Dos tragedias iguales
Escribo esto en medio de lágrimas de dolor e impotencia. El mes de octubre termina en España con el terrible saldo de cientos de personas fallecidas y otro tanto desaparecidos, producto de la Dana que azotó Valencia.
Inmediatamente recordé nuestra tragedia de Vargas, Venezuela, el 15 de diciembre de 1999. Ese día la lluvia arreciaba desde muy temprano y nuestras autoridades, encabezadas por Hugo Chávez, se preocupaban más por una elección que por comenzar a preparar un dispositivo de seguridad. El propio Chávez pregonaba en cadena nacional que “Si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y venceremos, nadie detendrá el proceso electoral”. A finales de la tarde ya la zona del Litoral Central sufría los embates de las primeras corrientes desbordadas y la noche de 15 a 16 sería recordada como una de las peores de la historia contemporánea de nuestro país. El 16, las primeras imágenes nos mostraban un panorama de destrucción total con gente agitando pañuelos en los techos de las casas y edificios y unas autoridades que desnudaban carencias de equipo, personal y capacidad de respuesta. Al final nunca tuvimos un conteo de los muertos, nunca tuvimos un reporte de rescates verdadero, todos los números fueron inventados y además jamás tuvimos a un funcionario detenido por su manifiesta ineptitud. Las autoridades rechazaron la ayuda de la Armada de los Estados Unidos y sus barcos tipo hospital, con una infantería de marina preparada para hacer carreteras en tiempo record. Se trajeron médicos cubanos que en su gran mayoría llegaban a Venezuela y aprovechaban la confusión para huir hacia Colombia y escapar del régimen castrista hacia una nueva vida. Los funcionarios declaraban en Televisión con seguridad y hablaban de situación controlada y gran operativo, mientras que los que no murieron en la riada lo hicieron por falta de rescate e impericia.
Cuando los camiones con colaboraciones llegaban a la zona del desastre, los miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela, abrían la carga para colocar pegatinas y calcomanías que destacaba el regalo y la donación del teniente coronel Chávez Frías, así, en primera persona del singular.
Hoy, 25 años después, todavía aparecen restos que el mar devuelve ya degradaos y otros que entre los bosques y mini selvas que han crecido sobre una parte de los escombros, simplemente quedaron sin ser entregados a sus familiares, rendidos al descanso eterno sin paz para nadie.
En esa tragedia murieron amigos, otros lo perdieron todo y otros, ante la tragedia y la falta de una terapia adecuada, se inmolaron años después sin haber superado aquel panorama.
Por eso lloro mientras escribo. Porque ya escuché a un presidente del Gobierno decir “Si necesitan ayuda, llamen”. A otros políticos, de ambos lados de la acera que solo fueron a hacerse una foto para decir presente. A otros que colgaron un comunicado en redes sociales y a otros que no solamente rechazaban los insumos, sino que también le decían a la gente que no subieran a ayudar.
Cómo se ve que en esos comunicados y órdenes no hay hijos, hermanos, padres y abuelos involucrados. Claramente se nota que en los miles de carros destrozados en un amasijo de hierros unos sobre otros, no estaban los carros de esos funcionarios.
Que la barbería de Pepe, completamente destrozada no era el sitio de reunión de los diputados, ni que el bar de Joaquín era el escenario perfecto para alentar al equipo de futbol de su preferencia.
Se perdió casi todo, pero no se perdió la solidaridad de un gran número de personas que sin escuchar a nadie llegan con palas, tractores, camionetas, agua, víveres y se entregan por completo buscando una nueva vida que salvar, incluyendo la de las mascotas que ahora presas del miedo y desorientadas deambulan sufriendo y viendo sufrir a los humanos.
El asunto no es mandar 200 guardias y 4 camiones para figurar y decir que ayudaron. Tampoco barrer bajo de la alfombra las estadísticas que hablan de la destrucción masiva de presas que controlaban el flujo de agua en la zona. Tampoco esperar a que el teléfono suene en la Moncloa para que alguien solicite ayuda.
Por último, mi llamado firme y decidido a su majestad El Rey Don Felipe de Borbón y Grecia. Asuma Ud. ese liderazgo que tanta falta hace en este momento en su país. Le prometo que el mundo entero lo va a celebrar.
¡Fuerza amigos queridos, Dios siempre con ustedes!