana de Ávila no envidia a la de Manhattan, no debe hacerlo. La divinidad de la ciudad abulense la eleva por encima de cualquier skyline moderno, además de estar situada a 1131 metros sobre el nivel del mar, lo que la convierte en la capital de provincia más alta de España (Manhattan está situada a tan solo 10 metros sobre el nivel del mar). 

Vivir por encima de las aves que surcan los cielos no mejora nuestras condiciones de vida. Los rascacielos muestran su mejor cara impresos en una postal, pero dormir más pegado a la tierra ofrece seguridad al durmiente. Alzar un edificio más alto que el anterior es solo un reto para el ser humano. El ansia de elevarse, ya sea aupado a un rascacielos o a bordo de un cohete, es la máxima que prima en las mentes de algunas personas, su afán es tomar distancia de la corteza terrestre. Los promotores inmobiliarios aprovechan así la superficie útil en un espacio de suelo reducido. Esto, que a priori es una ventaja, acarrea también muchas desventajas derivadas de su gran altura. 

No sé ustedes, pero yo prefiero vivir en contacto con la tierra que piso. Mi particular skyline consiste en una muralla de piedra que rodea el casco antiguo de una ciudad, un farallón granítico que reivindica el poso de la historia y se erige como verdadero Patrimonio de la Humanidad, más allá de torres de Babel, más allá de horizontes y siluetas urbanas construidas con andamiajes de artificio.