La vivienda: un problema grave y urgente
En los lejanos tiempos del fin de mi noviazgo, en mi compañía del amor de mi vida, recuerdo que empezamos a buscar una vivienda con la que empezar una vida juntos. Me refiero a una vivienda en alquiler, por supuesto. Con nuestros escasos recursos, la idea de comprar un piso estaba muy lejos de nuestras aspiraciones. Entonces la vivienda en propiedad para las nuevas parejas era una aspiración imposible. En la búsqueda de in piso asequible a nuestros ingresos, recorrimos los que se anunciaban en los periódicos, especialmente en el “Ya”, que era el que dedicaba más espacio a las ofertas de alquileres. En mis recuerdos de aquella búsqueda, con la ingenuidad de la juventud fuimos a visitar un piso en pleno barrio de Salamanca, mi barrio. Se anunciaba un piso nada menos que en la calle General Mola, ahora Príncipe de Vergara. Era un edificio antiguo, del siglo XIX, de cuatro pisos sin ascensor, y en un estado lamentable, con un cuarto de baño espantoso, tres dormitorios que eran un modelo de suciedad, y, al tratarse de un piso interior, el paisaje desde las ventanas era un patio lúgubre y triste. Salimos de allí como alma que huye del diablo, y continuamos la búsqueda.
Entonces se anunciaban pisos en alquiler en la ampliación del barrio de la Concepción. Eran modernos, pero con habitaciones raquíticas, en las que había que entrar no de frente, sino lado. En los dormitorios podían entrar dos personas, siempre que fueran niños o adultos enanos, y dos camas, pero situadas una encima de otra, como las celdas de las prisiones de las películas norteamericanas.
Este largo preámbulo viene a cuento de hablar de los problemas de la vivienda, que se han ido agudizando con el paso de los años, hasta llegar a la situación actual, en que la vivienda se ha situado en cabeza de los problemas de los españoles. Ahora el crecimiento vertiginoso de la demanda se enfrenta a una oferta raquítica. Recuerdo una frase de ese gran arquitecto que fue Miguel Fisac, que afirmó que la vivienda puede ser un negocio, pero no un cochino negocio. Y ése es el problema al que se enfrentan las nuevas generaciones, que buscan vivienda con unos alquileres que se llevan buena parte de sus ingresos, y con pisos en venta por las nubes. Pero para comprar un piso hace falta contar con una cantidad de entrada, para una hipoteca que le ata por treinta o cuarenta años. Este Gobierno tan entusiasta y satisfecho de si mismos no ha considerado la vivienda como algo necesario e imprescindible, y el resultado es una situación angustiosa para muchos españoles. Ahora anuncia una nueva Ley de Vivienda que me temo no va a solucionar el problema, porque la construcción req uiere dos factores imprescindibles: tiempo y dinero. Y una política de oferta pública de pisos asequibles para las clases medias y bajas. El derecho a la vivienda está recogido en nuestra Constitución, pero no deja de ser una aspiración enfrentada con la realidad. Me recuerda a la Constitución de 1812, la “Pepa”,que proclamaba que los españoles deberían ser “buenos y benéficos”.
Hace falta más suelo edificable, menos burocracia que hace interminables las autorizaciones, ayudas y beneficios fiscales a la construcción de viviendas de protección oficial, y una colaboración continua entre el Gobiernos, las Comunidades autónomas y los Ayuntamientos. Dejar de experimentar y ven como se van solucionando los problemas en los países de nuestro entorno. Y dejarse de enfrentamientos partidistas que no hacen sino complicar aún más la situación. Mientras tanto, se ofertan pisos minúsculos a precios disparatados, con “soluciones habitacionales” que son una ofensa permanente al sentido común. Si no se logra el necesario equilibrio entre la oferta y la demanda los precios seguirán subiendo, y la emancipación de los jóvenes será una permanente utopía. Acabaremos siendo un país de viejos desilusionados y de jóvenes amargados. Y presumiremos de tener una economía que va “como una moto”, pero será una moto cada vez más gripada, más inservible.