El totum revolutum europeo contra el genio de España
Andan los gnomos de Bruselas imponiendo a los europeos –también a los españoles- que deben hacer en cuestión de redes sociales. Por nuestro bien, no quieren que pequemos en X habida cuenta que no somos suficientemente maduros para distinguir el bien del mal. Infantilizados como estamos bien pudiera ser que se nos diera por escoger lo prohibido, igual que los niños al jugar a policías y ladrones prefieren ser ladrones.
En España, concretamente, según el buque insignia de la intoxicación periodística –el diario El País- Musk y Zuckerberg utilizan sus plataformas para influir en la política europea, difundir desinformación y privilegiar la agenda de la extrema derecha. En consecuencia, ante la posible desestabilización política (léase, mandar a casa a la ecologista dominguera Von der Lerda, al figuritas Macron, al vampiro monclovita, alias, El Gran Cabrón, etc.) Europa debe reaccionar. Este es el diagnóstico del mamporrero de la tecla que redactó ese sesudo editorial: Europa debe reaccionar. En El País, pobres, no dan para más.
Es cierto que, incluso evidente, desde la victoria de Trump la izquierda europea ha entrado en barrena depresiva total, agarrándose a la propia sombra de la desesperación como un boxeador sonado. Todas sus insuficiencias y frustraciones –esa indocta visión de las cosas, sesgada pero moralmente reconfortante- aparecen a las claritas del día. Digámoslo así: la UE es un totum revolutum caótico y contradictorio que está asfixiando, hasta el asesinato, el genio específico de las naciones europeas. Veamos. Empecemos por el así llamado tándem franco-alemán.
Obviamente, aunque en la realidad no existen arquetipos puros y todos los sistemas culturales están entreverados de características de sus opuestos o complementarios, al comparar el genio alemán y el francés constatamos que este, empezando por la lengua, corresponde a lo que es abarcable por la inteligencia, por la razón, mensurable, ordenado, concreto, asequible, finito: la pintura de caballete, el código civil, la jardinería geométrica, la música de cámara, la novela, cierto tipo de matemáticas.
El genio de la nación alemana pertenece al dominio del instinto, de la vitalidad, de todo aquello que no puede ser abrazado por la razón únicamente. Es decir, la filosofía, la física cuántica o la música sinfónica que por sus misteriosas infinitudes sólo pueden ser aprehendidas por la intuición, por la pasión. Entendiendo por "nación alemana" los países de habla alemana pues de otra forma Wittgenstein, austríaco de origen judío, no sería propiamente alemán ni lo sería Gödel, el lógico más importante de todos los tiempos después de Aristóteles, nacido en Brünn, actual República Checa. Al genio alemán se le adscriben las cualidades de estar impregnado de pasión, intuición, espíritu de síntesis, de fuerza en suma, en la línea que proponía Schopenhauer, de enorme influencia, verbigracia, en Wagner. Influencia que alcanzó asimismo a varios científicos y matemáticos como al holandés Brower proponente de la escuela intuicionista en matemáticas frente a la formalista.
Existen no pocos indicios de que el genio alemán se apoya más en la intuición que en la deducción. A partir de la lectura de Schopenhauer (El mundo como voluntad y representación) Wagner situó en el nivel más alto el sentimiento, la pasión, por encima de la racionalidad. Schopenhauer, Nietzsche, Wagner reflejan casi arquetípicamente el genio alemán. Incluso en ciencias y matemáticas, la potencia intelectual del genio alemán se encuentra más a gusto fraguando sucesivas etapas inductivas, apoyadas en la experiencia, que teorizando conceptos abstractos propios del racionalismo deductivo.
En este sentido, resulta muy esclarecedora la visión esencialista de los científicos nacionalsocialistas optando por una ciencia germana empírica, natural, alejada de la abstracción y la teorización matemática habitual en latinos y hebreos, según ellos. Tales fueron en cierta medida los rasgos que atribuyeron a la ciencia propiamente alemana los Nobel de Física Lenard y Stark. Lenard, en el prefacio de su manual universitario de cuatro tomos -oportunamente titulado Deutsche Physik- presentó su visión de la ciencia subrayando el tratamiento que le dan a la naturaleza los auténticos germanos (alemanes y nórdicos) asentando su estudio en una relación empírica, directa, intuitiva, casi mística, distanciada del enfoque abstracto, teórico, matemático que le dan otros pueblos.
Paralelamente a la Deutsche Physik, los matemáticos nacionalsocialistas teorizaron una Deutsche Mathematik. La Deutsche Mathematik se constituyó contra la escuela formalista en matemáticas recuperando y deformando el debate en propio beneficio, pertrechándose con los logros de la escuela intuicionista. Para ellos, el matemático germano está revestido con las cualidades superiores de la intuición, espíritu de síntesis e inventiva original. Mientras que a la escuela matemática formalista, de esencia no germánica, le atribuyen los defectos duales: a la intuición se le opone el razonamiento discursivo, al espíritu sintético el analítico, al espíritu inventivo el abuso de la prueba lógico-algebraica. El esencialismo de científicos y matemáticos nacionalsocialistas –o sea, nazis- coincide en buena medida con la idea que generalmente se tiene del genio alemán. Si a veces decimos de los alemanes que son "cabezas cuadradas" es, precisamente, porque raramente cambian de opinión al asentar sus creencias en intuiciones que se parecen a la fe.
Más allá de franceses y alemanes, todas las naciones guardan en su trasfondo profundo un genio específico, único, que si bien jaspeado por los rasgos comunes de la civilización de la época -y sedimentos de herencias culturales varias- es, no obstante, discernible entre todos los demás. Por ejemplo, los pintores italianos -en oposición al tecnicismo y precisión de flamencos- realizaron la síntesis que abriría la época de oro de la pintura, una de las mayores si no la mayor expresión del genio de la Humanidad. Ciertamente, esta idea es discutible pues, sin ir más lejos, Schopenhauer considera que la música adopta el papel jerárquicamente superior entre todas las creaciones del espíritu humano al ser la expresión directa de la esencia de la Naturaleza en tanto voluntad ciega e impulsiva. Pero cuando observamos la génesis y proceso de creación en Leonardo da Vinci y otros grandes creadores, en general, nos percatamos que el experimento ha nacido en el terreno del arte antes que en el de la ciencia. De aquí saca el historiador judío Élie Faure su idea que la pintura precede a la ciencia y a todas las artes de una época y nos previene y advierte de cómo esta será.
¿Y qué decir de España? El genio español tiene como principal rasgo la autenticidad. La autenticidad es la más escasa de las cualidades. La obra maestra no se alcanza sin autenticidad, lo que explica a su vez que las obras maestras no abunden. Y no fue por casualidad, reflexionando en torno a la pintura en su Histoire de l'art, que Élie Faure plasmase uno de los análisis más profundos que conozco respecto al genio español, al que atribuye, cuando se manifiesta, el rasgo de la autenticidad absoluta. Los españoles alcanzan las más altas, originales y deslumbrantes cotas de creación cuando son auténticos en su obra, cuando no se dejan influir miméticamente por lo foráneo. Cuando los españoles imitamos lo extranjero nuestro quehacer degenera en amaneramiento.
Además, España/Iberia comparte con Reino Unido, y con la antigua Roma, otra característica de genio nacional del que carecen Italia, Francia y Alemania. España es madre de naciones. La civilización hispánica -o la ibérica- ha alumbrado decenas de naciones y en su época sirvió de canon civilizador al resto. Los nacionalismos periféricos son, sin saberlo ellos mismos, los reflejos de la diversidad única del alma española. Durante los eventos de 1992 en The Economist vieron perfectamente las irisaciones de estas facetas: Vivid Spain has often seemed the World in microcosm. España, cual microcosmos en el que se reproducen varias características importantes de la humanidad, es por sí misma un ejemplo de universalidad como no existe en ninguna otra nación europea. Bajo este enfoque es inasumible, inadmisible y completamente inviable una Unión Europea liderada por Alemania y Francia, sólo Reino Unido e Iberia podrían llevarla a buen término al ser las únicas culturas europeas dotadas de genio civilizador.
Nietzsche, así es la vida, afectado por un tipo de locura que lo llevó a la postración, murió rodeado por unos cuantos fieles que organizaban tertulias a su alrededor, en las que el filósofo no participaba. Excepcionalmente, en una ocasión en la que estaban hablando de España, Nietzsche levantó la cabeza y, como pensando en sí mismo, exclamó: Ah, los españoles, ese pueblo que quiso ser demasiado. Hoy día los españoles se contentan con ser demasiado poco y siguen como borregos las imposiciones de un centón de gnomos degenerados en Bruselas. Estos no son buenos tiempos para el genio de la nación española -los ojos velados por el negro paño del odio cainita y la imitación simiesca de todo lo woke y extranjero- pero como dice un proverbio judeoespañol: La hora más oscura es antes del amanecer.