Trump. ¿Loco?, ¿genio? o ¿genio loco?
Las primeras semanas de Donald Trump al frente del gobierno de Estados Unidos no dejan a nadie indiferente. Sus acciones parecen disparatadas, fuera de contexto, impulsivas y muy poco ortodoxas. Para muchos incluso ofensivas.
En apenas dos meses desde que juró el cargo: firma la creación de la "Reserva Estratégica de Bitcoin", impone un drástico aumento de aranceles del 25% a Canadá y México, promueve un alto al fuego en Ucrania y desafía a Europa a adaptarse a los nuevos tiempos forzándola reármese militarmente.
Mientras tanto, los rendimientos de los bonos a 10 años del gobierno de Estados Unidos, el principal activo de referencia mundial, caen con fuerza en previsión de una posible recesión (históricamente, cuando hay miedo, los inversores huyen hacía los bonos americanos, aumentando su precio y disminuyendo sus rendimientos). Por el contrario, los de Europa y Japón se disparan como si se hubiesen montado en alguno de los cohetes de Elon Musk. ¿Qué está pasando realmente? ¿A qué está jugando Trump? ¿Pretende quebrar a sus aliados y ponerse del lado ruso? ¿Qué papel tiene Bitcoin en todo esto?
Bitcoin: ¿Una simple promesa electoral?
El 6 de marzo de 2025, Trump sorprendió al mundo con el lanzamiento de la "Reserva Estratégica de Bitcoin", cumpliendo así la promesa lanzada en campaña electoral.
El punto de partida para la reserva son los 200,000 BTC que ya posee el gobierno americano, pero leyendo entre líneas al presidente y tras una lectura rápida de la orden ejecutiva el mensaje es claro: “Vamos por más”.
El anuncio se cerró con un claro compromiso por parte de esta administración a impulsar la industria de las criptomonedas, ayudándola a florecer con un régimen regulatorio favorable.
¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Cumplir simplemente con una promesa electoral? ¿Otro desmán de un hombre loco? ¿O quizá se esté cociendo algo entre bambalinas?
Aranceles: la palabra favorita del nuevo gobierno
Aranceles por aquí, aranceles por allá. Hoy del 25% a Canadá y México, mañana del 10% a China, al siguiente me retracto, los bajo o los elimino. Menudo circo, pensarán. Y lo cierto es que sí. Trump usa la carta de los aranceles como medida de presión para conseguir un fin: mejorar la posición de los Estados Unidos en el comercio mundial.
Como quizá recordéis, el lema de la campaña siempre fue “America First” y el “Make America Great Again”. Lemas que esconden por detrás claras intenciones autárquicas: hacer de Estados Unidos un país menos dependiente del exterior y fortalecer el comercio y la industria interna.
Los aranceles no son más que una manifestación de estas intenciones, tratar de equilibrar la balanza comercial americana mediante medidas proteccionistas. Elevar el coste de los productos extranjeros para que vuelva a ser rentable fabricarlos internamente.
Ni que decir que estas medidas en ningún momento son deflacionistas. De implementarse, el coste de los bienes y servicios incrementaría.
¿Y por qué busca esto Trump? ¿Acaso no es mejor para todo el mundo que los productos que compramos, independientemente de donde estén fabricados, sean lo más barato posible? ¿No es esto mejor para todos?
Sin duda en el corto plazo sí, pero quizá no tanto en a largo plazo.
Estados Unidos es la gran potencia mundial y el dólar, su moneda, es la divisa con la que todo el mundo comercia. Aquí empezamos a tocar hueso.
¿Qué pasa si un empresario egipcio quiere comprar café a un exportador brasileño? ¿Va el empresario brasileño aceptar la moneda local egipcia a cambio del café? ¿Y el egipcio, va a molestarse en obtener reales brasileños para realizar la compra? No. Ambos tienen cuentas bancarias en dólares con los que realizar periódicamente sus intercambios. Para poder tener dólares, el empresario egipcio tiene que vender su moneda local y comprar dólares en el mercado. El brasileño por su parte podría estar incentivado a mantener sus dólares en la cuenta si su moneda local, el real, sufre de una mayor inflación que sus dólares.
Esto, a escala global, es una demanda constante e infinita de dólares, provocando que a medida que pasa el tiempo se fortalezcan con respecto al resto de monedas locales.
Desde 2008, la tendencia imparable:
Resumiendo, si Trump quiere un “Make America Great Again” devolviendo el brillo a su industria necesita que vuelva a ser rentable fabricar en Estados Unidos. Y para ello tiene tres vías:
- Aumentar el coste de los productos extranjeros con aranceles
- Debilitar el dólar frente a otras monedas
- Una combinación de las dos anteriores
Entra en escena el oro
Que el oro venga subiendo desde hace tiempo ya no es noticia. En cambio, que el oro se esté moviendo, físicamente, quizá sí lo sea.
Veréis, el oro no es un activo que le guste mucho viajar, de hecho, no suele hacerlo. Los poseedores de grandes cantidades de oro físico, como los bancos centrales, guardan el oro en sitios especializados llamados custodios. En el mundo hay pocos grandes custodios y los principales centros son Londres, Zúrich, Nueva York y Hong Kong.
Pues bien, de un tiempo a esta parte hemos asistido al mayor movimiento de oro físico de la historia, un movimiento de repatriación del oro hacia sus bóvedas de Nueva York (COMEX), vean:
¿Otra consecuencia derivada de nuestro loco protagonista? ¿O un movimiento premeditado?
Ucrania: La Paz como maniobra estratégica
En cuanto a política exterior, sus acciones con todo lo relativo a Ucrania han hecho correr ríos de tinta. No entraré a valorar las recientes escenas vividas en la Casa Blanca o Londres, pero intentaremos leer entre líneas para seguir construyendo nuestro pequeño razonamiento.
Trump parece querer un alto el fuego y de paso pescar en rio revuelto. Ya sabéis, ganancia de pescadores. Pero la pregunta es, por qué quiere un alto el fuego, por qué ahora, ¿por qué no seguir con la agenda de apoyo incondicional de su antecesor?
Mi sensación es que quiere ganar tiempo. La guerra de Ucrania ha mostrado las costuras de Occidente: las sanciones a Rusia más que debilitar a Moscú ha debilitado a Europa. La industria rusa, basada en fabricar armamento y vender energía, ha sufrido un impulso que no tenía antes del conflicto. En definitiva, los rusos fabrican todo “Made in Rusia” cada vez más rápido y barato.
Por otro lado, tenemos a Ucrania y Occidente, con industrias dependientes de materia prima extranjera, chips taiwaneses y cadenas de ensamblado esparcidas por el mundo. ¿Veis el problema no? Estados Unidos y Europa no fabrican, Rusia y China sí. ¿Quién gana una guerra? ¿El que tiene mayor PIB o el que hace balas más rápido? Pregúntele a Napoleón.
Trump parece ver que la tendencia occidental de deslocalización industrial llevada a cabo en las últimas décadas es un riesgo geopolítico mayúsculo. Depender de otros para tus suministros energéticos básicos como energía, materias primas o material de primera necesidad es extremadamente arriesgado. De seguir con la deslocalización, China, India o Rusia decidirán mañana si Occidente recibe el siguiente molino de viento, el siguiente iPhone o el microondas que necesitas para tu cocina.
El mensaje a Europa: despierta o quédate atrás
Hagamos una pausa aquí. Viendo como acabamos de ver la situación que vemos con el oro y con la importancia estratégica de disponer de industria propia. ¿Vemos ahora algo más razonables los desplantes de Trump hacia sus socios europeos? ¿Vemos ahora el porqué de la urgencia del programa de rearme anunciado a bombo y platillo por la comisión europea? Las piezas encajan algo mejor, ¿no?
Lo cierto es que Europa va tarde. Experta en ponerse frenos a sí misma, lleva años enterrando a sus ciudadanos en impuestos, regulaciones y normas varias. Incluso la industria donde era pionera y líder (Energías Renovables y Automoción) se tambalea (por no decir algo peor). Ahora que Trump amenaza con salirse de la OTAN o cortar las ayudas, vemos como el emperador está desnudo. ¿Resultado? El mercado lo sabe y los rendimientos de los bonos europeos (y japoneses, dicho sea de paso) se disparan mientras los americanos caen.
Hoy los americanos se financian más barato que ayer. Los europeos en cambio, no.
Recapitulemos, ¿un plan brillante o una jugada peligrosa?
Pongamos las piezas de nuestro pequeño puzle sobre la mesa. En lo que llevamos de año, Trump, con sus más y sus menos ha:
- Aprobado una reserva estratégica de Bitcoin
- Repatriado Oro como nunca en la historia
- Declarado que quiere reindustrializar Estados Unidos imponiendo aranceles
- Perseguido un alto el fuego en la guerra de Ucrania
- Impulsado el rearme de Europa
- Disminuidos el rendimiento de sus bonos, debilitando el dólar por el camino
Si el objetivo último de Trump es volver a ser una potencia industrial necesita imperativamente debilitar la demanda internacional del dólar. Una tarea titánica.
Especulemos ahora un poco. ¿Por qué destacó las acciones de Trump sobre el Bitcoin y el Oro?
El oro y la plata han ejercido históricamente de dinero. Un elemento físico apolítico aceptado por todos. El real de a ocho español, acuñado por primera vez en el siglo XV fue reconocido y aceptado mundialmente incluso bien entrado el siglo XIX.
¿Acaso no estarían Trump y su administración especulando con volver a potenciar al Oro o al Bitcoin como un activo de intercambio neutro, fomentando así el parcial desuso del dólar a nivel internacional?
Imaginen por un momento que, para pagar los aranceles, en lugar de exigir el pago en dólares, el gobierno americano exigiese Oro o Bitcoins. La demanda de dólares bajaría.
Imaginen por un momento que el Tesoro americano emitiese bonos respaldados por Oro o Bitcoin. Los inversores entregarían dólares a cambio de estos bonos, que gracias a su colateral, tendrían un menor rendimiento.
Imaginen por un momento que los Bancos Centrales aceptasen Bitcoin u Oro como reservas y activos para realizar liquidaciones o compensaciones entre ellos.
Imaginen por un momento que, ante el temor de confiscaciones como la sufrida por Rusia, países extranjeros empezasen a rotar sus reservas de dólares por Oro y Bitcoin, ahora plenamente aceptados para liquidar cuentas.
Imaginen por un momento que EE. UU. viera venir una crisis financiera global y, antes de que el sistema se debilite, adopte estos activos como cobertura, obligando al mundo a jugar bajo sus nuevas reglas.
Todo esto aliviaría presión al dólar y transformaría al mundo en una carrera de reindustrialización patria, donde el objetivo de exportar ya no fuese la de acumular únicamente dólares o bonos del tesoro sino el de acumular Oro o Bitcoin que diese estabilidad a los balances locales.
Conclusión: ¿genio loco o titiritero del caos?
Donald Trump, con sus alocados movimientos y su estilo desconcertante, ha puesto al mundo a girar en una dirección que pocos anticipaban.
La Reserva Estratégica de Bitcoin, la repatriación masiva de oro, los aranceles proteccionistas, el alto al fuego en Ucrania y el desafío a Europa no parecen meros caprichos de un "hombre naranja" excéntrico. Más bien, dibujan un patrón: una apuesta arriesgada por reindustrializar Estados Unidos, debilitar la hegemonía del dólar como arma global y redefinir las reglas de un sistema financiero debilitado. ¿Es esto el delirio de un loco o la visión de un genio que ve lo que otros ignoran? Quizá sea ambas cosas: un genio loco que, consciente o no, está tejiendo un plan en medio del caos.
No hay duda de que sus acciones sacuden los cimientos de un Occidente desacostumbrado a mirarse las costuras. Si su estrategia funciona, podría posicionar a Estados Unidos como líder de una nueva era económica y geopolítica, con Bitcoin y oro como estandartes de un nuevo orden. Si falla, el mundo podría culparlo por acelerar una crisis que ya se asomaba. Sea como fuere, Trump no es un simple peón en el tablero: es un titiritero que, con manos torpes o maestras, está moviendo los hilos.
El tiempo dirá