Wuhan
Todavía en época de Biden, el Gobierno de EEUU estableció que el origen del Covid fue un ‘escape involuntario’ en el laboratorio, situado en Wuhan, donde se investigaban los coronavirus que infectaban a los murciélagos. Esta es la verdad ‘oficial’, además de bastante plausible, pero no es una verdad ‘científica’ porque el Gobierno chino nunca permitió que se realizaran las pruebas necesarias. En esta situación, la posibilidad de que el origen fuera zoonótico no puede descartarse. El sospechoso actual no es el pangolín, como se propuso inicialmente, sino el perro mapache, quizás por ser el que más profundamente se ha investigado.
Cuesta trabajo entender lo que era el ‘mercado húmedo’ de Wuhan, cerrado desde hace cinco años, donde se vendían para consumo humano una gran variedad de animales salvajes. Cada mes, se vendía un promedio de 38 de esos perros mapache. La especie más vendida era el erizo de Amur con un promedio de 332 individuos al mes. La civeta de palmera enmascarada, los tejones puercos, las ratas de bambú chinas y los puercoespines malayos también se vendían regularmente. Nosotros no comemos perros ni insectos, pero sí pulpo, lo que a ciertos ojos ajenos resulta también repugnante.
El mecanismo de transmisión sería a través de un animal salvaje infectado por un murciélago con el SARS-Cov2, que se transmitiría a los humanos como consecuencia de la ingesta del animal infectado. La existencia de nuestras granjas de aves o porcino, tan criticadas por los colectivos animalistas nos previene, gracias a su control sanitario, de infecciones que podrían tener un elevado coste en forma de enfermedades tan terribles como el Covid.