La Fundación March analiza la desinformación como amenaza a la democracia
La Fundación Juan March acogió ayer una nueva sesión de su ciclo La cuestión palpitante, en la que se abordó la creciente influencia de la desinformación en la política y la sociedad. La mesa redonda, moderada por los periodistas Lara Siscar y Antonio San José, contó con la participación de Jesús Ruiz Mantilla, periodista y escritor, y Ángel Badillo Matos, investigador del Real Instituto Elcano y experto en comunicación y geopolítica.
Bajo el título "La desinformación", los ponentes analizaron este fenómeno desde una perspectiva global, destacando su uso como herramienta de propaganda política, manipulación social y desestabilización de las democracias. Durante el encuentro, se examinaron casos como el Brexit, la elección de Donald Trump en 2016, la invasión de Ucrania y la influencia de potencias como Rusia y China en la difusión de noticias falsas.
¿Desinformación o simple mentira?
Uno de los primeros puntos abordados en la mesa redonda fue la diferencia entre una mentira aislada y una campaña de desinformación organizada. Ángel Badillo explicó que una campaña de desinformación no es un hecho aislado, sino una estrategia perfectamente orquestada para confundir a la opinión pública, fomentar la polarización y generar desconfianza en los sistemas democráticos.
Como ejemplo, se recordó la falsa promesa lanzada durante la campaña del Brexit en 2016, cuando los partidarios de la salida del Reino Unido aseguraban que, al abandonar la Unión Europea, el país ahorraría 350 millones de libras semanales que podrían destinarse al sistema de salud británico. Una vez consumado el Brexit, esta afirmación se reveló como engañosa.
"La desinformación busca inundar la esfera pública de mensajes contradictorios para que la gente dude sistemáticamente de la información veraz", explicó Jesús Ruiz Mantilla. "Y cuando la gente no sabe en qué creer, es más fácil que adopte narrativas simplistas, muchas veces promovidas por actores con intereses políticos o económicos", añadió.
El papel de Rusia, China y la derecha estadounidense
El debate también profundizó en el papel de actores internacionales en la expansión de la desinformación. Tanto Ruiz Mantilla como Badillo coincidieron en señalar a Rusia como la gran potencia en la desinformación global, con estrategias que comenzaron en 2014 con la anexión de Crimea y se consolidaron con el Brexit y la primera victoria de Trump en 2016.
Según los expertos, el Kremlin ha desarrollado auténticas fábricas de desinformación, invirtiendo miles de millones de dólares en la manipulación de la opinión pública occidental a través de bots, granjas de trolls y medios afines. "Putin vio en la desinformación una manera de recuperar la influencia global perdida tras la caída de la URSS, y la ha convertido en un arma política", afirmó Badillo.
Por otro lado, China ha replicado muchas de estas técnicas para influir en su área geopolítica de interés, especialmente en Taiwán y otros países asiáticos. Además, se destacó el papel de la derecha estadounidense, que ha adoptado tácticas similares a las rusas, promoviendo discursos que socavan la confianza en los medios de comunicación tradicionales y en las instituciones democráticas.
El papel de las redes sociales: algoritmos, burbujas y polarización
Uno de los aspectos más preocupantes abordados en la jornada fue el papel de las redes sociales como vehículos de desinformación. Según los expertos, las plataformas digitales han facilitado la creación de burbujas informativas, en las que los usuarios solo reciben contenido que refuerza sus creencias previas, limitando el debate plural y favoreciendo la polarización.
"Antes, la televisión y la prensa estructuraban la información de manera que todos los ciudadanos recibían un mínimo común de noticias relevantes", explicó Badillo. "Ahora, cada persona vive en su propia burbuja digital, expuesta solo a contenidos filtrados por algoritmos diseñados para maximizar el tiempo de atención y la rentabilidad publicitaria".
La conversación también abordó el papel de empresas como Meta (Facebook), Google y X (antes Twitter), que han reducido o eliminado programas de verificación de datos y han permitido la proliferación de cuentas anónimas que amplifican la desinformación sin consecuencias.
Inteligencia Artificial Generativa y el futuro de la desinformación
Uno de los puntos más inquietantes del debate fue la irrupción de la inteligencia artificial generativa como una nueva amenaza en la desinformación. Ruiz Mantilla destacó que esta tecnología ya permite crear vídeos, imágenes y audios hiperrealistas de figuras públicas diciendo cosas que nunca han dicho, lo que dificulta aún más distinguir la verdad de la mentira.
"Si hasta ahora la desinformación se basaba en manipular datos o titulares, con la IA se abre una nueva era en la que cualquiera puede generar contenido falso indistinguible de la realidad", advirtió el periodista.
¿Cómo combatir la desinformación?
Para hacer frente a esta amenaza, los expertos insistieron en tres pilares clave:
- Educación y alfabetización digital: Incorporar en los planes educativos formación sobre cómo detectar bulos, contrastar información y entender el funcionamiento de los algoritmos.
- Apoyo a los medios de comunicación de calidad: Recuperar la confianza en los periodistas profesionales y en medios con estándares editoriales sólidos.
- Regulación y responsabilidad de las plataformas: Exigir a las redes sociales mecanismos efectivos para combatir la desinformación sin vulnerar la libertad de expresión.
Ruiz Mantilla y Badillo coincidieron en que la Unión Europea es la única institución global que ha avanzado en la regulación de la desinformación, con medidas como la Digital Services Act, que obliga a las grandes plataformas a tomar medidas contra la manipulación informativa.
Sin embargo, alertaron de que algunas de estas empresas están abandonando sus compromisos previos, lo que podría suponer un retroceso en la lucha contra la desinformación.
España en el epicentro de la desinformación: bulos, elecciones y polarización
Durante la mesa redonda, los expertos coincidieron en que la desinformación no es un fenómeno aislado y que España ha sido, en los últimos años, objetivo de diversas campañas de manipulación informativa. Aunque la charla se centró en el papel de Rusia, Cambridge Analytica y el impacto global de la desinformación, la realidad es que España ha vivido episodios de intoxicación informativa en momentos clave de su historia reciente.
Uno de los casos más significativos es el uso de las redes sociales y plataformas digitales para polarizar la opinión pública en periodos electorales. Tal y como se mencionó en la mesa redonda, la desinformación suele intensificarse antes de las elecciones, y en España hemos visto la viralización de noticias falsas tanto en campañas generales como autonómicas. Estas estrategias no solo han intentado socavar la confianza en los partidos políticos o en las instituciones democráticas, sino que han llegado a generar crispación social con bulos que afectan a colectivos específicos.
Un ejemplo claro es la desinformación sobre inmigración, donde se han propagado en redes sociales noticias falsas sobre ayudas públicas a inmigrantes, delitos inexistentes o imágenes manipuladas. Estos bulos han sido identificados y desmentidos por verificadores como Maldita.es o Newtral, pero la rapidez con la que se difunden demuestra la vulnerabilidad del ecosistema informativo.
Otro punto relevante que se abordó en la charla es el papel de los grandes medios de comunicación frente a esta crisis de desinformación. Según el Eurobarómetro, España es uno de los países europeos donde los ciudadanos menos confían en la prensa, lo que facilita la penetración de bulos y narrativas falsas. Este escenario ha sido aprovechado tanto por agentes externos como por grupos con intereses políticos para erosionar la credibilidad de los medios y sustituirlos por canales alternativos, en muchas ocasiones sin contrastes ni rigor informativo.
En este sentido, los ponentes destacaron la importancia de la alfabetización digital y la regulación de las plataformas, especialmente en un contexto donde el anonimato en redes y el uso de inteligencia artificial para generar contenido falso complican aún más la detección de información manipulada. Como se mencionó en la mesa, la lucha contra la desinformación en España no solo debe venir de la regulación institucional, sino de una ciudadanía crítica que aprenda a identificar bulos, verifique fuentes y refuerce su consumo de información en medios con trayectoria y rigor periodístico.
El debate dejó claro que España no es ajena a la guerra de la desinformación y que, como ocurre en otros países, los ataques informativos buscan explotar las fisuras de la sociedad para generar desconfianza y división. La educación mediática, el compromiso de los medios y la responsabilidad de los ciudadanos son ahora más necesarias que nunca para proteger la democracia de los efectos corrosivos de la manipulación informativa.
La desinformación: un desafío para la democracia
La jornada organizada por la Fundación Juan March dejó claro que la desinformación no es un fenómeno nuevo, pero sí más sofisticado y peligroso que nunca. Desde las campañas de manipulación política hasta la inteligencia artificial, el reto es inmenso.
"La única manera de combatir la desinformación es con más información, más educación y más periodismo de calidad", concluyó Badillo. "No podemos dejar que los bulos definan nuestras democracias".
La mesa redonda cerró con una advertencia clara: la desinformación es una de las mayores amenazas del siglo XXI, y la lucha contra ella requiere el compromiso de gobiernos, medios y ciudadanos.