Ruinas de arena para castillos de cine
Monterrubio es el espejismo de un barco varado. Allí el mar es una tierra arcillosa sobre la que se admira un inmenso sarganzo de olivos. Los corales surgen a la vista con forma de aceitunas. La espuma tiene el sabor del aceite. Y el salitre huele a alpechín. Cuando el viajero conduce por la BA-051, desde Castuera, siente ante sí una desconocida marea negra. El asfalto sube y baja. Baja y sube. Arriba y abajo. Abajo y arriba. Y ya acercándonos, lo primero que descubrimos es el campanario de la iglesia parroquial. Un mástil bajo la tutela de Nuestra Señora de la Consolación.
Monterrubio es una canija geografía con paredes blancas. Un rincón enano de tórridos agostos de infancia. Un minúsculo mapamundi sentimental que un niño traza cada mañana con líneas de agua de un lejano pozo. Con una señora burra y cuatro cántaros. Y es cierto: Monterrubio es un pueblo pequeño, recortado cada tarde veraniega con tijeretazos de golondrinas. … Un lugar raquítico de noches claras por tantísimas estrellas que el cielo parece una gigante ubre. Un sitio extraño donde cualquiera aprende a soñar entre ruinas de limosa arena roja. Con piratas. Con princesas. Soñar con ser un pirata que conquista una fortaleza. Soñar con una princesa que se deja rescatar por un pirata. Con una biblioteca, que en realidad es una oficina de correos, donde el niño compra periódicos viejos a pesetas. Con una galería de arte, que la gente pancha y sancha ve como una barbería llenita de fotos de actrices, futbolistas y toreros. Y con músicas, que las madres disfrutan entre cigarras y grillos… y en coplas tristes que salen de viejas radios. «Están clavadas dos cruces / en el monte del olvido / por dos amores que han muerto, / que son el tuyo y el mío» (Carmelo Larrea, 1952). Y allí me gustaba ir al cine. Solo. Y con cada sesión en Casa Sergio o en el Lope de Ayala coleccionaba abordajes, besos, celos, duelos, peligros, secretos, traiciones… Y como un corsario desmedido, atesoraba todo. Y todo, con emocionantes bandas sonoras. Y, en especial, con la magia de Ennio Morricone y con los trucos de John Williams. Así, desde siempre, les tengo un especial afecto. Siempre Morricone por convencerme de que es posible salir victorioso hasta siendo un protagonista sin nombre (La trilogía del dólar, 1964, 1965, 1966). Siempre Williams por hacerme creer que se rescatan princesas incluso yendo más allá del último planeta (La guerra de las galaxias, 1977). Y, sí, siempre soñando con ganar asedios.
Asedio primero
[https://www.fpa.es/es/contacto]
Los campos con asterisco (*) son obligatorios.
- Nombre y apellidos: Pedro Tena Tena
- Teléfono: […]
- Email: […]
- Tipo de consulta: General
- Consulta:
Estimados Sres. (Fundación Princesa de Asturias):
Como modesta botella lanzada al mar de los buenos deseos, les envío mi sugerencia-voto para que los compositores Ennio Morricone y John Williams puedan ser galardonados ex aequo con el «Premio Princesa de Asturias de las Artes 2020». Sus bandas sonoras han llenado de una eterna bella música nuestras sesiones de cine. […]
Asedio segundo
De: Pedro Tena Tena
Enviado: jueves, 29 de agosto de 2019 11:38
Para: <[…]@fpa.es>
Asunto: Contacto / […]
[…] mi sencillo mensaje respondía a una motivación personal, una propuesta a título individual. En efecto, y sabiendo que no me es posible presentar una candidatura, me atreví a indicarla motu proprio, como modesta botella lanzada al mar de los buenos deseos, según escribía en mi primer escrito. En verdad, sería maravilloso que esas personas recibieran el «Premio Princesa de Asturias de las Artes 2020»; sobre todo, por haber dado música a las bandas sonoras de nuestras vidas. … Y más cuando por ley de la edad no queda mucho tiempo para reconocérselo de manera española, si me permite apuntarlo: Ennio Morricone tiene 90 años; John Williams, 87. […]
Y asedio tercero
Reunido telemáticamente el jurado del «Premio Princesa de Asturias de las Artes 2020», integrado por José María Cano Andrés, María de Corral López-Dóriga, Olivier Díaz Suárez, Dionisio González Romero, Sergio Gutiérrez Sánchez, Ricardo Martí Fluxá, Fernando Masaveu Herrero, Joan Matabosch i Grifoll, Josep María Pou i Serra, Emilio Sagi Álvarez-Rayón, Benedetta Tagliabue, Patricia Urquiola Hidalgo, Aarón Zapico Braña, presidido por Miguel Zugaza Miranda, y actuando de secretaria Catalina Luca de Tena y García-Conde, marquesa del Valle de Tena, acuerdan conceder el «Premio Princesa de Asturias de las Artes 2020» a los compositores Ennio Morricone y John Williams, en los que el jurado quiere reconocer el valor fundamental de la creación musical para el cine. Los dos autores premiados han enriquecido con su talento cientos de películas. Mientras Morricone construyó su reputación poniendo música desde Europa al Lejano Oeste americano, Williams trasladó el espíritu de la tradición sinfónica vienesa a grandes éxitos de Hollywood. Si hay algo que tienen en común la extensa y variadísima obra de ambos compositores es su deslumbrante capacidad para traspasar géneros y fronteras. Dotados de una inconfundible personalidad, entre sus obras se encuentran algunas de las composiciones musicales más icónicas del séptimo arte, que ya forman parte del imaginario colectivo. Williams y Morricone muestran un dominio absoluto tanto de la composición como de la narrativa, aunando emoción, tensión y lirismo al servicio de las imágenes cinematográficas. Sus creaciones llegan incluso a transformarlas y trascenderlas, sosteniéndose por sí mismas como magníficas obras sinfónicas, que se encuentran entre el repertorio habitual de las grandes orquestas. Todo ello los convierte en dos de los compositores vivos más venerados en todo el mundo.
5 de junio de 2020.
Se levanta la sesión.
… Y, entonces, por un momento, vi a un pirata con una señora burra y cuatro cántaros que se apoderaba de un inexpugnable alcázar; sin embargo, lamentablemente, aquel castillo no tenía princesa a la que rescatar.