Alcazaba

Ministerio de la Soledad

Inglaterra se ha adelantado a tener en su gabinete alguien encargado de velar por la soledad de sus conciudadanos, un mal que se extiende como una hidra en las sociedades modernas.

Lise Truss, primera ministra británica, duró muy poco en el número 10 de Downing Street, y la reemplazó Rishi Sunak, político descendiente de pakistaníes, acostumbrado a manejar grandes sumas de dinero, conocedor del origen y destino de los bancos.

A los descendientes de la antigua India que se apartaron y fundaron Pakistán, se les conoce en el mundo anglosajón como “Pakis”, denominación despectiva que viene a ser el equivalente del “sudaca” para los hispanoamericanos en España.

Se enfrentó Sunak a una nación que ve con inquietud el futuro ante los múltiples asuntos por resolver: la devaluación de la libra esterlina, las consecuencias económicas del Brexit, la guerra en Ucrania y, por supuesto, la necesaria inclusión que solicitan ahora no solo indios y pakistaníes, sino también africanos, refugiados ucranianos, suramericanos, ya sin la rectoría de Isabel II.

Pero Gran Bretaña tiene un ministerio que otros países desconocen. Por primera vez en la historia del mundo el país dejó atrás el rostro adusto de la política, para enfrentar, de cerca, el de los seres que la habitan, con sus miedos, fobias, aprensiones, como si en ese mundo de la administración pública y la burocracia, empezaran a tenerse en cuenta las arterias del río de la humanidad: Nombró hace un tiempo a la primera Ministra de la Soledad.

La designación recayó en Tracey Crouch, quien se desempeñaba como Ministra del Deporte y de la Sociedad Civil. Ella, según la declaración de la Primera Ministra Theresa May, se encargaría de enfrentar “este grave problema” de nuestro tiempo, algo que ahí  tiene características de epidemia.

Alguna vez Orwell dijo que los ingleses son “ese pueblo de carpinteros, amateurs y coleccionistas de estampillas”, una frase que define de alguna manera el carácter introvertido de quienes decidieron, a través del Brexit, tomar distancia, separarse de la Unión Europea, decisión que tuvo una fuerte oposición de la diputada laborista Jo Cox, asesinada en junio de 2016. En su nombre se creó el Ministerio de la Soledad.

Cox se opuso fuertemente al Brexit. Poco antes de ser asesinada, a la salida de un acto en una biblioteca, subió fotos al Facebook en el que aparecía navegando con su familia por el Támesis. “Juntos 

somos más fuertes”, anotó metafóricamente. Aseguran que el hombre que le disparó y luego la ultimó con un puñal, gritó: “¡Gran Bretaña primero!

Ahí, en una población de aproximadamente 66 millones de habitantes, se calcula que el 14% vive en soledad. La política, en el terreno de la salud pública se enfoca hoy en la solución de múltiples trastornos, particularmente en la población de tercera edad, donde además del Alzheimer, la depresión y otras enfermedades, su tratamiento compromete un significativo rubro del presupuesto nacional.

Este flagelo toca también a la población juvenil, situación no ajena a los Estados Unidos y otros pueblos del mundo. Chicos que tienen 5000 “amigos” en FB y otras redes, padecen diariamente soledad e incomunicación. “Hablan” solamente con sus Iphones, viajan, se enamoran, e interactúan socialmente en una “realidad” virtual.

En algunas naciones de Europa como Francia existe un programa de acompañamiento para ancianos solos. El Estado paga a jóvenes franceses o de otras culturas que estén dispuestos a conversar acerca de poesía, cine o fútbol, cosas del mundo, con adultos mayores. A cambio, estos jóvenes, estudiantes en su mayoría, reciben techo y alimento.

Aquello me hizo pensar en un cuento de Gabo en el que alguien se alquilaba para soñar, una profesión que seguramente será muy cotizada en el futuro cercano. Sé de un jubilado español con chalet, coche alemán y buena pensión, que “se cansó de hablar con su propio espejo” y viene cada año a la Florida, se sienta en cafés y restaurantes y habla con quien quiera escucharlo. Va “de marcha”, de un sitio a otro, buscando interlocutores.

Mientras millones desean huir de la soledad, otros, como algunos poetas, la buscan. Yeats, el bardo irlandés, compró un castillo en Galway y desde ahí, escribió algo de sus mejores poemas: “La Torre” y “La escalera de caracol”; amaba estar solo, entre el bosque y un lago. Por su parte, John Keats, símbolo del Romanticismo británico, escribió: “!Oh soledad, si contigo he de vivir/ que no seas el desordenado sufrir de turbias y sombrías moradas…”

La poeta colombiana Piedad Bonnett, por su parte, describió bellamente esa sensación de soledad cuando anochece: “Exacto y cotidiano, el cielo se derrama como un oscuro vino/ se agazapa a dormir en los zaguanes, endurece los patios, los postigos…”