Al hilo de las tablas

El toreo es afición

El recién terminado Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo, que lleva muchos años buscando ofrecer la puesta en escena más completa de la tauromaquia, tanto en el festejo popular, como en novilladas y festivales picados; este año ha dado un paso al frente, con un tentadero público para aficionados prácticos. El jueves 27 de febrero, en víspera inmediata de los festejos de Carnaval, la asociación carnavaldeltoro.es, auspiciada organizativamente por el Ayuntamiento de la localidad; lo preparó todo para que unos pocos vecinos del pueblo hicieran gala de lo que son: aficionados en su mayor dimensión. Lo que hemos dado en llamar aficionados prácticos, por la sencilla razón de que se ponen delante. 

Rayaban las 5 de la tarde del citado jueves precarnavalero, cuando la afición en carne y hueso, rompía el paseíllo, capotes en ristre; y emociones y nervios a flor de piel, para encontrarse con las autoridades municipales en los altos del ayuntamiento. Después tocó vérselas con unas añojas a modo, pero con presencia y respeto, de la cercana ganadería de Carreros de Fuenterroble.  

Fue un evento lleno de verdad, de frescura y de la imperfección necesaria para que brote el arte. Un evento dentro de un largo proceso de aprendizaje toreando de salón y en el campo, con la ayuda, y el constante asesoramiento del avezado banderillero José Andrés Gonzalo y del novillero Juan Antonio Pérez Pinto. Sin ellos nada sería posible. Sobre todo, porque han propiciado que el toreo se abra al pueblo llano; y puedan planchar sus telas un empleado de limpieza urbana impecablemente vestido de corto para dejar imágenes que piden marcos de buena madera. O que un inspector de contadores de electricidad, parara las becerras con solvencia y se cruzara al pitón contrario con confianza; y que se pudieran oler aromas de torero viejo, en el toreo de un jubilado de un almacén de piensos y abonos.  

Toda la tarde estuvo llena de sobriedad, sin dejar el más mínimo sitio a la chanza, y mucho menos a la chufla. De ello también se encargaron en la segunda vaquilla, un empleado de supermercado, un trabajador de una fábrica de espumas, así como un mecánico de tractores. En los tres, la dedicación y la entrega acumulada durante años brilló con luz propia. Aún cuando, ya parecía que la becerra estaba ahormada y salió una chica del grupo de aficionados a la res y ambas compartieron muletazos y sustos. 

La tarde terminó de lanzarse cuando en la última añoja, cuando un exciclista profesional, con grandes éxitos en montaña y vencedor de etapa en la vuelta a España; se plantó en la arena de la rectangular plaza mayor, convertida para ellos en cuadrilátero. Este sorprendió a unos abarrotados tablados con toreo vibrante y lleno de desparpajo y entrega. Así mismo un competente y bregado repartidor de paquetería, tuvo la virtud de no arrugarse en la misma vaca, aun cuando le cuelgue más de medio siglo, de sus vaqueros. 

Grandes aficionados, que tuvieron la valentía de susurrarle a la sociedad, que el toreo es del pueblo, cuando lo vive el pueblo. Y que los animales no saben de edades, ni profesiones, ni sexos, cuando delante tienen verdad y pasión.