Bitcoin en las tesorerías: un desafío al sistema financiero actual
En 2025, 147 empresas cotizadas han acumulado más de 853.000 Bitcoin, el 4,0 % de su oferta total, valorados en 100.400 millones de dólares. En el centro de esta locura está Metaplanet, una empresa hotelera japonesa con un solo hotel en propiedad, que tras años de estancamiento apostó por Bitcoin y vio cómo su acción se disparó por encima de cualquier nivel imaginable. Con 15.555 BTC en su balance, Metaplanet no solo ha transformado su negocio: ha puesto sobre la mesa una nueva forma de entender qué es una empresa, cuestionando la lógica misma con la que hoy funcionan todas.
Es por ello que en el artículo de hoy me gustaría explorar qué hay detrás de este fenómeno. ¿A qué responde esta explosión de nuevas empresas Bitcoin? ¿Estamos ante otra burbuja o hay realmente algo más detrás de todo este fenómeno?
“Modus Vivendi” del sistema financiero actual
¿Qué buscan todas las empresas cotizadas? Parece obvia la pregunta pero es más complicada de lo que se presenta. Una buena respuesta, a mi modo de ver, sería maximizar su valor; o lo que es lo mismo, maximizar el valor de sus acciones. ¿Quién no quiere que la acción de su empresa suba?
A medida que se han ido desarrollando los mercados globales, muchas han sido las estrategias utilizadas para maximizar el valor de la acción: desde la más básica de aumentar ingresos/beneficios pasando por estrategias más elaboradas como la recompra de acciones para reducir su oferta flotante, el aumento constante del dividendo, la emisión de deuda para la adquisición de competidores, la transición de poseer un activo en balance para pasar a alquilarlo (ej: vendo mi nave y la alquilo al comprador) o la tan sonada búsqueda de “eficientar” la empresa, que no es otra cosa que realizar todo tipo de recortes que si bien mejoran los márgenes en el corto plazo, erosionan la calidad, el ciclo de vida del producto y la capacidad de innovación a largo plazo. Las empresas se vuelven cortoplacistas.
Las consecuencias de esta necesidad cortoplacista de mejorar ratios financieros ad-infinitum son visibles a cualquiera que destine dos minutos en observar su entorno. La gran inversión en I+D queda relegada a grandes grupos con exceso de caja, trasladando esta necesidad o carencias a los presupuestos públicos. El gasto en talento, materiales o procesos se optimiza al límite. La necesidad de aumentar ingresos provoca la paulatina concentración del mercado en pocos actores. Grandes áreas de las empresas se externalizan, pudiendo desprenderse de ese coste en cualquier momento..
Esto se ve reflejado en los grandes planes estratégicos, donde lo habitual es establecerlos como máximo a 5 años, y donde en la práctica se revisan cada dos. El incentivo no es pensar en la supervivencia de la empresa a 20 años, sino en cómo mejorar las expectativas para los próximos trimestres.
Si observamos bien, todas estas prácticas orbitan alrededor de la hiper-optimización de la cuenta de resultados: lo que se ingresa, lo que se gasta y lo bien que evolucionan los ratios. El balance de la empresa en cambio pasa a un segundo plano cuando no al olvido.
Estás dinámicas responden a una realidad e inventivos objetivos: en la era donde todo sube por acción de la inflación, las empresas se ven obligadas a descapitalizarse constantemente para entregar valor a sus accionistas. Toda empresa rentable se ve forzada a entregar sus ganancias ante la evidente falta de un activo que no se diluya en la estantería de su balance. ¿Qué sentido tiene mantener caja si esta se deprecia cada vez más rápido? ¿Para qué mantener activos que pesen en ratios y haga sufrir la acción en bolsa?
Metaplanet vivía esta realidad. Con ingresos estancados y un balance débil, su acción apenas despertaba interés. En abril de 2024, decidió dar un giro estratégico: adoptó Bitcoin como activo de tesorería. En el segundo trimestre de 2025, con la subida de BTC, sus ingresos crecieron un 42,4 % (7,6 millones de dólares), su beneficio operativo alcanzó los 593 millones de yenes (4 millones de dólares) y su capitalización bursátil escaló a 3.200 millones de dólares. Al incorporar un activo no diluible en su balance, dejó de depender exclusivamente de su cuenta de resultados y empezó a capitalizar valor de forma estructural.
La limitación de los activos tradicionales
Es lícito preguntarse aquí si no existe dentro del sistema financiero actual algún otro activo que pueda ejercer como refugio duradero contra la inflación. Que permita a otros reforzar su balance como lo está haciendo Metaplanet. ¿Es que acaso sólo funciona con Bitcoin?
Con Bitcoin, y por primera vez en la historia, aparece un activo que aparentemente no se degrada con el tiempo, perfectamente finito, con una emisión matemáticamente conocida, barato de almacenar y transportar. En el gráfico a continuación planteo una comparativa entre Bitcoin y los activos financieros tradicionales en cinco categorías clave: liquidez, protección contra inflación, costes de almacenamiento, riesgo inherente (volatilidad, dificultad de gestión, inmadurez), y adopción regulatoria.
Los bonos, aunque líquidos en mercados secundarios y con costes de custodia mínimos, son sensibles a los tipos de interés y pierden valor real si la inflación supera su rendimiento (un bono a 10 años al 3-4% no alcanza para superar una inflación media real del 5-7%). Su regulación es clara y su riesgo bajo, pero su capacidad de preservar valor es limitada.
Las acciones, con un rendimiento promedio del 7% anual en el S&P 500, ofrecen liquidez y marco regulatorio sólido, pero requiere trabajo constante de análisis y lo que es más importante, invertir en acciones puede financiar las acciones de competidores.
El inmobiliario, con potencial para proteger contra inflación a largo plazo, es ilíquido, con altos costes de mantenimiento, impuestos y seguros, y su regulación varía por país, aumentando la complejidad de su gestión.
El oro, refugio histórico, sufre una inflación minera del 2% anual, es costoso de custodiar y transportar, y menos líquido que los mercados financieros modernos, aunque su bajo riesgo y aceptación regulatoria lo hacen confiable.
Bitcoin por contra destaca por su liquidez, con transacciones globales casi-instantáneas 24/7, en protección contra inflación (al menos hasta hoy) gracias a sus 21 millones de monedas fijas. Sus costes de almacenamiento son ínfimos. Sin embargo, su alta volatilidad, su inmadurez, y una regulación incierta lo hacen arriesgado.
Metaplanet ha sabido aprovechar estas ventajas, financiando sus compras con emisiones de capital que atrajeron muchísimo interés, pudiendo ahora usar la apreciación de Bitcoin en su balance para reinvertir en hoteles más rentables, reducir su deuda y mejorar su modelo operativo mientras acumula más BTC.
Una nueva forma de hacer empresa
De consolidarse como un activo que escapa a la inflación, Bitcoin devuelve al balance su función original: ser una palanca de valor estructural para las empresas y no una simple fotografía contable en un momento dado. En lugar de depender exclusivamente del margen operativo o de la reducción constante de costes, una empresa puede acumular un activo que no se deprecia con el tiempo. Esto no sustituye la necesidad de generar caja, pero ofrece un mecanismo para conservar el fruto de esa generación de valor presente en términos reales futuros.
Metaplanet y Strategy (la empresa pionera en utilizar Bitcoin para su tesorería) han introducido incluso una nueva métrica interna: el “BTC Yield”, que mide la apreciación del Bitcoin por acción como alternativa o complemento al beneficio por acción (BPA) tradicional. Bajo esta lógica, emitir acciones para comprar Bitcoin no implica necesariamente una dilución del valor. La deuda respaldada por el BTC del balance puede acceder a mejores tipos de interés al contar con un colateral líquido y no degradable. Y la capacidad de desapalancarse mejora si el activo en balance se aprecia más rápido que el coste de la deuda emitida.
Metaplanet, gracias a este nuevo balance, está evaluando la adquisición de hoteles con mayor rentabilidad operativa, reinvirtiendo parte de sus beneficios en reforzar su negocio core mientras continúa acumulando. Esto le permite competir con cadenas mucho mayores en términos de eficiencia estratégica, sin necesidad de replicar la escala o el volumen de sus competidores.
Por resumir, con esta estrategia de acumulación de activo no degradable, la empresa dejaría de ser parcialmente una máquina de generar y distribuir beneficios y pasaría a ser un refugio del valor operativo, con un balance que ya no depende de un dinero que se deprecia.
El cortoplacismo al que hacíamos referencia al inicio del artículo pasaría a ser menos importante. Al pasar a acumular valor real, cambia la lógica temporal de las organizaciones: se deja de agradar al mercado trimestre tras trimestre para empezar a construir un balance que resista en el largo plazo.
Pongamos dos empresas que generan el mismo flujo de caja anual. Una de ellas reparte dividendos cada año y recompra acciones para sostener su cotización. La otra guarda sistemáticamente un porcentaje de ese flujo en Bitcoin. Durante los primeros años, puede parecer que la primera es más atractiva: da rentabilidad inmediata y su acción sube. Pero en un entorno de inflación persistente y depreciación monetaria, la segunda empieza a destacar: su balance se aprecia, tiene más colateral, más independencia y más margen de maniobra. Su capacidad de inversión futura crece y pasado un tiempo estaría en mejores condiciones para acometer la compra de su competidor que viceversa.
Críticas
Como es lógico, esta estrategia ni es infalible ni está libre de críticas. La volatilidad de Bitcoin, por ejemplo, es la más sangrante. Un desplome del 50 %, algo común en este activo, puede hundir el valor contable del balance en cuestión de semanas. A ello se suman los riesgos regulatorios y la percepción de que Bitcoin no genera flujos de caja, a diferencia de bonos o acciones de dividendos.
Son riesgos reales. Pero el caso de Metaplanet demuestra que una estrategia bien estructurada puede mitigar muchos de ellos. Al limitar su exposición al 20 % del balance y diversificar fuentes de ingresos, la empresa ha logrado por ahora transformar la apreciación de su activo en ventaja competitiva. No se trata de sustituir toda la tesorería por Bitcoin, sino de integrar una reserva dura en una arquitectura financiera moderna.
¿Futuro o moda?
Con más de 850.000 BTC en manos corporativas y un número creciente de empresas adoptando este enfoque, el fenómeno ya no puede considerarse anecdótico. Su impacto, como lo hemos tratado de ilustrar en este artículo, cuestiona los fundamentos del sistema empresarial actual, construido sobre una moneda en constante degradación y unos incentivos que penalizan el ahorro y la planificación de largo plazo.
Bitcoin ofrece una alternativa: un activo que presenta a las empresas una palanca estratégica más, una que devuelve al balance un protagonismo que había perdido. No elimina por supuesto su necesidad de operar bien, pero ofrece una forma nueva de preservar lo generado. Pensando en alto, ¿qué pasa con la acción de una empresa que de pronto ve cómo su negocio queda relegado por un nuevo competidor o producto alternativo? Con Bitcoin en balance representando el valor pasado de sus operaciones, el valor de la acción tendería a representar el valor en balance de dicho Bitcoin. En cambio para una empresa sin Bitcoin, el valor de su acción caería hasta alcanzar el valor operativo del negocio, otrora exitoso, hoy insignificante.
Nada garantiza que Bitcoin acabe consolidándose como reserva de valor global. Pero si lo hace, las empresas que se posicionaron primero habrán construido una ventaja difícil de igualar. Pudiendo convertirse en las empresas más valiosas del mercado.
En mi opinión, veremos como muchas de estas empresas que se han lanzado hoy a comprar BTC de forma descontrolada verán como tienen que vender en pérdida y de forma precipitada los Bitcoins adquiridos para hacer frente a sus deudas. En cambio, aquellas que lo hayan realizado de forma estructurada, midiendo bien su exposición, podrán encontrar la forma de seguir acumulando el activo a precios más atractivos.
No todas las empresas acabarán adoptando Bitcoin. Pero es probable que ante su consolidación paulatina, muchas se pregunten algo elemental:
¿Tiene sentido seguir construyendo valor sobre una base que se devalúa cada día?