Los toros mal picados
La variopinta afluencia de público que asiste a las plazas de toros, en mayor importancia en ferias y fiestas patronales de la localidad, bien es cierto que viene a demostrar de algún modo el atractivo que despierta vivamente este singular espectáculo en gentes de todas clases sociales y condiciones, probablemente más motivados en buena medida por la aparición en los ruedos de nuevos valores y atractivos jóvenes toreros. Aunque por las crisis y otras cuestiones políticas, ha bajado en algunos sitios un poco la asistencia de público.
Pero gran parte de esa asistencia no selectiva, lleva consigo muchas veces lo negativo para la fiesta taurina, dado al escaso conocimiento de algunos/as espectadores sobre las reglas o los pasos que transcurren durante la lidia en todas sus suertes. Creo que, con la perseverancia de asistir a las plazas, y el interés de aprendizaje que reciban de los experimentados, podrían desvelarse esas causas para mejor comprenderlas.
Una suerte de cuantas hay en el toreo, la que tiene mayor rechazo y claramente discutida por el público, sin lugar a duda, es la de varas. Pero al margen de las continuadas polémicas que siempre suscitan por el sufrimiento que pueda recibir el toro, diremos que es la suerte más fundamental y necesaria dentro de la lidia, porque sirve para descongestionar y amoldar el ímpetu codicioso del animal, debido al estrés creado en el embarque, traslado y chiquero, pero nunca ensañarse en este tercio. El toro solo se duele en la mencionada suerte por los excesivos puyazos, pero todavía más, los mal aplicados, eso redunda lógicamente en los espectadores.
Por todo ello, no nos resistiremos en clasificar a los picadores de qué forma ejecutan la referida suerte, es decir: los que pican a los toros con conocimiento y maestría, o los que lo hacen cumpliendo el trámite de aquella manera que pueden, sin importarles mucho más, por cierto, muy pocos.
Al decir que los picadores de toros realizan la suerte con oficio y saber, conviene aclarar a este respecto. La suerte de varas, es uno de los momentos de más esplendor y vistosidad de la lidia, por decir el que más, pero si se hace bien las cosas, insistiendo, con arreglo a las normas que exige la suerte, sin exagerar ni ensañamiento. Es una suerte que acoge belleza y emoción, aparte de indispensable.
No se puede ignorar la dificultad que encierra el no picar bien, ya que en ello intervienen tres factores fundamentales: el toro, el caballo y el picador.
El toro, que ha de ser colocado correctamente a la distancia reglamentada para que, si la embestida es franca, no coja desprevenido al picador, cada uno en sus terrenos.
El caballo, debe ser fuerte y tener buena doma para que obedezca al mando de la persona que lo monta.
El picador, tiene que saber perfectamente las reglas básicas del bien picar, entre las que podríamos recordar como más importantes: conocer la anatomía del toro; el lugar donde poner la puya; calcular o medir el castigo; y saber montar a caballo. Estos cuatro principios se engloban en una sola, que es lo que se llama profesionalidad.
Dicho lo que antecede, pasamos a exponer las consecuencias que se derivan cuando un toro sea mal picado. Puede ser que los puyazos hayan sido inadecuados. Que el animal esté excesivamente picado. Por último, que la puya caiga en lugar no propicio, como: delantera, trasera o a un costado.
Todas estas connotaciones negativas, van siempre en perjuicio del aficionado, torero, ganadero, empresario y sobre todo en la degeneración de la Fiesta.
El sitio idóneo para poner la puya, no es otro que en el “morrillo” o “yema”, que se encuentra en la parte anterior a las agujas del toro, el objetivo que se persigue con el puyazo en tal sitio, es desangrar un poco al animal. Lo contrario, en mal sitio, sería disminuir los movimientos del cuello, también afectaría las extremidades anteriores haciendo producir posibles lesiones graves en los órganos donde el toro hace su mayor fuerza, debido a que centra su potencial en el tercio anterior de su cuerpo, que es: cabeza, cuello, manos y porción delantera del tórax.
Insistiendo, negativo sería si la puya se coloca por detrás del “morrillo”, trasero, es decir: en las agujas, acción frecuente en muchas corridas que, a muy seguro lesiona al animal en las vértebras dorsales y músculos intercostales. Un puyazo mal conseguido, puede dañar hasta la pleura e incluso el pulmón, con las consecuencias negativas para un espectáculo tradicional.
Resumido todo, el tercio de picar, su principal finalidad es desangrar un poco al animal, ya que sale de chiqueros -como antes hemos dicho- con estrés, además sirve para ahormar y medirle las fuerzas en lo necesario. Sin dejarlo demasiado en la pelea con el caballo. Razón por lo cual, se llama tercio de quites.