Verdades de invierno
Una de las mayores cualidades de la verdad, es que puede traer viejas esencias en formas novedosas. Eso es lo que vivimos un gran número de aficionados charros, y llegados de otros lugares, ante el reclamo de un grupo de aficionados; que organiza una feria con el toro y el torero como argumento y el aficionado, como destinatario. Todo con el noble afán de que el público se aficione y los toreros se reivindiquen. Algo tan sencillo, que parece imposible de realizar a estas alturas, en que los caminos de la tauromaquia se han retorcido y encapsulado tanto.
El Casino de Salamanca se llenó, como lo había hecho pocas veces, ante la presencia de Damián Castaño y de Isabel Lipperheide, la hija de Dolores Aguirre; y ahora representante de tan temido hierro. Ambos protagonizaron sendas faenas verbales cortas, limpias y profundas. Faenas cortas de pases largos, donde la honestidad brilló con luz propia y por encima de todo.
Damián Castaño se sintió hondamente agradecido por este momento, en que el toreo le proporciona los medios económicos suficientes, para sustentar a su familia, a la vez que llena su vida y su tiempo con aquello que siempre soñó; y que, durante largos años, tuvo que complementar con tantos oficios, para ganarse la vida con dignidad. Afirmó sin contemplaciones que hacer 10 horas en un matadero del chacinero pueblo de Guijuelo, o descargar mamparas de cuartos de baño, era lo verdaderamente duro para él; y no tener por delante la camada de Dolores Aguirre, como en esta próxima temporada. Algunos tuvimos la oportunidad de volver a escuchar de su boca, como ya hizo en el pasado 16 de enero, en un coloquio organizado por la Asociación El Toro de Madrid, cómo su mayor virtud torera no es el valor; más bien se considera claramente medroso, y que esa justeza de valor la sobrepasa con preparación, oficio, técnica y una amplísima e innegable entrega. Dándonos así la razón a quienes pensamos que el mayor argumento de un torero, que se pone delante de corridas duras, es la inteligencia natural y trabajada- por supuesto- que le da luces para discernir lo que trae entre manos. No es justo reducir un torero a valor sin más, cuando si no anda la cabeza, el desarrollo es absolutamente reducido.
Sin darse coba ni mecerse en alharacas, la ganadera dejó claro su agradecimiento a Damián por ser el primer torero que pide sus toros; cuando el resto del escalafón le pone mala cara. Tampoco le dio muchas vueltas al asunto, a la hora de presagiar resultados; diciendo que no hacía ningún pronóstico, porque siempre se equivocaba y sufría grandes decepciones. A la vez que lamentaba los malos tragos que sus toros hacían pasar a Damián. Esta ganadera vasca, con ganadería familiar en la sierra norte de Sevilla desde hace casi cincuenta años, para nada presume de lo que tiene o de lo que ha vivido, sino que confía en sus Atanasios Andaluces, sigan haciendo gala de poder y dureza en los ruedos, y que quien pueda, como ahora Damián, le haga aflorar la clase de la que siempre hicieron gala las reses procedentes de los campos salmantinos de Campo Cerrado.
Finalmente, el presidente de la peña Tres Puyazos, dejó claro que sólo la afición de “50 locos”, se abría paso entre los sueños de unos y otros; para llegar por las vías de la democracia interna, a ofrecer una feria tan distinta y distante de lo que se repite mes tras mes y año tras año, en el resto del orbe taurino. Agradecidos todos de tocar la verdad con la yema de los dedos, en una templada noche del invierno salmantino.