Venezuela y la paz en América latina
A pocas horas de que Nicolás Maduro se autoproclamara presidente de Venezuela, el expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, acompañado de sus alfiles políticos, abogó desde la frontera, por una “intervención (militar), avalada por Naciones Unidas”.
A las pocas horas de la declaración de Uribe Vélez, Maduro manifestó que con Cuba y Nicaragua, Venezuela se está “preparando para tomar las armas”.
Estas dos declaraciones que se producen en un momento de máxima tensión en el país vecino, son desafortunadas puesto que, por una parte, rompen con el espíritu pacifista y de convivencia social que ha tenido el continente durante doscientos años. Por otra parte, abandona el principio fundamental de que los conflictos sociales y políticos de América tienen que resolverse por la vía del diálogo franco y civilizado.
De Uribe Vélez se puede esperar todo, menos que asuma una posición moderada frente a un conflicto que ya ha traspasado las fronteras geopolíticas. Para Uribe Vélez, que es un guerrerista consumado, la solución a la crisis venezolana, se resuelve por la vía de las armas, poniendo en riesgo no sólo la eventualidad de una guerra civil en Venezuela, sino también, arriesgando la estabilidad política de Colombia.
De Maduro, después de que se posesionó ilegítimamente sin presentar las actas de votación, también se puede esperar de todo. De esta manera, las puntas de la extrema derecha y la extrema izquierda se juntan para romper con el Estado de derecho y la democracia, ya de por sí débil en nuestro bello y atribulado continente.
Antes de que Maduro cerrara la frontera terrestre con Colombia y el espacio aéreo, era sabido que el dictador, que se impuso con su tercer periodo, no iba a entregar fácilmente el poder ni mucho menos iba a reconocer a la oposición política comandada por María Corina Machado.
Las dictaduras, sean de derecha o izquierda, siempre han tenido la nefasta tradición de eliminar a sus opositores, incluso físicamente. Maduro y Diosdado Cabello lo vienen demostrando con los “Colectivos chavistas”, grupos de motorizados paramilitares, que desde las elecciones del 28 de julio pasado, vienen deteniendo a las personas que protestan pacíficamente en la calle, y persiguiendo a quienes se oponen al régimen.
En Venezuela lo que está en juego es el Estado de Derecho y la democracia. Así como los derechos humanos, que están siendo violados por la camarilla de Maduro.
Es una situación preocupante para América latina, que no se resuelve con invasiones ni intervenciones militares que desestabilizarían a esta región del continente.
La suerte de Venezuela está en manos de los propios venezolanos.
Por esta razón, los presidentes de Brasil, Colombia, Chile y México, no asistieron a la toma de posesión de Maduro porque consideran que las elecciones no fueron libres, se persiguió a la oposición, y se violaron los derechos humanos.
La situación en Venezuela se debe resolver mediante el diálogo y la participación de la oposición; se debe detener la represión y las detenciones arbitrarias; y garantizar un clima de tranquilidad para que el país vecino no siga sumido en el caos y la desesperanza.